La puerta invisible al Barroco
La calle Hinestrosa, en pleno centro histórico, es un testimonio vivo del urbanismo del siglo XVIII en Málaga, y también un muestrario de cómo se ha asumido en la ciudad su conservación
Liarse a buscar las huellas del Barroco en una ciudad que convierte la casa taller de Pedro de Mena (el único edificio del siglo XVII que queda en pie) en el Museo Revello de Toro no deja de tener algo de cínico. La Málaga anterior al siglo XIX es una ciudad invisible, por no decir extinta. Aunque aún laten enclaves en los que el Barroco más tardío, ya racionalista, el del siglo XVIII, persiste de manera discreta, a modo casi de una resistencia a la que nadie presta atención. Una calle tan invisible como la llamada Hinestrosa, entre Madre de Dios y Frailes (en cuya esquina se sitúa la Casa Hermandad de la Cofradía de Gitanos), encierra en su breve tramo una historia sorprendentemente detallada de la Málaga del siglo XVIII, la diezmada por la hambruna y el tabardillo, la todavía contada entre las más peligrosas de Europa por su índice de criminalidad, la que se resistía a la Ilustración pero era capaz de fundar la Escuela Náutica de San Telmo, la que sobrevivía a duras penas gracias a su condición portuaria, la que entonaba los primeros cantes, la que se preparaba para sufrir a vuelta del siglo los desmanes absolutistas, la que hizo del Perchel un arrabal inmenso al que convenía no entrar. La calle Hinestrosa es un libro abierto de este tiempo. Y lo es gracias a sus casas de la época. En algunas de ellas la señal resulta inconfundible: portales y ventanas aparecen hermosamente rematadas con pinturas murales, con sus motivos geométricos y silvestres, como puertas a otras casas imaginarias. Muy cerquita, la iglesia de San Felipe Neri demuestra que este recurso no se empleaba únicamente para realzar edificios de escaso renombre: de hecho, el 90% de las casas malagueñas del siglo XVIII presentaban decoraciones similares. Pero, al mismo tiempo, la calle Hinestrosa ofrece puntual información sobre el modo en que este legado histórico se ha conservado en Málaga, con sus luces y sombras, con lo que ya se ha logrado y lo (mucho) que queda por hacer.
Ciertamente responde la vía a la categoría invisible: por aquí no pasa nadie. Si se entra desde Madre de Dios, la impresión es que el tiempo se ha quedado congelado. Lo que se percibe de la calle Frailes al fondo es un perfil de ruina. El suelo, reservado exclusivamente a los peatones, está sucio casi cualquier mañana que uno se asoma a la callejuela (los perros hacen su trabajo con la impunidad de sus amos). En la misma vía hay dos establecimientos hoteleros con encanto, la Casa de las Mercedes en el número 18 y el Riad Andaluz en el 24. En ambos buzones aparece un número de teléfono al que el interesado puede llamar en caso de que nadie responda al timbre. En el portal del número 25 aparece una placa con el lema Málaga Estates. Contemporary Properties in Historic Málaga. En cuanto a los edificios, si es cierto (que lo es) que todas las casas que hubo en esta calle tenían pinturas murales, la progresión en cuanto a su conservación no puede ser más dispar: hay casas espléndidamente reformadas, otras cuya rehabilitación parece haberse quedado en punto muerto y otras sometidas al ejercicio implacable de la ruina. También hay edificios de nueva construcción: en algunos casos, la arquitectura respeta el peso de la Historia con discreción y afinidad; en otros, las fachadas asépticas, los cierres metálicos y los tonos grises parecen jugar en contra del conjunto.
Un ejemplo de rehabilitación satisfactoria es la que luce el número 10. Se trata de un proyecto de los arquitectos Rafael de Lacour y Alberto Santoyo culminado en junio de 2008. El informe de la intervención recuerda que la edificación "posee la peculiaridad de formar parte del único conjunto de viviendas seriadas construidas en el siglo XVIII que se han conservado hasta nuestros días en Málaga". El espacio que comprende la actual calle Hinestrosa "formaba parte de una parte del desamortizado convento de la orden de la Merced que Tomás Berry vendió en 1781", por lo que "se inserta en una operación racionalista de la segunda mitad del siglo XVIII de valor tipológico, constructivo y urbano". En virtud de la reforma se emprendió una rehabilitación integral del inmueble, en la que según el informe se cuidaron tres aspectos fundamentales: la acomodación de un programa mayor de viviendas al sistema de crujías existente, la recuperación desde el punto de vista constructivo de los sistemas y elementos originales empleados y la propia restauración de las pinturas murales, con su cromatismo sintético de marrones y negros.
Un caso bien distinto es del número 22. Aquí las viejas pinturas murales también han salido a la luz, pero resulta difícil verlas ya que la fachada se encuentra cubierta con unos andamios. La rehabilitación se quedó aquí a medias, como esperando un reemplazo. Y el caso no es desde luego único en el centro histórico de Málaga. Fuentes de la Gerencia de Urbanismo consultadas por este periódico recordaron que la Ordenanza de Conservación e Inspección Técnica de las Edificaciones (ITE) de la ciudad, aprobada en 2006, contemplaba la obligación de los propietarios de edificios protegidos o construidos antes de 1907 de realizar las inspecciones antes del 31 de diciembre de 2008. En el caso de que los edificios necesitaran reformas, éstas debían estar terminadas en el plazo de un año. Pero las mismas fuentes señalaron que "a menudo las obras de restauración exceden la mera conservación", con lo que los plazos inevitablemente se vulneran, "aunque en todo momento exigimos que al menos edificios como los de la calle Hinestrosa tengan la protección necesaria". Con las epidemias de cólera del siglo XIX y de peste en el XX todo se cubrió de cal. El olvido hizo el resto. Es el sino de las ciudades invisibles.
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