Cuando Franco se metió un gol en propia meta

El periodista Ramón Ramos presenta '¡Que vienen los rusos!', donde explica con documentos inéditos por qué España renunció a jugar contra la URSS en 1960

Cuando Franco se metió un gol en propia meta
Cuando Franco se metió un gol en propia meta
G. Cappa

03 de marzo 2013 - 05:00

Hubo una época en la que los visados españoles llevaban un gran sello que ponía: "Este pasaporte es válido para todos los países del mundo excepto Rusia y los países satélites". En este contexto, en 1960, el destino quiso que la Selección Española de fútbol quedase emparejada con la Unión Soviética en los cuartos de final de la primera Copa de Europa de Naciones. De aquí parte Ramón Ramos (Granada, 1953), periodista andaluz de raza y testigo en primera fila del proceso autonómico andaluz, en ¡Que vienen los rusos! España renuncia a la Eurocopa de 1960 por decisión de Franco, un nuevo volumen que acaba de llegar a las librerías.

En las 230 páginas de la investigación el periodista muestra con documentos inéditos cómo la dictadura usó la censura para silenciar en todos los medios del país que habían prohibido a Di Stéfano y compañía jugar contra el equipo soviético. "Qué es lo que teme Franco? ¿Acaso tiene miedo de que los futbolistas españoles, en un contacto de 90 minutos con los jugadores soviéticos, se convirtieran al credo comunista? ¿O es que el dictador de España está temblando porque la llegada a Madrid del equipo nacional soviético podría socavar los cimientos del llamado mundo libre?", se pregunta con sorna el autor en uno de los capítulos.

El libro es la crónica de los días que van desde un viernes en el que el Consejo de Ministros reunido en Barcelona decide que España renuncia a jugar la eliminatoria, hasta el miércoles siguiente en el que los jugadores están citados para viajar a Moscú. "El Gobierno decide que España no va a jugar los partidos pero la Federación intenta por todos los medios revocar esa orden y convencer a Franco de que revoque la orden, permita a la selección jugar en Moscú y que a la semana siguiente la selección soviética venga a España", explica Ramos. A la vez que el Consejo de Ministros decide la autoeliminación da orden a la censura, "que era un organismo gubernamental", para que no se hable del asunto en radio, periódicos ni televisión. Pero no sólo de que España renuncia, "si no que tal jugador está lesionado o la táctica que van a emplear". El libro aporta el documento en el que la censura ordena a los medios que no informen de nada, documentos que debe a la "generosidad" de Bernardo de Salazar, que es además el prologuista del libro. Los medios, amordazados, sólo pudieron publicar pasados los días un escueto "se suspenden los partidos contra la URSS" sin entrar en más detalles.

¿Fue una decisión personal de Franco no jugar el partido? "Todo el mundo sabe que España renunció a jugar, pero la novedad es que España se inscribió en la primera Copa de Europa de Naciones a pesar de que ya en el año 58 había consultado al Ministerio de Asuntos Exteriores y este le había respondido que era criterio del Gobierno que ninguna selección española se inscriba en competiciones en las que pudiera darse la posibilidad de enfrentarse a Rusia", responde Ramos adelantando otro de los titulares de su investigación. Pero la Federación inscribió al equipo pensando que las posibilidades de tropezar con los rusos eran muy remotas. Y el azar juguetón los emparejó a las primeras de cambio para disgusto de las autoridades. Según Ramón Ramos, la gran preocupación del régimen, más que España viajase a Moscú, "era que una delegación soviética viajase a Madrid y se produjeran algún tipo de altercados". También estaba el hecho simbólico de que enfrente de Franco, en el mismísimo Bernabéu, ondeara una bandera roja con la hoz y el martillo.

El periodista sitúa esta decisión en el contexto histórico de aquellos años. España ya era aliada de EEUU y por aquellos días se había producido el incidente del U-2, un avión espía norteamericano derribado, lo que produjo una escalada de la tensión. "En la prensa extranjera se justificó la renuncia española en el marco de este incidente y por el fracaso de la Conferencia de París", comenta.

Pero, además de la alta política, en la decisión final también pudo jugar un factor tan pedestre como el miedo a perder. Según Ramos, en el Consejo de Ministros en el que se decide que España no juega hubo un debate entre los duros del régimen -militares sobre todo- y los más aperturistas que intentaban demostrar que los éxitos deportivos contribuyen a mejorar la imagen externa de cualquier régimen político, "ya sea dictadura de derechas, comunista, democracia, república...". Al final, "los más conservadores dentro de un régimen muy conservador" impusieron sus tesis.

Y Francisco Franco, que era consciente de que era una medida muy impopular, casi no tuvo más remedio que acatar la decisión tomada a mano alzada en su Consejo de Ministros, quizás siguiendo la máxima que ponen en su boca en Espérame en el cielo: "El secreto para gobernar este país es no meterse en política". Para el autor, "hasta los dictadores tienen que hacer sus equilibrios de poder, lo que demuestra que en un régimen monolítico había diferentes posturas". En resumen, incluso para Franco era difícil revocar una orden tomada por sus más allegados.

Según el periodista, parece que Franco, en su juventud, había sido aficionado al fútbol. "Él quería éxitos deportivos y no es descabellado pensar que una de las cosas que influyeron fue que no se podía garantizar que España fuera a ganar. De hecho, la prensa extranjera también lo puso así", explica.

¿Y la calle? "Yo tenía cinco años y no puedo hablar de esto, pero mi padre me comentó que fue una decisión muy impopular, algo que reconoció el mismo Franco", responde. A partir de se momento hay una protesta oficial soviética pidiendo sanciones hasta que el día 30 se reúne la UEFA y se intenta retomar el partido, aunque es ahora cuando la URSS de Nikita Kruschev se niega.

A tal punto llegó el esperpento que los jugadores llegaron al hotel de concentración sin saber nada de esto. Entre ellos estaban Di Stefano y Luis Suárez y aprovecharon para confesarse hasta que a las doce el mediodía le dieron la noticia. Una gran selección a la que la política le cortó las alas del águila que por entonces lucían en sus escudos.

De este episodio se pasa a 1964, cuando llegan los soviéticos a Madrid y pierden la final de la Copa de Europa en el Bernabéu con la bandera roja ondeando en el campo. Y no pasó nada. Según Ramos, el mismo Franco reconoció en conversaciones privadas que fue un partido muy deportivo. El autor destaca que, sin duda, hubo medidas excepcionales de seguridad. Incluso recoge un hipotético intento de atentado que se desveló en un libro de los muchos que salieron en la Transición, donde se hablaba de un intento de hacer estallar una bomba en el Bernabéu. "Yo lo recojo, pero lo desmiento", asegura.

La gran pregunta es, ¿por qué en el 60 se oponen a jugar contra Rusia y se cercenan las posibilidades de un gran equipo y en el 64 se permite que vengan? "La razón no existe", responde, "hay que ir a la propia esencia de un régimen arbitrario. Desde la propia lógica del régimen de Franco había más razones en el 64 que en el 60 para prohibir los partidos".

Así que cuatro años después llegó el gol de Marcelino que ha pasado a la posteridad acompañado de la voz del locutor Matías Prats. Ramos destaca que esta victoria coincide con el 25 aniversario del final de la Guerra Civil, por lo tanto, 25 años de Franco gobernando el país. Esto se conmemora con una gran campaña, 25 años de paz, y resulta que en plena campaña se juega la final España-URSS. Para mayor gloria del Generalísimo, en el sorteo de las equipaciones le toca a España jugar con su segunda equipación azul. Y en el césped se enfrentan a las camisetas rojas de los rusos. "Todo esto 25 años después de la victoria de Franco contra el comunismo y todos los medios hablan de una nueva victoria de los azules contra los rojos", señala el autor.

En el 60 la URSS tenía un gran equipo y acabó ganando la Copa de Europa con Yashin en la portería. Cuatro años después, Suárez, Rivilla y Pereda, los únicos que quedaban de la selección que no pudo jugar, ganaron la Copa de Europa que Di Stéfano no pudo conseguir por los miedos del régimen franquista.

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