La hora de ser Sandro

De promesa canaria a vivir a la sombra de Messi, Neymar y Luis Suárez, el delantero quiere dejar atrás su pasado en el Barcelona para triunfar en Málaga. "Acerté al venir", confiesa.

Sandro posa en un pequeño campo de fútbol en la playa junto a Sacaba.
Sandro posa en un pequeño campo de fútbol en la playa junto a Sacaba.
José L. Malo, Málaga

10 de octubre 2016 - 05:02

Xavi, Puyol, Busquets o Guardiola desfilaron por esa puerta dorada y llena de fotógrafos que conecta, sólo para los elegidos, el filial del Barcelona con el primer equipo. Sus fotos están esparcidas por el Camp Nou. Hay otra puerta, mucho más pequeña y anónima, por la que desfilan tantos talentos de La Masía que no dan el nivel requerido o que en ese momento no gozan de oportunidades. No pocos pueden hacer lo que Sandro. Llegó con 14 años, destacó en cada uno de los escalafones y saboreó las mieles del primer equipo, con el que ganó todos los títulos de clubes salvo la Eurocopa de España. Con un currículo gigante y la sed de triunfo intacta. Allí fue el canario, la nueva promesa de la cantera, el hombre de refresco de Messi, Luis Suárez o Neymar. Se bajó este telón. Ahora llega el momento de ser Sandro, justo lo que más desea y ya empieza a demostrar.

El grancanario llegaba cada día a trabajar embelesado por compartir trabajo con Messi, Neymar y Luis Suárez. Hasta que a medida que se acercaba el fin de semana reparaba en lo que significaba. "Sabía que no iba a jugar. Sólo podía aprender. Es lo único que puedes hacer cuando estás al lado de los tres mejores del mundo", rememora.

Al menos, puede presumir de que fue él quien se bajó del tren, no alguien que lo vio pasar desde el andén. Aunque a punto estuvo de no subir: "Yo tenía 14 años recién cumplidos cuando fiché. Y se hace duro, muy complicado. Dejas atrás familia, amigos, infancia... Sabía que estaría solo, pero era lo que yo quería, nadie me obligó. Recuerdo una visita a Las Palmas. A la vuelta, en el aeropuerto, le dije a mi madre: 'no me quiero ir'. Te pasas allí el verano y retomas todo lo que dejaste atrás. Entonces mi madre me dijo que me fuera, que tenía que hacerlo. Gracias a ella y a esa decisión pude seguir y hoy estoy aquí".

La familia es lo más sagrado para Sandro. "Es lo único que me traería de Las Palmas. Lo demás lo tengo todo aquí. Ahora vivo con mi pareja, pero me he pasado mucho tiempo solo", enfatiza el delantero, que sabe lo orgulloso que están ellos de él: "Mis padres me dijeron que en cuanto estuviera mal en Barcelona, no pasaba nada si me quería volver. Pero yo tenía ganas de triunfar, sabía que era la oportunidad para salir. También lo hice por mi familia, porque para ellos era un orgullo que estuviera en el Barcelona. Por eso tomé la decisión". Igual que la de salir de allí. "Sabía que mi rol iba a ser secundario, que no tendría los minutos que necesito para crecer futbolísticamente y como persona. Tenía que venir a un sitio donde pudiera pelear un puesto de verdad", cuenta un Sandro que apenas ha necesitado un par de meses para "saber que acerté". "Mis compañeros me recibieron de manera sensacional. Me han acogido, me ayudan en cualquier cosa. La gente es muy amable", disfruta el canario, que ya intuía su buena decisión por lo que vivía como rival del Málaga: "Sientes cómo se vive el fútbol aquí. Recuerdo estar en el banquillo hablando con los compañeros de la pasión que hay en La Rosaleda. Se me ponían los vellos de punta".

Sandro, el chico del barrio de Las Torres, ahora es visto como el fichaje estrella por esa misma afición. Eso sí, él repite constantemente que llega para "ser uno más". Le gusta ser un héroe escondido bajo su capa. Y una coraza llena de timidez, no de soberbia. Hasta el punto de que, si pudiera, se quitaría todos los tatuajes que bañan sus brazos. Para que no le asocien a un estilo de vida que no es el que le gusta, sencillo y hogareño. En ellos figuran la fecha de nacimiento de sus padres, el 9, el dorsal que ha lucido hasta hace bien poco, algunos dibujos de su gusto "y las Islas Canarias, que siempre serán mis islas". Hace unos días se dibujó otro en Málaga, un paisaje lóbrego con un cruce de caminos, aunque aclara que no tiene nada que ver con su nueva vida. Es obra de Sergio Fernández, que ya decoró los cuerpos de Isco, Samu Castillejo o Rosales y posee una alta repercusión a nivel planetario.

Algunos de esos tatuajes hablan por él. No es tipo de muchas palabras a priori. Hasta que se siente cómodo en la conversación. La playa a los pies de su casa le permiten recordar sus orígenes, aunque admite no haberla pisado aún. Es el único canario aquí, como lo era cuando llegó al Barcelona. "Estaban Pedro y Jeffren, pero ya en el primer equipo", rescata. El primero de ellos, con recorrido y protagonismo en el primer equipo, llegó a ser un referente. "Yo pensaba: 'si ha llegado él, ¿por qué no yo?' Aunque mi referente de siempre -aclara- era el Guaje Villa. Fue de los mejores del mundo, en el que más me he fijado. Cuando yo era niño él estaba en el primer equipo. El trato no podía ser igual, pero pasaba por tu lado y te daba la mano. Quieras o no, eso para un niño es mucho", cuenta.

Aunque no puede ocultar que del Barcelona se lleva las clases magistrales de su brutal tridente. Si pudiera arrebatarle una cualidad a cada uno, lo tendría muy claro. "A Luis [Suárez] le robaría la pelea y la fuerza. Está los 90 minutos pugnando, se pelea con cualquiera y en cada balón. A Messi, si pudiese, le quitaría la pierna izquierda. No he visto un jugador así en mi vida. Es el mejor del mundo, incomparable. De Ney la calidad, hace cosas que no he visto hacer a nadie en los entrenamientos. Fue increíble entrenar con ellos", subraya el atacante de 22 años, que también les pone "un diez como personas. Estoy muy agradecido por cómo trataron a un chico que subió tras haber peleado mucho. Tengo muy buenos recuerdos y no lo olvidaré jamás".

Como el equipo, a Sandro le está costando carburar. No está siendo continuo, si bien ya empieza a ser un jugador diferencial. Por lo pronto, sus dos goles le colocan como máximo anotador de Juande. Dos goles de bella factura y vitales para imantar dos triunfos. "Importantes porque los delanteros vivimos de eso. Si son en esos momentos puntuales, mejor que mejor", cuenta el exazulgrana. El primero de ellos lo firmó íntegramente con la pierna izquierda. Control orientado y definición fuerte arriba. Imparable. Aunque la inercia es pensar que fue en La Masía donde la enseñaron a manejar la zocata, es la mejor moraleja que le dio el fútbol. Ocurrió de pequeño, en la cantera de Las Palmas. No recuerda si fue el año que superó los cien goles una temporada u otra, pero sí quien se la ofreció: Paco Lesmes. "Las Palmas se llevaba a los mejores jugadores de las islas, así que en nuestros partidos había muchas goleadas. Cuando llegábamos a diez goles, nos decía: 'todo el mundo a jugar con la pierna mala. El que la toque con la buena va al banquillo'. Y así no te quedaba otro remedio que aprender. En Barcelona también te lo perfeccionan, pero yo siempre tengo presente esa historia, quizá por eso la manejo mejor que otros", relata con una sonrisa en la boca.

Queda mucho de aquel niño. Siente Sandro que de algún modo es la hora de conectar con esas sensaciones. Ahora con la gran formación de su exitoso paso por Barcelona, también con dos meniscos menos -se rompió los de cada pierna en las categorías inferiores del Barcelona-. Y la tranquilidad de sentirse actor de una obra coral. "No repercute en mí que piensen que puedo ser la estrella. Yo no lo pienso, no me preocupa el protagonismo. Vine para ser uno más, a pelear un puesto. Salvo que seas Cristiano o Messi, nadie lo tiene garantizado", insiste el futbolista blanquiazul, que este fin de semana del parón se quedó con las ganas de volver a casa por los malos enlaces aéreos. Aunque aquí ya ha encontrado algo similar en Torremolinos: "Esa zona se asemeja mucho a Canarias y es por donde suelo moverme". Dan fe de ello los que le habían visto en más de una ocasión comiendo por el Tiki Restaurant, un establecimiento especialista en sushi, una de sus debilidades culinarias.

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