De lo eterno y del cambio
arte
Marc Montijano presenta en la galería La Casarosa un conjunto de pinturas y esculturas, además de los 'residuos' de una de sus características 'performances'
Tras el último año en el que Marc Montijano ha venido desarrollando cada mes en el CAC Málaga una acción de su ciclo Metamorfosis -aún le quedan varias entregas más-, el artista presenta en la Galería La Casarosa un conjunto de pinturas, esculturas, así como los residuos de una de sus características performances desarrollada durante la inauguración.
Esta exposición en este nuevo espacio (con la de Montijano celebra su segunda muestra y pretende singularizarse con cursos y talleres ofrecidos por los propios artistas que exponen) ofrece la oportunidad de vislumbrar la cercanía y la distancia, las convergencias y diferencias, entre su obra plástica y sus acciones. Aunque su continuada presencia en el CAC Málaga, junto a otras intervenciones de carácter crítico en el espacio público (El suicidio de Pablo Picasso, 2009), le han reportado una indudable visibilidad como performer, el ejercicio de la pintura es anterior a esta faceta, de la que parten algunos de los recursos estéticos que ha sabido trasladar con acierto al mundo de la acción artística dotándolos de significado. Es el caso de las cuerdas, que en la plástica le sirven como únicos elementos gráficos, como únicas figuras, que se superponen al lienzo, al fondo dominado por la abstracción, mientras que en sus performances, eludiendo ese sentido formal, son elementos indispensables que hacen las veces de ataduras de las que se libran las personas que participan en ellas en un metafórico proceso de continua evolución y metamorfosis.
Su pintura tiene una evidente filiación con el informalismo matérico, aunque Montijano ha conseguido desterrar cualquier huella de dramatismo y violencia de aquél a favor de la armonía, la mesura o el equilibrio para, de este modo, escapar de lo torturado y desembocar en un estado de ascetismo y paz espiritual. A esto también ayuda el interés por despojar a la pintura de lo evidente de la figuración o de la violencia del gesto y del color, ya que sus telas se hallan dominadas por el blanco y por colores que intensifican cierto sentido de descorporeización que redunda en lo etéreo y lo espiritual.
No en vano, el universo de Montijano está dominado por un ansia de esencialidad y pureza que consigue gracias a la eliminación de lo superfluo. Esta intención subyace igualmente en sus acciones, en las que sus personajes, a los que llama metas, se encuentran despojados de todo lo prescindible apareciendo desnudos y ocultando el rostro bajo una capucha, de modo que devengan imagen y arquetipo del hombre y no de lo individual y concreto.
Sus metas, que recuerdan a los presos de Abu Ghraib, suelen estar acompañados en su entorno por cuerdas, con lo que se convierten en una suerte de reos en busca de la libertad. Mientras que su pintura aspira a lo esencial y lo eterno, sus acciones vienen a ser una indagación en lo mutable, en la facultad de cambio y en la capacidad humana de resilencia, esto es, de superar y sobreponerse al entorno hostil y a las situaciones dramáticas que nos pueden azorar y poner incluso en peligro.
Frente al sesgo historicista de su obra plástica, su arte de acción mantiene un compromiso absoluto y una implicación con la más estricta contemporaneidad. Así, suele hacer dialogar a sus personajes con la obra de otros artistas, como en sus intervenciones en el CAC, de modo que le valen para ofrecernos ámbitos de reflexión en torno a la guerra (en diálogo con Artista invisible dispara de José Medina Galeote), el consumismo desaforado (en diálogo con la muestra de Sylvie Fleury) o el escarnio, el maltrato o el anonimato (en diálogo con 396 mujeres de Santiago Sierra). Asimismo se ha hecho eco de acontecimientos como la primavera árabe; sus personajes en plena metamorfosis se convertían en metáfora del cambio de algunas naciones como Túnez, tal como escenificó en Metamorfosis VI: algunas semillas ya están germinando (febrero 2011, CAC Málaga).
Montijano crea atmósferas dominadas por un profundo sentido de recogimiento y reflexión acerca de la condición humana que contrastan con algunos de los episodios más trascendentales del accionismo, como es el caso de la escuela vienesa. En esas atmósferas, o ante sus pinturas, el espectador puede, tal vez, sentir que se encuentra ante espejos que le devuelven una imagen propia: de lo eterno y del cambio, del que vive o del que anhela.
Marc Montijano. Galería La Casarosa. República Argentina 23, Málaga. Hasta el 21 de octubre.
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