Un mal guión con final redondo

Christian y Miguel se libraron de un mundo marginal gracias a una familia que les dio un hogar y les permitió mantener el contacto con su madre biológica, que hoy se ha desintoxicado

Rebeca Tobelem

05 de julio 2008 - 09:32

Málaga/La historia de Christian y Miguel, dos hermanos de 26 y 15 años, tenía todos los ingredientes para terminar en desastre. Pero poco a poco se dio la vuelta y hoy escribe un desenlace feliz gracias a una familia de acogida que los salvó a todos: a ellos, y a su madre, que durante años malvivió de ciudad en ciudad castigada por su adicción a las drogas arrastrando a su hijo pequeño. A punto estuvo de perder el contacto con los dos para siempre.

Christian había pasado por varios centros de protección de menores cuando a los 12 años conoció a Diego y a Tina, un matrimonio con el que empezó a pasar los fines de semana y que más adelante participarían en la fundación de Hogar Abierto, asociación que impulsa el acogimiento de menores en desamparo. Cuando era un adolescente, consiguió abandonar el centro que tan poco le gustaba y volver con su madre biológica y su hermano pequeño, con los que vivió durante un año en Barcelona.

La experiencia se truncó y Christian volvió solo y con su maleta a ocupar una plaza en un centro de menores de Málaga. Otro fracaso. Detestaba los centros, repite, aunque ya se había acostumbrado a ese tipo de vida.

Reaccionó cuando supo que su hermano, de sólo 6 años, también había quedado en desamparo. Por su corta edad podía ser adoptado en cualquier momento y tanto él como su madre le perderían el rastro para siempre. Había empezado una cuenta atrás, que detuvieron Diego y Tina, con los que había seguido compartiendo los fines de semana y vacaciones, con una intervención decisiva: los acogieron de forma permanente a los dos.

Hoy, Christian tiene 26 años y vive independiente con su novia, mientras que su hermano pequeño, que ahora tiene 15 y se prepara para estudiar un módulo de Formación Profesional, vive con Diego y Tina, a los que llama papá y mamá y el hijo biológico de éstos, que es como su hermano. “Al principio Miguel nos llamaba Diego y Tina, pero no le gustaba que la gente preguntara, así que con 8 años un día salió de él y nos dijovoy a llamaos mamá y papá”, explica Diego.

También han conseguido mantener el contacto con su madre, María José, que ya está plenamente recuperada de su adicción a las drogas. Reconoce que aunque el desenlace ha sido positivo, al principio sufrió el miedo de perder a sus hijos. “Si te digo que no sentí miedo te mentiría, pero cuando llegó el acogimiento yo ya conocía a la familia; peor fue al principio cuando mi hijo me dijo que una familia estaba yendo a buscarlo los fines de semana; yo no podía atenderlo pero me daba miedo que otra familia sí lo hiciera”, explicaba ayer María José.

Christian, por su parte, no duda al exponer lo que ha supuesto para él el contacto con una familia normal: “Para mí ha supuesto tener una familia. Las circunstancias han hecho que mi familia biológica sólo me haya aportado problemas. Encontré un sitio para el resto de mi vida; una referencia clara, un sitio concreto donde ir, que yo nunca había tenido”, dice mientras a su madre de acogida se le caen las lágrimas.

Diego y Tina son unos de los fundadores de la asociación Hogar Abierto que se constituyó hace ahora diez años por un grupo de familias que ya habían empezado a acoger de forma temporal a niños en desamparo. Muchos de estos niños, hoy ya son hombres.

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