Billetes de ida sin retorno
En lo que llevamos de año cerca de un centenar de inmigrantes han retornado desde Málaga · Las ayudas, que se tramitan desde Cruz Roja y Accem, no se han reducido a pesar de la crisis económica
Las oportunidades aparecen, aunque a veces el precio que hay que pagar por ellas es demasiado alto. Es lo que ocurre con el retorno voluntario. Un viaje de ida, que no de vuelta, que muchos inmigrantes solicitan en un intento desesperado por encontrar una nueva salida a sus problemas.
Sin trabajo, sin dinero y sin motivación alguna muchos deciden poner fin a su aventura y regresar a sus países aunque no sea precisamente, con un pan bajo el brazo. El fracaso personal unido al desarraigo, las dificultades de integración social y los desequilibrios emocionales son muchas veces definitivos a la hora de tomar esta decisión.
Una vez dado el primer paso, empieza la cuenta atrás y la larga espera. Conseguir un pasaje que les envíe de vuelta a su país de origen no es nada fácil, máxime si para ello tienen que renunciar de manera definitiva a volver a España. El proceso tarda una media de tres meses en resolverse mientras, estos inmigrantes tienen que ingeniárselas para pagar el alquiler y mantenerse el tiempo que les reste hasta su salida.
En lo que llevamos de año cerca de un centenar de inmigrantes han solicitado el retorno voluntario desde Málaga y otros tantos permanecen en lista de espera. Para ellos, el único requisito es carecer de recursos económicos y llevar en España más de seis meses. De este modo, todos aquellos inmigrantes ya sean legales, ilegales, refugiados y solicitantes de asilo pueden acogerse a esta medida que les proporciona el Gobierno a fin de mejorar en lo posible la situación de éstos. Es el caso de Julio César Venancio.
Este brasileño abandonó su país hace apenas un año con el objetivo de conseguir el dinero suficiente para hacer frente a sus deudas. Atrás dejó a toda su familia, su mujer y tres hijos. Movido por el entusiasmo de unos amigos que le convencieron para venir preparó el viaje en busca de una nueva oportunidad. Eso sí, tuvo que endeudarse de nuevo para costearse el billete a España. "Me dijeron que aquí había mucho trabajo, que había muchos coches y la gente tenía mucha plata, pero he encontrado muchas dificultades", explica.
Ahora, después de varios meses sin conseguir trabajo prepara las maletas para volver a casa. No ha logrado su propósito, regresa a Brasil sin mayores expectativas que las de volver a su taller. "Allí al menos tenía un trabajo, pagaban poco pero podía vivir", lamenta.
No obstante, es afortunado. A él le han resuelto los trámites y le pagarán su billete. Ahora sólo espera los días que faltan para reencontrarse con su familia.
Una cuenta atrás aunque bien diferente es la que están llevando a cabo Lidia Paz y su marido Rubén Zamora. Este matrimonio chileno se trasladó a Málaga hace ahora más de año y medio.
Todo eran buenas expectativas, "un trabajo, 1.200 euros de sueldo y los papeles de residencia", explica angustiada la mujer. Y es que en tan sólo tres días deberán abandonar el piso que tienen porque el dinero ya no les alcanza para pagar el alquiler, además la opción de volver tampoco es muy atractiva ya que tuvieron que vender todo lo que tenían para venir a España. Su situación es grave para ellos y para sus cuatro hijos, tres de los cuales siguen viviendo en Chile.
Su marido sin trabajo y a la espera de que un cuñado les devuelva 3.000 euros que depositaron a su llegada a Málaga, las expectativas de este matrimonio disminuyen conforme pasan los días.
Otros, sin embargo, desisten del intento de regresar a sus países. Es el caso de Esperanza (nombre ficticio porque no quiere revelar su identidad), es argentina, tiene 62 años y a su edad ningún empresario quiere proporcionarle una oferta de trabajo. Ella es un ejemplo de cómo se puede pasar de conseguirlo todo a no tener nada.
Durante años trabajó como procuradora en la Secretaría de Presidencia del Instituto Social en Buenos Aires durante el mandato de Carlos Menem, pasando por la Cámara de Tribunales y la Corte Suprema. Era propietaria de una empresa funeraria que quebró cuando el gobierno se vino abajo. Fue entonces cuando las deudas la obligaron a venir a España. Ahora, acude a la asociación de inmigrantes Themis para pedir alimentos con los que poder comer el resto de la semana.
Después de varios años cuidando a personas y ancianos ahora se encuentra sin trabajo. "Vivo con mi hermana y su marido, que es español, pero sólo entra un sueldo y con eso no nos llega para pagar el alquiler" explica. Hace un par de meses fue a solicitar la ayuda al retorno voluntario, "por no haber no había ni formularios" comenta. Ahora, sólo espera conseguir un trabajo que le permita vivir bien, "agradezco todo lo que hacen por mí, las asociaciones nos dan comida, los médicos me atienden y me dan tratamiento para la diabetes, pero lo que yo quiero es un trabajo para poder mantenerme por mí misma" añadió.
El desconocimiento y el boca a boca, en ocasiones, llevan a confusiones. Muchos creen que las asociaciones y ONG han paralizado sus proyectos y no tramitan las ayudas. Pero ni crisis económica, ni recorte de presupuestos, ni falta de fondos, lo cierto es que actualmente tanto Cruz Roja como Accem tienen activados sus proyectos de ayuda al retorno.
Más lejos de lo que cabía pensar la economía y el desempleo todavía no han provocado una avalancha de demanda, "sí es cierto que ha habido un ligero ascenso desde mayo", indica Encarna Suárez, Trabajadora social de Cruz Roja. La publicidad de las ayudas en prensa y televisión pueden contribuir a generar "un efecto llamada". No obstante, debemos tener en cuenta que estamos ante un sector que "busca trabajo y por tanto son menos reticentes a la movilidad geográfica", afirmó un portavoz de MPDL.
Y es que no todo el mundo está dispuesto a renunciar a una nueva oportunidad ni a aceptar un billete de ida sin retorno.
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