Una fábrica de ilusiones (4-0)

MÁLAGA - BETIS · LA CRÓNICA

El Málaga se da otro lujo de partido y, a pesar de jugar con uno más 80 minutos, ni se relajó ni se dosificó pensando en la Champions. La combinación entre Saviola y Portillo para el 2-0 fue genial.

Foto: Efe/Reuters
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José L. Malo / Málaga

29 de septiembre 2012 - 20:04

Pasarán los años y la gente hablará del Málaga de Manuel Pellegrini con añoranza. Entonces toda esta magia cobrará mayor dimensión aún. Un título o una final épica lo ascenderían a legendario. Por ahora es una incansable fábrica de ilusiones que produce fútbol en masa, dulces ratos de gran diversión. Hay que agradecerle al equipo que quiera disfrutar y ganar a partes iguales. Ambición y deleite, el cóctel de la felicidad futbolística. Ni la inferioridad numérica del Betis ni la cercanía del choque en Anderlecht les desconectó de ese lado caníbal. En su partido 300 en Primera, el Ingeniero está doctorado en el juego. La Rosaleda es el escenario de su última y gloriosa tesis.

El atracón en el duelo andaluz confirmó que lo de San Mamés fue una parada en boxes. La tendencia de éxito permanece ahí, más allá de la facilidad de jugar contra un rival disminuido numéricamente durante 80 minutos. El Málaga pudo haber ganado con el piloto automático pero no lo hizo, decidió regalarle al aficionado, calado en las gradas, otra tarde arrebatadora, de fútbol total. Dar todo lo que tenía. Es la cultura pretendida de Pellegrini, el gen ganador. A lo Guardiola, prefiere mantener a los suyos en tensión que rotarlos, aunque ayer tuviera coartada para ello. Convencerlos de que siempre hay que mantener el nivel, que ésa es la manera más idónea de encarar el partido de después y de granjearse el respeto de aficionados y rivales. La estrategia es infalible. 14 de 18 puntos en Liga, imbatido en Europa, todavía sin conocer la hiel de la derrota en partido oficial. Ganar entreteniendo y entretener ganando.

La roja a Casto se convirtió en un garrote vil para el Betis. La pillería de Saviola y Eliseu privó a los de Mel de un hombre, el balón y toda su alma. Tiró el penalti Joaquín en lo que pareció ser su victoria en la carrera por encontrar un sucesor a Cazorla desde los once metros. Anunció Santa Cruz que lo celebraría si marcaba, pero fue al otro exverdiblanco al que le tocó afrontar el trago. Transformó a la perfección el golpeo y, sin aspavientos, se fue hacia la esquina donde habían coreado su nombre antes del penalti. Así respetó a las dos aficiones.

Comenzó el monólogo blanquiazul. El Betis pasó de tener la posesión a meterse en su cueva a rezar. Y de esa manera no se defiende al Málaga, se le invita a afilar los colmillos. Beñat se desesperó, Portillo emergió, Joaquín horadó. Y Monreal se mudó al área rival. Pero otra vez Saviola aceleró el pulso. Entre él y Portillo, éste en fuera de juego, convirtieron el césped en un patio de colegio. Desde su centro de gravedad sortearon todos los cuerpos con dos paredes, cinco toques. Otro golazo que sumar a la videoteca de la temporada. Como frente al Levante, Saviola demostró su abrumadora influencia en el juego. Letal en el área, solidario desde fuera. Y astuta movilidad. Tiene carácter ganador, pero su dinamismo también hace mejores a sus compañeros. Los ocupantes de la segunda línea son los que se lo agradecen.

Con el pescado vendido al descanso, cabía preguntarse si aparecería un Málaga de marchas cortas, que reservaría combustible para Bélgica, o si seguirá quemando naves. El Betis ya quedaba fuera de la ecuación. La duda se resolvió rápidamente, en dos paradas suicidas de Adrián, que primero puso su cuerpo delante de Eliseu y acto seguido de Saviola para frenar la sangría. Cinco minutos después Demichelis remató sin mala leche en boca de gol en una de esas jugadas para los resúmenes televisivos de gazapos.

Ahí ya había entrado en calor Isco, algo más ausente en la primera mitad, en la que Joaquín cabalgó amparado en sus nuevos músculos y esa convicción de que le saldrá todo lo que intente. Con Jesús Gámez y Monreal descaradamente animados a la causa del gol, solo Adrián resistió el asedio. Amaya, con un mal despeje, puso la rúbrica. Pero este Málaga elegante no quiere ni regalos ni goles feos. Así que Monreal robó como un jabato, Santa Cruz hizo de Isco y éste detuvo el tiempo con un amago que arrodilló al meta bético y le dio el segundo de ventaja para definir sutilmente al segundo palo, su remate preferido.

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