El Málaga y 15 más (1-1)
Milan-málaga
Junto al Oporto, pero con mejores números, es el primer clasificado para los octavos de final, un logro sin parangón. El equipo supo mandar en San Siro y después sufrir para mantenerse invicto.
Los milanistas lo llamarán San Siro, los interistas Giuseppe Meazza. Para el malaguismo, Milán es desde ayer su meca europea, un lugar de peregrinaje obligatorio. Ya no irán de viaje a conocer la majestuosa vitrina rossonera. Señalarán la portería por donde planearon las manos de gigante de Caballero; también la otra, en la que Eliseu canjeó el enésimo regalo de Isco. Las gradas convertidas en un orfeón de dos mil malagueños, el eco aún parlando español. La Casa del Fútbol de Europeo acogerá el 20 de diciembre el sorteo de octavos. Allí ya está sentado el Málaga, el mejor equipo de Europa, el primero de la clase por las mejores cifras que las del Oporto, su partenaire. Faltan 14 más, 14 que ya no lo verán como una cenicienta. Le llamarán de usted, se arrodillarán y le besarán la mano. Un placer conocerle, pero no queremos su bolita. Respeto como las gradas de San Siro, que estallaron de júbilo como si hubieran ganado su octava Copa de Europa cuando Pato batió a Caballero. Qué grandeza de este Málaga, hacer suspirar de alivio a los italianos y de lamento a sus hinchas por no rematar ya el pase como primero.
Si lograr el pase a la liguilla en Atenas fue como saquear el Olimpo, en Milán se abrió el cielo para los blanquiazules. La sensación final de pedir la hora fue maquillaje que no oculta el supino logro. Asusta el aplomo del Málaga en Europa. Sabe jugar, mandar, sufrir. Aun con el empate se vio un equipo celestial. Metafórica y literalmente. Los pantalones y medias celestes fueron la guinda, un homenaje a los que ya no están. Parecía jugar la Champions el CD Málaga.
Justo dos meses después de su extinción nació Isco, puede que un regalo divino para compensar el dolor. Ese tributo se disfruta hoy. Desde pequeño ya abría las bocas en la plaza de las Flores de Arroyo de la Miel. Quizá para él San Siro fuera otra plaza. El balón es suyo. Aquí, en Milán y donde le dejen calzarse un par de botas. Sigue echando el currículo por cada campo que pisa, también en un templo de solera. Se hacía fotos al descanso Martín Aguilar con Galliani y Berlusconi; ellos la habrían pedido con el benalmadense al término del choque. Podrían haberlo hecho también con Caballero, que se puso dos medallas antes que Eliseu. Parada en rectificado y parada tras no ver salir la falta de Emanuelson. Soberbio. Catenaccio y Caballero significan lo mismo: cerrojo. Él, el de las manos milagrosas sin estridencias, 523 minutos virgen en el club de élite. Hoy podría subastar sus guantes en pujas millonarias. Alguno los compraría para abofetear a Alejandro Sabella, ese tozudo seleccionador. Antes de su recital, Weligton se tiró a tapar el tiro a bocajarro de El Shaarawy como un escolta sobre el presidente americano. Frustrado el Milan, apareció Eliseu para dar una lección de letalidad. De una banda a otra, de lateral a extremo, pasando por Isco, él es su pastor, nada les falta. Bang. El gol se tejió al nivel de la competición. Otro más. La novedad: 0-1 en el único chut a puerta al descanso.
La jugada dio la razón a Pellegrini, que puso a Sergio Sánchez a lateral cambiado para liberar al luso. Se dio cuenta de que jugar alinearlo como zaguero o como extremo es elegir entre un cuchillo de untar mantequilla y una catana. Su segunda parte fue un cortocircuito de elecciones, pero ahí emerge, tres goles en Champions, cuatro contando la fase previa.
El que casi nunca se equivocó fue Camacho, el expreso de Zaragoza. Le enseñó a De Jong la diferencia entre vigor y pegar. El holandés sigue sin aprender la lección. Howard Webb, habrá que tirar de coincidencias en el árbol genealógico, tampoco ha aprendido a expulsarle. Su patada en el pecho a Xabi Alonso tuvo continuidad con un cabezazo a Isco y un codazo a Iturra, que se subió al avión con otra herida de guerra en un ojo. Reapareció luego Toulalan. El matiz, para jugar al lado de Camacho, no Camacho junto a él. Ahora es el francés quien tiene que ponerse al nivel del maño. En un par de robos y una de esas conducciones en que parece imposible que la pierda avisó de que no tardará en lograrlo.
El Milan asustó a ratos, con arreones de Bojan y Constant, a campo abierto y con el efecto rebufo tras el empate, seguramente cuestión justa. Pero el peluquero del grupo es el único que parece hacer bien su trabajo. El Málaga lo borda. El frac de la primera parte no le llegaba al cuello cuando Pato se lo arrancó de un buen cabezazo. Pero debajo lleva el mono de trabajo. Cambió posesiones por despejes, regates por cansancio. Porque en una capa inferior, en la piel, lleva el sello ganador de Pellegrini.
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