La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
pasado, presente, futuro
QUIEN haya visto Bailar en la oscuridad comprenderá que a Lars Von Trier se le está adjudicando un perfil bastante distinto al que tanto tiempo lleva mostrando. Más vale alejarse de Anticristo si uno no quiere redondear la esencia del director danés, puesto que, pese a ser un retrato bastante frío sobre la personalidad humana, acaba por ser un complejo psicoanálisis de la oscuridad. Sin embargo, pese a que todo el ambiente recreado a lo largo del filme sea un collage de la cinematografía de Tim Burton, el descenso a lo inexistente, a lo estrafalario y a lo grotesco es una excusa para mostrar que la mente reserva terrores para el futuro. Y Trier, pese a todo, sigue insistiendo en que Anticristo era "demasiado bonita". Tal vez se podría tachar de delirio audiovisual, y de hecho, la cinta acaba por ser un lienzo que se desintegra. El aparente sentido transgresor que el director danés aplica no es más sugerente que cualquier enfermedad mental o que cualquier locura esquizofrénica. Es una interpretación abierta a su obra, ambigua, si bien los compatriotas del director la han calificado como "obra maestra", aquí, probablemente, ese término sólo aparece si Trier pide una crítica directa. Pero la magia del cine de Von Trier no reside en cualquier muerte sobrenatural, ni cualquier acto sobrehumano, ni siquiera en la imaginación de sus personajes y sus pensamientos... Reside en la fuerza con la que éstos disparan al aire para alejar a los buitres de su persona, por intentar buscar la solución a lo inexistente. Recaer en la locura es un daño colateral, y de ahí pretende cortar la esperanza por el camino fácil: de nada sirve levantarse si vuelves a caer. Ahora bien, la maestría con la que provoca este tan cruel desenlace simboliza tanto la rareza como el impresionismo de su obra. Y la fórmula funciona, resulta que tanto crítica como público aplauden esta barbarie visual, y se rinden a los pies de Von Trier. La joven promesa del cine danés resurge después de aquel musical tan férreo como el que fue Bailar en la oscuridad. Y tras Anticristo, a Trier parecen verle como a un tándem de sadismo visual entre Wes Craven y James Wan (Saw). Más de uno le relacionaría con polémicas como las generadas por A Serbian Film y Martyrs. No puede presumir de haber colaborado en estas salvajadas, pero sí de generar polémica; ya parece haberse disipado el viento que llevaba las palabras del director: "Yo entiendo a Hitler, aunque comprendo que hizo cosas equivocadas, por supuesto. Sólo estoy diciendo que entiendo al hombre, no es lo que llamaríamos un buen tipo, pero simpatizo un poco con él". Presentando Melancholia, donde Kirsten Dunst representa el depresivo y sistemático canon del director, Von Trier quebró la mirada de Cannes. Como resultado, le colgaron el cartel de persona non grata, y lo sumó a la lista de declaraciones polémicas que albergan desde "soy el mejor director del mundo" a la más reciente (también en Cannes) "mi próximo trabajo será una cinta pornográfica". Ahora que su particular visión del fin del mundo es más un llanto a la vida que cualquier representación humanista, Trier parece estar más encasillado que Jim Carrey, y el dilema existencial sobre la depresión y la caída lo demuestran. Melancholia puede recaer en un majestuoso calcado de Anticristo, y puede parecer un Memento sin acción en mano , aunque la mente se merece el espectáculo visual que ofrece a niveles que muy pocas mentes podrían llegar a imaginar.
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