Retratado en Pamplona (3-0)

Osasuna-málaga cf

Los de Jesualdo dan una imagen bochornosa ante uno de sus posibles rivales por la permanencia. Tarde en la presión y previsible en el ataque, las acometidas se redujeron a centros lejanos de Jesús Gámez.

Jesualdo Ferreira busca soluciones en el banquillo. / Punto Press
Jesualdo Ferreira busca soluciones en el banquillo. / Punto Press
J. L. Malo

24 de octubre 2010 - 20:46

El Málaga no está. Pamplona, primera escala de un camino que le enfrentará ante rivales con los que comparte el reto de la permanencia, confirmó su tendencia decadente y dejó en evidencia al equipo. Con suma facilidad, Osasuna, que andaba con serios problemas deportivos, desarboló al equipo de Jesualdo Ferreira. El divorcio entre el sistema de juego y las capacidades para aplicarlo ya está aplicado. La imagen resultó bochornosa.

Ya la primera jugada del partido anticipaba la tarde de los desastres. Manu agarró durante tres segundos a Juanfran cuando éste entraba al área y cometió uno de los penaltis más inocentes que se puedan ver. El partido comenzaba de nuevo. Pero no cambió de guión. Osasuna fue sacando provecho de sus pocos recursos y, sobre todo, de los desajustes, en ataque para crear y en defensa para organizarse en el campo.

El reloj fue sacando lo peor del equipo, tarde en la presión por la mala colocación de las piezas y previsible en el ataque porque la ausencia de recursos en el trío de la medular obligó a reducir las acometidas a centros lejanos de Jesús Gámez. La barra libre la aprovechó Masoud para hacer el segundo ante la indolencia visitante.

Al descanso se presupone que hubo bronca de Jesualdo, que se cobró dos víctimas antes. Sandro Silva, demasiado agresivo en sus acciones, se quedó en la caseta. En el 25’ ya había retirado a Manu, al que la benevolencia de Ayza Gámez privó de durar 20 minutos como alternativa de Mtiliga.

Nada mejoró en la reanudación. Malos controles con todo a favor, falta de alternativas ofensivas, córners sacados directamente fuera. Aranda abrió más aún la llaga con un remate sin oposición en boca de gol y todos los minutos que quedaron fueron una tortura que, cosa grave, acabaron sin ni una sola parada de mérito de Ricardo.

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