Alcohol, adolescencia y embarazo

la tribuna

12 de enero 2012 - 01:00

EXISTE un número significativo de adolescente y jóvenes, no marginados ni especialmente conflictivos, que se reúnen los fines de semana con la intención de divertirse y pasarlo bien, y que utilizan el alcohol como instrumento para relacionarse con los demás, pues consiguen de manera fácil, rápida y barata un estado de euforia, alegría y desinhibición que facilita ese objetivo. Se congregan en espacios públicos que ellos sienten como suyos de tal manera que están dispuesto a defenderlos como algo propio, y así lo gestionan, recreándose en una experiencia de libertad, con una sensación de impunidad, autonomía, invulnerabilidad y la firme convicción de tener perfecto derecho a lo que hacen. La fuerza y seguridad que proporciona el grupo, la ausencia de límites horarios, la clara percepción de no ser una actividad de riesgo y el empañamiento de normas éticas, morales o sociales, completan un cuadro muy sugestivo y atrayente, que se encuentra reforzado por la rebeldía patognomónica de la edad. En un primer análisis se evidencia que lo importante no es el consumo de alcohol, que además se hace de manera rápida y sin control para coger el punto de manera inmediata, sino la necesidad de relacionarse, comunicarse y sentirse seguros en un grupo de iguales, con plena libertad para hablar y hacer sin hipotecas de ningún genero. No tienen conciencia de estar haciendo algo malo ni extraño: el sitio es público y la venta de alcohol es legal, ¿por qué renunciar a estas vivencias? Son tiempos añorados durante la semana y, ¡qué difícil es luchar contra los deseos de las personas! Pasado el fin de semana todo sigue igual, pero la memoria emocional y la grabación en los circuitos neuronales de esas experiencias gratificantes pueden ir saltando al consciente y el recrearse en ellas, supone ya una intencionalidad de repetir cuando se presente la ocasión... que puede ser el próximo fin de semana. Así sucede y el colocarse con el alcohol es una experiencia que se repite. En este contexto las relaciones sexuales representan casi un protocolo a cumplir cuando la ocasión se presente; "lo normal a su edad es tener relaciones sexuales", dice un anuncio muy difundido, e incluso insinúa la edad de 13 años. La ausencia de una primera menstruación es justificada por múltiples causas y la idea de un embarazo se valora cuando aparece la segunda falta: en este tiempo ha podido seguir saliendo los fines de semanas. Bien, la ciencia es taxativa: con tres consumos excesivos de alcohol, o sea, con tres intoxicaciones etílicas, que no tienen que ser muy agudas, realizadas en las ocho primeras semanas de gestación, la posibilidad de desencadenar un síndrome alcohólico fetal es superior al 70%. Es necesario considerar que la vulnerabilidad de la mujer al alcohol con respecto al varón es muy superior y que, a igualdad de peso y cantidad de alcohol consumido, la alcoholemia o cantidad de alcohol en sangre es también muy superior, fundamentalmente porque en ella tiene menor contenido de agua en su organismo, menor presencia de alcoholdeshidrogenasa en su mucosa gástrica, que es la vía principal de metabolización y eliminación de alcohol, y una mayor sensibilidad hepática. Durante esta fase embrionaria del embarazo es cuando se desarrolla la organogénesis y no podemos olvidar que el alcohol es teratógeno, es decir, tiene la capacidad de producir malformaciones especialmente en las primeras semanas de la gestación. Este es el argumento que confirma que en este periodo no existe nivel seguro documentado de ingesta de alcohol: son consumos peligrosos y de riesgos sin importar la cantidad; el cerebro se está desarrollando y no existe consumo prudente. El alcohol atraviesa fácilmente la barrera placentaria y es evidente que por mínima cantidad de consumo, el embrión no se encuentra, en absoluto, equipado para su eliminación o metabolización, y cualquier cantidad se convierte en una sobredosis; el consumo frecuentemente asociado de tabaco, al disminuir la perfusión sanguínea de la placenta, potencia los efectos del alcohol y es un factor añadido de riesgo.

Las características del síndrome alcohólico fetal son fundamentalmente: afectación del sistema nervioso central: retraso mental, al que se asocia anomalías faciales y retraso en el crecimiento prenatal y posnatal .

El relativismo, que es una sutil forma de ignorancia, está perversamente contaminando parte de la conciencia social y así se acepta la normalidad de los fines de semanas en nuestros jóvenes y adolescentes y el consumo de algo de alcohol como natural e incluso necesario, y nos quedamos "activamente pasivos" a pesar de las graves consecuencias que siempre son seguras, especialmente cuando la historia de este síndrome afecta a dos cerebros, es el "dos por uno": el cerebro de una madre en pleno desarrollo primaveral y el de un embrión que empieza a definirse como órgano.

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