Perfección técnica contra improvisación y duende

Lourdes Gálvez Del Postigo

07 de noviembre 2009 - 05:00

Auditorio de la Diputación Provincial. Fecha: 5 de noviembre. Formación de Daniel Casares: Daniel Casares (guitarra), Agustín Carrillo (flauta), José Marín (bajo) y Manolo Toro (percusión). Formación de La Cañeta: La Cañeta (cante), Juani Santiago (guitarra), Yaya, Kiko y José Salazar (palmas) y Juanma 'El Canastero' (percusión).

Dice Manolo Sanlúcar que la técnica hay que dominarla para después, en el escenario, olvidarse de ella. Daniel Casares ilustra idóneamente esta frase, pues su alto dominio técnico se encuentra indisolublemente unido a su enorme talento. Prueba de ello fue su recital del jueves donde, una vez más, demostró su amplia dimensión musical, que abarca mucho más que el toque flamenco. Empezó en solitario por tarantos y, acompañado por su grupo, hizo unas deliciosas guajiras, tangos, bulerías y la rumba Jugueteando. La estructura de sus obras comienza bajo el canon flamenco para buscar otros sonidos hasta volver a lo flamenco y acabar con guiños a lo tradicional. Un absoluto despliegue de sensibilidad musical.

Después llegó La Cañeta, con ese genio de los que saben reinventarse en cada actuación. Tras ver su espectáculo, te sientes afortunado por haber presenciado arte auténtico y espontáneo del que no se aprende en academias. A la Cañeta no tiene precio verla desde las primeras filas, para observar su expresividad e interpretación de cada letra. No empezó como otras veces, de pie, sino que lo hizo sentada, muy bien de la voz, cantando soleá por bulería. Siguió por tientos y un largo recorrido por tangos, su especialidad, acordándose de Pastora, de su madre La Pirula, incluso del Piyayo, y ya no pudo contenerse más y se levantó y dio sus pataítas. Siguió con unos fandangos personales y, para descansar, pidió a su marido que cantara por Huelva. Salazar, con la voz ya perdida, dio sin embargo muestras del gran artista que fue en su plenitud, llamando por bulerías a la guitarra al finalizar los fandangos, y marcándose unas vueltecitas.

Para terminar, La Cañeta regresó por bulerías en las que mezcló letras populares con fragmentos de canciones, con genial versión de 19 días y 500 noches de Sabina, quien seguro que la hubiera disfrutado de haber estado allí. El público, muy satisfecho, la despidió en pie.

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