Sin gol ni arcoíris (0-0)
Un Málaga con la persiana echada vuelve a evidenciar sus problemas para encontrar un plan ofensivo. Apenas Amrabat es capaz de hacer olvidar por ahora a los Samus y Juanmi,
Lo del Málaga, ahora mismo, es un problema de reconocimiento. En cualquiera de sus facetas. Ni encuentra su reflejo en el espejo ni sabe a qué atenerse cuando busca ropa en el armario. Porque hay poca variedad y porque por ahora no sienta muy bien. Javi Gracia sintió una terrible orfandad deportiva cuando se quedó sin sus Samus y Juanmi, los robots con caras de niño que le habían permitido construir un equipo a su medida. Sin ellos, se quedó desnudo este verano y ahora el proceso de nueva vestimenta se atisba muy duro de asimilar. Tres partidos y ni un tanto a favor. No es que el Málaga no marque un gol ni al arcoíris, es que su juego no transmite ningún color por el momento.
Por el momento, conviene recordarlo. También tardó en carburar lo suyo la ópera prima de Javi Gracia. Su Málaga 2.0, nostálgicamente diferente, tiene más puertas hacia el gol pero menos llaves para abrirlas. El equipo ha perdido velocidad y equilibrio para ganar en pólvora. Pero parece que costará saber activar el arsenal. No hay que perder la fe en que llegue ese momento, sí asumir que tendrá lugar de otra manera. Por bandas, desde luego, este año se hará más difícil. Se atraganta el juego por ahí, más aún ante un Eibar experto en poner minas y cerrar huecos. Amrabat está para ser el estilete, la bandera, aunque también cuesta pensar que por sí solo pueda abrir muchas latas esta temporada. Necesita algún socio que le dé el relevo para que no se la tenga que jugar siempre. Hay que darle tiempo a Juan Carlos para que le ayude a ello, ver cómo responde Horta ante la presión de tener que dar un paso al frente y tener claro que Duda no es siempre un recurso milagroso.
Se le pueden poner un par de asteriscos a la versión tan rácana del Málaga. La magnífica labor del Eibar, que recuerda a esa selección danesa repescada de la playa para jugar la Eurocopa y que se llevó a casa. Estaban mentalizados para volver a Segunda y se sienten supercómodos en la élite. El pero mayor es un enemigo en casa, el césped. Más que minar el tipo de juego, pone en jaque la confianza en pisar bien, en mirar el balón y no los tepes cuando viene un balón en largo. Cop y sus casi 200 centímetros casi penan esa inestabilidad en una caída que por poco le cuesta una lesión.
Eso sí, el trabajo defensivo por ahora es bueno. Vermaelen ha sido el único capaz de hacer pupa a Kameni; el panorama sería más plúmbeo si se estuvieran encajando goles. Así que al menos se puede crecer desde la seguridad defensiva, por más que ahora mismo apenas rente para dar dos puntos de nueve. Lo bueno es que esto acaba de empezar. Así que la visita a un Getafe que aún no ha sumado en su casillero no será dramática. No obstante, recuerda lo complicado que es disponer de tiempo para ir adaptando las nuevas piezas del puzle. Crecer tiene que rimar con sumar, así que en el Coliseum Alfonso Pérez el crecimiento debe aunar puntos e imagen.
Las tres alineaciones de Gracia, más allá de vicisitudes inesperadas, cuentan que el técnico navarro anda probando, experimentando, enjuiciando. Ayer se vio una versión ofensiva con Boka en el lateral y Juan Carlos por delante, algo que hace bastante feliz al madrileño. Eso sí, el Eibar no le dejó escaparse demasiado. Sí lo consiguió casi siempre Amrabat, del que se puede aventurar que será bastante decisivo cuando el equipo se conjunte en el ataque. Fue el único en inventar espacios, demostrar creatividad y desafiar el estado del terreno de juego. De su chistera nació la única ocasión clara, en la que encontró magistralmente a Charles, quien hizo lo que había que hacer en su definición, pero se topó con la cabeza de Riesgo cuando media Rosaleda cantaba gol. La Rosaleda, que dejó algunos runrunes hacia los suyos y donde se palpa esa sensación de extrañeza ante un Málaga al que le va a costar salir de la crisálida pero que merece toda la confianza de la que se hizo acreedor Javi Gracia, pese a que a él también se le vea cabizbajo con el juego que están desplegando los suyos.
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