Soñando con el futuro (2-0)
El Málaga suma su quinta victoria consecutiva y sella su permanencia, que hoy puede ser matemática. Baptista, que también prolongó su racha goleadora, y Eliseu, artífices de los tantos
El camino del Málaga esta temporada había tenido tanto sufrimiento que por alcanzar la salvación se llenó La Rosaleda por segunda vez después de su remodelación. Matemáticamente hoy puede ser un hecho. Basta con que pierdan Osasuna o la Real. Pero realmente ya sí se puede decir que el equipo ha anudado amarras en el puerto de la ilusión. Aunque ésta venga más pensando en el futuro que en lo conseguido con el triunfo de ayer. La quinta victoria consecutiva da los 45 puntos del premio, sobre todo para las cuentas de los jugadores. Para la afición, con todo lo que está por llegar, debe ser una liberación por lo sufrido. No más, aunque sólo sea para no caer de nuevo en el error de la condescendencia. Es fácil decirlo, no tanto hacerlo mientras el que manda es el corazón.
Cuando aún se estaban tanteando, de nuevo el Málaga supo exprimir una jugada a balón parado. Son muchos kilos y centímetros los que dispone Pellegrini en el área rival para aprovechar el guante que tiene Duda por bota. Y el que más impone es Baptista, quien en una espectacular tijera aprovechó la segunda jugada que se generó por un despeje que se le quedó corto a la zaga sportinguista. El brasileño mojaba por quinto partido consecutivo. Cosa de hadas, mucho talento e instinto.
Mientras gozaba la grada y cantaba a su nuevo héroe, otro, Caballero, probablemente menos mediático pero que está siendo tan fundamental en el equipo, ponía el cerrojo a sus mallas con tres paradas casi consecutivas. Una doble a Eguren, a bocajarro, con una pierna de reflejos al suelo que prolonga la duda de qué hacía este hombre tanto tiempo penando por Segunda División.
Tras esta pequeña tempestad, volvió la orquesta acompasada que tan bien lució en el Calderón el pasado sábado. Se recuperaba pronto el balón y los movimientos resultaban acompasados, todos con sentido e intención. El Sporting quedaba a merced del Málaga. Un robo y una contra pasaban a ser su baza porque los blanquiazules no les permitían más.
La fiesta perdió decibelios cuando Rondón se rompió corriendo por un balón en profundidad al que su gran fe le hizo seguir pese a que no lo hubiera alcanzado. Llorando se retiró el venezolano, quien, salvo milagro, nadie le quita tres semanas de baja y dice adiós a las dos últimas jornadas de Liga y es duda para el amistoso que Venezuela y España van a disputar el próximo 7 de junio y tanta ilusión le hacía.
Pasado el trago amargo, volvió el fútbol. Una jugada en el minuto 39, en la que participaron gran parte de los jugadores malaguistas y finalizó en un centro de Eliseu al que no llegó por poco Recio, resumió el nivel que está alcanzando este equipo. Una propuesta que entusiasma a una grada que no para dar lecciones de fidelidad. Quizás, el único pero, apelando de nuevo a lo cardiaco, es que el marcador era demasiado corto para jugar con tanta tranquilidad. Sin embargo, cuando había que acelerar, se hacía.
En una contra se vio que Baptista es humano. Tras una gran carrera, no vio ni a Sebastián Fernández, entrando por el centro, ni a Recio, haciéndolo por la banda derecha, en mejor posición. Otro matiz que no sea reflejar su naturaleza mortal resultaría osado. Más pensar que llegue a dudar de su disparo, aunque éste no le saliera bien.
La entrada de Barral tras el descanso, fuertemente arengado por Preciado antes de cruzar la línea de banda, mostraba que los asturianos tenían otra intención. Las necesidades mandaban y, aparentemente, había cambio de roles. Pero sólo eso, porque el partido seguía llevando el camino que le convenía al Málaga. Por mucho que los rojiblancos lo intentaran, Caballero no tuvo más que emplearse. Tampoco Juan Pablo, porque Eliseu le engañó para finalizar una contra que él había empezado en el centro del campo.
Pellegrini sufría como nunca. Duda veía su quinta amarilla y no podrá reeditar el gol olímpico que marcó en San Mamés la temporada pasada. Un palo para el luso, pues el del Athletic es un campo de los que le encantan. Y la afición gozaba. Vaya si lo hacía. La liberación es lo que tiene. Y las palabras de Abdullah Ghubn al final del encuentro le permiten soñar con el futuro. "Es sólo el primer paso. Vamos a hacer a esta afición más feliz de lo que es ahora", dijo.
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