Juventud y magisterio flamencos
Teatro Cánovas. Fecha: 10 de marzo. Guión: Larry Cohen, Joseph Tura. Cant: Jesús Méndez con la guitarra de Miguel Salado y Luis de Córdoba con la guitarra de Manuel Silveria.
La segunda jornada de Flamenco viene del Sur llegó al Cánovas en forma de recital de cante con dos visiones distintas del flamenco. Primero, la juventud y las ganas de gustar de Jesús Méndez. Este jerezano nos brindó una actuación con altibajos. Comenzó muy bien, eligiendo corridos gitanos rematados por el pregón de Macandé, un palo de raigambre que se escucha muy poco, donde mostró su voz potente y flamenca. Continuó por cantiñas, bastante bien, pero quiso agradar por malagueñas y no estuvo a la altura. Se decantó por malagueña del Mellizo con la introducción por granaínas, sin ligar los ayeos característicos, partiéndolos, dejando el cante huérfano de pellizco. La soleá del Charamusco estuvo floja y falta de aire, en parte por el acompañamiento de guitarra de Miguel Salado, que en vez de ir por soleá apolá, fue por bulería por soleá, apagando drásticamente el palo.
En las siguiriyas estuvo cómodo, y se quejó con pellizco. Nos hizo los estilos de Frijones y el Marruro y remató con la cabal del Loco Mateo, forzando aquí la voz, resultando chillona. Siguió con una tanda de fandangos, con una forma de cantar que rompe la estructura del cante al unir tercios sin buen criterio. El final, con bulería con pataíta, fue jerezano cien por cien.
Tras una breve pausa, la elegancia y maestría de Luis de Córdoba llenaron el escenario. Su recital fue una clase magistral; no en vano Luis se ha caracterizado por su compromiso con la investigación y el estudio. El comienzo fue un alarde de facultades, con una vidalita preciosa, en la que los agudos llegaban limpiamente al falsete en un derroche de musicalidad. Después nos cantó la evolución de la toná a la siguiriya, pasando por la toná grande, la de Chacón, siguiriyas de cambio, livianas y cabal, un recorrido magnífico y pedagógico. Continuó haciendo una serie de viejas cantiñas, deliciosas, maravillosamente acompañadas por Manuel Silveria. Con un gusto exquisito y gran personalidad, cantó malagueña de Chacón y remató poderosamente con el fandango de Cayetano Muriel. Tuvo el detalle de improvisar una letra de bambera a petición del público. Después, nos embriagó con una bellísima colombiana, y para terminar, nos hizo unos tientos tangos en los que recorrió los estilos de Pastora, Vallejo, el Titi de Triana, Badajoz y Cádiz. Un cóctel de ingredientes de alta calidad -la afinación impecable, la modulación de la voz, el gusto al interpretar, las letras sabiamente escogidas entre lo clásico y lo nuevo, el amplio abanico de palos, la profesionalidad- que dejó al público satisfecho, despidiéndole en pie.
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