La Alameda que surgió de las olas
El espacio que en la actualidad ocupa el principal paseo de Málaga se formó por el amplio arenal que se fue asentando delante de las murallas de la ciudad hace ya más de cinco siglos
La Alameda Principal tiene un origen natural que pocos conocen. Los permanentes aportes de tierra originados por las repetidas inundaciones del cercano río Guadalmedina provocaron la formación de un amplio arenal delante de las antiguas murallas de la ciudad y el alejamiento de la playa. No fue hasta finales del siglo XVIII cuando las autoridades concibieron transformar aquel espacio en un paseo público, siguiendo las ideas de mejora urbana inspiradas por el espíritu de la Ilustración.
Este paseo, inicialmente más corto, se prolongó hacia el río cuando en 1816 se demolió el Castillo de San Lorenzo, pequeña fortaleza defensiva que ocupaba el sector occidental del actual paseo. Desde un principio la Alameda, o Salón de Bilbao, como también fue conocida durante un tiempo, se convirtió en el lugar de residencia de las grandes familias burguesas malagueñas del siglo XIX, como los Larios, los Heredia, los Loring, los Orueta, los Oyarzábal, los Rein y otras. Además, fue sede de los más importantes hoteles y espacio de paseo de los malagueños de todas las condiciones sociales.
La convivencia entre estas familias daba pie a los matrimonios entre sus miembros y que eran, según el historiador Víctor Heredia, "auténticas alianzas empresariales en muchos casos". Con la llegada del siglo XX esas familias fueron decayendo o se trasladaron a los barrios residenciales del este, por lo que muchos edificios fueron dedicados a oficinas o a instituciones oficiales.
La Alameda fue, además, punto de referencia de los viajeros extranjeros que durante todo el siglo XIX recalaron en la ciudad debido al atractivo del paseo arbolado y a la presencia en sus márgenes de los principales hoteles malagueños. Este paseo fue, dijo el experto, "la protagonista urbana del nacimiento de la moderna hostelería malagueña, ya que a principios del siglo XIX la gran novedad en el sector del alojamiento fueron las fondas, establecimientos de origen francés que, en aquellos momentos, representaban la modernidad y el confort. De hecho, varios hoteles se instalaron en antiguas casonas que habían pertenecido a familias principales.
Pero en esa época el nuevo Parque se convirtió en el lugar preferido de paseo y las necesidades del creciente parque automovilístico de la ciudad hicieron que, primero, en 1924 se habilitara una rotonda alrededor del monumento al marqués de Larios, y al año siguiente, dentro del plan de grandes reformas impulsado por el Ayuntamiento el paseo central, hasta entonces peatonal, se transformara en una avenida abierta al tráfico.
La foto, que data de entre 1925 y 1930 en los años de la dictadura de Primo de Rivera, se tomó cuando el viejo paseo de la Alameda se transformó precisamente en una avenida abierta al tráfico rodado. A finales de esa década se le dio el nombre de Alameda de Alfonso XIII, pero esa denominación duró poco. Durante la II República recibió la denominación oficial de Alameda de Pablo Iglesias, nombre que en 1937 se convirtió en Avenida del Generalísimo hasta que con la democracia volvió a ser, simplemente, la Alameda Principal.
LA ESTATUA QUE PRESIDE EL PASEO
El monumento al segundo marqués de Larios de la Alameda Principal se trata de uno de los hitos referenciales de la ciudad. Situado entre el Palacio de la familia Larios y la calle que lleva su nombre, el monumento fue inaugurado el 1 de enero de 1899 como todo un símbolo del poder de la oligarquía local. Fue realizado por Mariano Benlliure, uno de los mejores escultores españoles de la época, y consta de un elegante pedestal coronado por la estatua en bronce de Manuel Domingo Larios y Larios, segundo marqués (1836-1895). A ambos lados del pedestal se disponen dos figuras, una masculina también en bronce que representa al trabajo y otra femenina, semidesnuda, que ofrece un niño al marqués. Esta figura, de mármol blanco a diferencia de las anteriores, es de una gran belleza y ha sido interpretada como alegoría de la caridad. Benlliure esculpió un excelente estudio de desnudo femenino que aúna una marcada sensualidad con la ternura que inspira el rollizo cuerpecito del bebé, mutilado en sus manos y en uno de sus pies por los variados incidentes sufridos por el monumento, especialmente en 1931, cuando la estatua del marqués fue derribada y tirada a las aguas del puerto. Hasta 1951 no recuperó el monumento su distribución original.
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