Cultura

Sabina y sus recuerdos de Pedregalejo

  • El cantautor presentó en Málaga el disco '500 noches para una crisis'

A sus 65 años y tras un ictus, Joaquín Sabina levantó de sus asientos a los más de 4.000 seguidores que el miércoles por la noche acudieron al Martín Carpena a la presentación de su disco 500 noches para una crisis. El ubetense no defraudó y durante más de dos horas desgranó una veintena de canciones del DVD grabado en el Luna Park de Buenos Aires.

"Boquerones y forasteros", saludó el de Jaén para empezar un concierto que arrancó con Ahora que. La actuación estuvo trufada de guiños hacia el público local. "Málaga no es un lugar cualquiera para mí. En Pedregalejo, en el Zambra, hicimos una sucursal de La Mondrágora donde fuimos los más felices; tan jóvenes e indocumentados como éramos". Sus seguidores se desarmaron en aplausos.

El concierto era el primero desde que el pasado martes saliera al mercado su DVD. Sentado en un taburete y con su ya clásico bombín, Sabina fue deleitando a un público "cómplice" con su música. Interpretó 19 días y 500 noches, Barbi Superestar, Una canción para la Magdalena y Ese no soy yo, una versión libre de un tema de Bob Dylan, "el juglar de Minnesota". Al ex jugador argentino de fútbol Claudio Caniggia le dedicó Noche de bodas y a Virtudes, su primer amor, Pero qué hermosas eran.

Dejó que sus músicos se lucieran con interpretaciones en solitario. "Ellos componen, ríen, lloran, gozan, sufren y componen conmigo. Me han aguantado más años que ninguna mujer. Todos cantan mejor que yo, pero yo cobro más", bromeó el cantautor.

Recordó que a sus 50 tacos -cuando triunfaba 19 días y 500 años, trabajo que reedita revisado en 500 noches para una crisis- sufrió un ictus, "me dejó una chica, me adoptó otra". Antes de cantar A mis 40 y 10, evocó "con nostalgia" su lado más gamberro, cuando le echaban de los bares. Pero tras aquel ictus, confesó que tuvo que dejar "algunas sustancias no exactamente recomendables para la juventud". Con su voz cada vez más rasgada, arrancó cerrados aplausos de un público en el que se mezclaban históricos cincuentones y jóvenes con apenas veintipocos; todos unidos por su poesía urbana y transgresora. Tras casi dos horas, hizo el paripé de dar por terminado el concierto con Y nos dieron las diez. La canción puso a los asistentes de pie. La multitud coreó el estribillo, mientras el de Úbeda les escuchaba.

Tras un par de canciones interpretadas por sus músicos, Sabina no se hizo rogar y volvió a salir al escena. Mara Barros, su voz femenina cantó Y sin embargo, una copla que hizo rabiar a las gradas. Luego, el cantautor jiennense siguió con Y sin embargo te quiero. Después tocó Princesa, que volvió a poner a su público de pie.

A excepción de los cuatro conciertos que dio en diciembre en Madrid y Barcelona, Sabina llevaba cinco años sin actuar en solitario. Entre canción y canción, reconoció que la gira que lo llevará por 16 ciudades españolas parecía cortita, "y empieza a ser interminable". Pero se entregó con esmero al público malagueño que tenía ganas de disfrutarlo.

Sobre la medianoche, dejó otra vez a sus músicos solos sobre el escenario. Pero sus incondicionales le aclamaban y salió por segunda vez. Interpretó entonces Peces de ciudad, un tema que no suele cantar en público y que justificó en "la que está cayendo".

Tras más de dos horas, el concierto sí se acercaba al final. Para entonces se guardó Contigo, cuya letra modificó para decir que no quería "París con aguacero, ni calle Larios sin ti". Nuevamente, él se calló y el público le demostró que se sabía la letra al dedillo. Para la despedida reservó Pastillas para no soñar, que puso a la gente otra vez de pie mientras el ubetense marcaba el ritmo con los platillos. Y ya sin instrumentos tarareó con sus músicos La canción de los buenos borrachos. Y entonces sí llegó el final.

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