Paseos para ganar autonomía

Terapeutas salen a la calle con adolescentes con discapacidad intelectual para que aprendan a hacer la compra, coger un autobús, pedir un helado o pagar en una tienda

Terapeutas y voluntarias de Equipo Sidi durante un paseo con adolescentes con discapacidad intelectual.
Terapeutas y voluntarias de Equipo Sidi durante un paseo con adolescentes con discapacidad intelectual.
Leonor García / Málaga

10 de junio 2012 - 01:00

Cuatro adolescentes llegan a la tienda de Juan, en calle Carretería. Tienen que elegir lo que necesitan, pedirlo y pagar. La particularidad es que se trata de cuatro chavales con discapacidad intelectual. Van con tres terapeutas y dos voluntarias de Equipo Sidi, un centro de intervención infantil. Se trata de una actividad para que los adolescentes ganen autonomía y sepan enfrentarse a situaciones cotidianas. No resulta fácil porque algunos casi no tienen lenguaje oral. Pero al final, ingrediente a ingrediente le piden a Juan todo lo que les hace falta para una ensalada. Almudena Calero, psicóloga del centro, explica que el problema de estos chavales es que mucho de lo que aprenden sentados ante un terapeuta no saben luego aplicarlo en su vida diaria. Para que se enfrenten a situaciones cotidianas y ganen autonomía, los profesionales organizan salidas que incluyen merendar, coger el autobús, hacer la compra o tomar un helado.

En las salidas participan chavales que tienen entre 11 y 19 años. "Tenemos que ayudarles a tener intereses adultos. Si les ofrecemos un modelo infantil, seguirán siendo infantiles", explican las tereapeutas. El efecto de la actividad es triple. A los chavales les sirve para desarrollar las capacidades que tengan y para sentirse independientes de su familia. A los padres, para ver hasta donde son capaces de desenvolverse sus hijos por sí solos. A la sociedad, porque se sensibiliza a favor de la discapacidad.

"Estas personas son así, no tienen una enfermedad, tienen una discapadidad. Son así y son ciudadanos. Hay que tratarlos con respeto y deben llevar una vida normalizada", argumenta Almudena. Hay algunos chavales que aún sin tener un impedimento físico no son capaces de vestirse, atarse los cordones o expresar una necesidad. Pero durante el paseo hay que tomar decisiones y manifestar deseos. Por ejemplo, elegir qué helado van a tomar. Y pedirlo...

Ante una heladería de calle Larios, las terapeutas consiguen su objetivo. Cada chaval sale degustando lo que ha elegido. Unas de las chavalas se sobresalta simplemente por el ruido que hacen las tapas de los compartimentos en los que la heladería guarda cada sabor. Se pone nerviosa, pero controla la situación. "No pasa nada, no pasa nada", repite la adolescente. La frase se la han enseñado las terapeutas justamente para que sepa sobreponerse a los ruidos que se irá encontrando por la calle. Mientras Nazaret Bernal, Olivia Sánchez (terapeutas), Noelia García y Anabel Carrillo (voluntarias) salen de la heladería, Almudena se concentra en apoyar a otra chavala que tiene un mal día. Su discapacidad no es física, sin embargo su atención resulta más compleja que la de los que van en silla de ruedas.

"Esta es una población muy fácil de sobreproteger, pero si le hacemos las cosas no les ayudamos a madurar. Tienen un futuro de dependencia. De lo que se trata es de que puedan participar al máximo de sus posibilidades para que tengan calidad de vida y sean adultos felices", sostienen las terapeutas. Ana, madre de una de las adolescentes, da una retahíla de nombres indescifrables cuando se le pregunta qué tiene su hija. Pero en síntesis, su gran dependencia es producto de falta de oxígeno durante el parto. "La apunto a esta actividad para que desarrolle al máximo su autonomía y haga algo fuera de su casa con un grupo de iguales", relata. A su lado está Mariángeles. Su hija tiene parálisis cerebral y se comunica por gestos y pictogramas. "Con esta actividad mejora mucho su autoestima", asegura.

Los padres tienen que costear los talleres de su bolsillo. Solo la atención temprana, que se extiende desde los primeros meses hasta los seis años, está subvencionada por la Junta de Andalucía. Con ironía, Ana reflexiona: "La discapacidad es para buenos administradores". Pero los padres que se arremolinan a la entrada de Equipo Sidi coinciden en que la actividad es una prioridad para que sus hijos ganen autonomía. Paul, padre de una chavala de 11 años, afirma que las actividades le ayudan a desenvolverse algo mejor. Luego expone una realidad a la que se enfrentan estas familias: "En lo público no hay nada. Tienes que pagarlo por tu cuenta o quedarte en casa".

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