El anfiteatro fantasma de la Málaga romana

Ningún hallazgo arqueológico lo ha corroborado, pero las referencias sobre unos sillares aparecidos en el siglo XVIII en la Plaza de la Merced han sembrado la duda desde entonces

El anfiteatro fantasma de la Málaga romana
El anfiteatro fantasma de la Málaga romana
Raquel Garrido Málaga

28 de julio 2013 - 05:00

El pasado romano de Málaga, la antigua Malaca, sigue siendo un apasionante enigma que poco a poco va arrojando luz sobre el esplendor vivido en una época de la que su mejor y mayor reflejo es el Teatro que albergó. Los vestigios arqueológicos sobre un espacio urbanísticamente consolidado desde hace siglos van apareciendo con cuentagotas y aún hay demasiadas preguntas sin respuesta, mucho por descubrir, para entender cómo era aquella ciudad que alcanzó su máximo esplendor entre los siglos I y III después de Cristo gracias al puerto que servía de puerta al continente africano. Uno de esos fantasmas que aún vagan por la historia, y al que el tiempo sigue sin identificar, podría dar un giro a la magnitud de la huella dejada por la civilización romana en la capital.

No hay ningún resto arqueológico que lo atestigüe ni ninguna referencia de la época que lo mencione, pero sí varias reseñas documentales de historiadores de épocas más tardías y que fueron suficientes para sembrar durante siglos la duda de si bajo la actual Plaza de la Merced del centro histórico de la ciudad se esconde un fastuoso anfiteatro donde se podrían haber celebrado ludi gladiatorii o juegos de gladiadores, o venationes o cacerías, tantas veces representados en el cine.

La referencia más conocida, y seguramente la primera que se hizo al respecto, sobre la posible presencia de esos restos procede de Cristóbal Medina Conde, sacerdote que fue condenado por falsario y que publicó unas Conversaciones históricas malagueñas bajo el seudónimo de Cecilio García de la Leña, que aparecieron en cuatro tomos entre 1789 y 1793. En el segundo tomo escribió: "En cuanto a anfiteatro me parece que lo hubo, según los vestigios que se descubrieron al abrir las zanjas del Hospital de Santa Ana, y del Convento de las Monjas de la Paz, que está inmediato. En ellas se descubrieron fragmentos de edificios con bóvedas, y sobre ellas pedazos de gradas en forma circular, esto junto con lo espacioso de aquel sitio, que era un suburbio del pueblo, da algún fundamento para conjeturar haber estado en aquel lugar el anfiteatro, o edificio semejante como el gimnasio donde luchaban desnudos los gladiadores".

El Hospital de Santa Ana, al que se refería aquel autor, ocupaba, según explicó a este periódico el historiador malagueño Víctor Heredia, el lateral este de la Plaza de la Merced (donde hoy en día está el edificio de los antiguos cines Astoria y Victoria) y data de principios del siglo XVI. El convento de la Paz, por su parte, se extendía en el mismo solar de las Casas de Campos, en el lado norte, y fue construido en la segunda mitad del XVI y reformado en el XVIII.

Pero Medina Conde no aclaró en sus escritos si él vio esas ruinas o si simplemente las conocía de oídas, por tradición o por autores que escribieron antes que él. Sin embargo, Francisco Guillén Robles, historiador más académico que renegó siempre de la obra de Medina Conde, publicó en 1880 su Málaga musulmana, en la que sí asumió la existencia de un teatro o un anfiteatro en la Plaza de la Merced para lo que se apoyó en el testimonio de Medina Conde y en una referencia árabe que hablaba de que, aunque derruido, el edificio se conservaría en la época musulmana "pues los moros malagueños llamaron Bib Almalaab o Puerta del Teatro sin duda a la que después se llamó Puerta de Granada".

Otros autores, en cambio, como María Isabel Calero Secall y Virgilio Martínez Enamorado en su libro Málaga, ciudad de Al-Andalus editado en 1995, creen que el término árabe al Malab puede tener varias traducciones. Una es teatro, pero otra es lugar espacioso, especialmente explanada para maniobras militares o alardes. Aunque parece que el espacio que ocupa la plaza fue en época islámica una musalla o lugar al aire libre donde se reunía la comunidad para rezar o incluso para hacer rogativas de lluvia en época de sequía.

De ser cierto que existiera un edificio de esas características bajo la emblemática Plaza de la Merced, Alejandro Pérez-Malumbres, arqueólogo y guía oficial de turismo de Arqueoguía, aseguró que no se sabe a qué altura exacta aparecieron los restos ni la dimensión que tenía aquel edificio que debía tener forma elíptica y que no se correspondería con el cuadrilátero actual. Tampoco si se construyó a la vez que el Teatro Romano, al inicio del Imperio cuando cambia definitivamente la fisonomía heredada de la antigua ciudad fenicia.

El hecho de que los historiadores que mencionaron el hipotético hallazgo hablaran de bóvedas y galerías "hace pensar en criptopórticos para la distribución del público, lo que nos indica un edificio de gran tamaño, porque el teatro malagueño por ejemplo carece de ellos", señaló el arqueólogo.

Son varios los indicios que llevan a pensar, según Pérez-Malumbres, que podría ser verdad y es lo que los urbanistas llaman la ley de permanencia en el plano, por la cual los lugares abiertos suelen perpetuarse a lo largo de la historia y sobre la Plaza de la Merced nunca se ha construido".

Parte del edificio pudo ser de muros de obra, parte aprovechando la topografía natural del lugar para ahorrarse trabajo, como sucede con la cauea o graderío del teatro. Por la topografía de la zona, el catedrático de Arqueología de la Universidad de Málaga, Pedro Rodríguez Oliva, señaló que "permite pensar que se construyera allí", si bien dejó claro que no se ha encontrado en la epigrafía ninguna inscripción que mencione la existencia de un anfiteatro o un circo en la Málaga romana. Y es que en esa época era costumbre que los magistrados locales, elegidos para el cargo durante un año, pagaran juegos circenses como agradecimiento al desempeño de su mandato que quedaba registrado en la columna o el pedestal de alguno de los edificios públicos.

Pero no es descartable, dijo, que "en una ciudad como Málaga existiera un edificio de esas características dada su importancia en el comercio marítimo con África y el resto del Mediterráneo".

Solo una excavación permitiría salir de dudas, pero hasta ahora no se ha planteado nunca por el elevado coste económico y las dificultades que conllevaría en una zona urbanizada. Carmen Peral, jefa de Arqueología de la Gerencia Municipal de Urbanismo del Ayuntamiento de Málaga, aseguró que para la última remodelación llevada a cabo en la Plaza de la Merced se bajó hasta una profundidad de 11,36 metros sobre el nivel del mar "porque la obra no requería más" y se hallaron restos de la ciudad de los siglos X y XI de la época musulmana, pero nada de la época romana que están más abajo. Donde sí se bajó a más profundidad fue en el lateral oeste de la plaza tras la demolición de un edificio en la esquina con la calle San Juan de Letrán. Allí, aparecieron piletas anteriores al siglo IV después de Cristo.

En la zona este de la Merced, al inicio de la calle Victoria en el número 7, también aparecieron piletas dentro de una villa. Pero del hipotético anfiteatro romano ni rastro. El hecho de que hayan aparecido en la zona restos de canalizaciones de un sistema de recogida de aguas frente a avenidas, dado que la plaza es el punto de confluencia de las escorrentías de los arroyos del norte de la ciudad, "lleva a pensar que no tiene mucha lógica que construyeran nada allí".

Por la fisonomía de la plaza, que se fue allanando con el tiempo debido a la acumulación de material de arrastre cuando llovía, la experta se inclina más porque los restos a los que aluden los historiadores de siglos anterior que aparecieron podrían corresponder a una palestra o lugar donde se ejercitaban los gimnastas. "El interior de este tipo de edificios no necesitaba ninguna obra en el centro porque se ejercitaban sobre la arena, aunque sí tenían graderío pero no de la magnitud de un anfiteatro".

De hallarse sería el único de toda la costa malagueña, porque el más cercano estaba en Singilia Barba, Antequera. Tal vez algún día se resuelva el misterio que aún sigue enterrado.

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