La riada que cambió un barrio
De de ayer a hoy
La barriada de La Trinidad fue una de las más afectadas por la grave inundación que sufrió la capital en septiembre de 1907 por el desbordamiento del río Guadalmedina
Más de 20 víctimas mortales en la capital, enormes daños en los edificios próximos al cauce del río Guadalmedina, pérdida de numerosos bienes en viviendas y comercios, cortada la electricidad, numerosas calles llenas de barro que en algunas de ellas llegó hasta la altura de la primera planta y tres puentes destruidos. Ése fue el trágico balance de aquella catástrofe ocurrida en la madrugada del martes día 24 de septiembre de 1907, cuyas dramáticas consecuencias quedan reflejadas en la foto de la calle Trinidad llena de barro, como se puede apreciar a la izquierda.
El río Guadalmedina había sido, según Manuel Olmedo Checa, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, “un permanente riesgo para la ciudad al menos desde fines del siglo XII, en época musulmana, cuando la primera riada de la que tenemos noticia se llevó el puente de piedra que existió muy cerca de donde hoy se encuentra el de Santo Domingo”. Al esquilmarse las laderas del río para aprovechar la madera se produjo una progresiva deforestación en la cuenca del Guadalmedina que contribuyó decisivamente a agravar el problema. Durante el siglo XVII las inundaciones fueron cada vez más graves, hasta que en 1661 una enorme riada produjo la mayor catástrofe de la historia de Málaga, causando más de 600 víctimas mortales y cuantiosos daños. A partir de entonces comenzaron a realizarse proyectos para resolver definitivamente el problema, pero el enorme coste de las obras sólo permitió dragar el cauce.
Posteriormente, ya en el siglo de la Ilustración, tras la gran inundación ocurrida en 1764, el maestro mayor de la catedral de Málaga, Antonio Ramos, realizó un gran proyecto para construir un canal por el que se derivaría el río hasta hacerlo desembocar por la actual playa de Huelin. Pero tampoco se acometió esta obra, y para controlar el riesgo se construyeron unos grandes muros de encauzamiento que no evitaron las inundaciones que se produjeron después.
Tampoco llegaron a construirse los desvíos proyectados por Pedro Antonio de Mesa o José María de Sancha. “Creía grande el desastre, pero no tanto. Esto es terrible”, así la calificó el monarca Alfonso XIII en su visita a la zona catastrófica de Málaga tras la gran riá, como fue conocida por los malagueños.
Según el arqueólogo Javier Noriega, tras una monárquica oración celebrada en la Catedral de Málaga, el rey dio 8.000 pesetas para iniciar la recuperación de una ciudad que había quedado enmudecida por una tragedia que muchos ya esperaban y que hoy por hoy hace que algunos miren con temar al río cada vez que el cielo descarga toda su furia.
Precisamente hoy se cumplen 21 años de la última gran inundación que afectó a la capital después de la gran riada de 1907.
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