Político en cien días
Antonio Vargas Yáñez
Y si hubiera sido un mango
La esquina
SER rico es una cosa extraña: nunca consideras que ya tienes bastante". Lo dice la protagonista de El caso de la viuda negra, una película que Bob Rafelson rodó hace más de veinte años. Cierto: el dinero envenena a las personas. A las que no lo tienen, por necesidad; las que lo tienen tampoco se libran de su influencia: piensan que podrían aspirar a más y, por supuesto, que se merecen más.
Y si el dinero en general es tóxico, el dinero fácil es droga dura. La codicia se ve notablemente espoleada por la cercanía del dinero y alguna circunstancia que lo haga accesible. Eso explica la frecuencia con que jóvenes trabajadores normales se dedican a alijar droga en el río o agentes del orden se dejan sobornar por los narcos. Sólo con hacer la vista gorda multiplican sus recursos escasos y dificultosamente conseguidos. No digamos cuando estás gobernando y la diferencia entre la modestia y la buena vida depende de un voto en un pleno municipal, una recalificación de terrenos o la concesión de un servicio. La tentación no vive arriba, sino justo al lado, en el despacho del constructor, en el móvil del intermediario, en el chalé de lujo.
El alcalde de Estepona, Antonio Barrientos, es el sexto regidor municipal mejor remunerado de España, solamente por debajo de los alcaldes de Madrid, Barcelona y otras ciudades notables. La Fiscalía Anticorrupción sostiene -ya veremos si con pruebas sólidas- que a Barrientos su salario legal no le ha resultado suficiente y que por eso ha liderado una trama de corrupción en su municipio, junto a varios concejales, funcionarios y empresarios. Las acusaciones son de tráfico de influencias, cohecho, prevaricación y blanqueo de capitales, y el modus operandi, el ya conocido: venta de terrenos públicos a bajo precio, recalificación posterior y consiguiente pelotazo a cambio de comisiones. "Unos cuantos han confundido lo público con lo privado para enriquecerse", dijo el alcalde cuando saltó la Operación Malaya. Ayer salió esposado de su casa bajo sospecha de eso mismo, de confundir lo público con lo privado para enriquecerse.
En la columna amiga de abajo tienen una reflexión certera sobre los aspectos políticos del caso de Estepona, la absoluta falta de reflejos de los gobernantes y la basura éticamente contaminante que se expande cuando se enfoca de manera partidista un fenómeno de raíz tan profunda como el gilismo. Estos fangos de hoy se han venido formando con el lodo de muchos años. La codicia no se puede erradicar de la condición humana, sólo cabe combatirla desde el principio con radicalidad, afecte a los nuestros o a los otros, haga ganar o haga perder alcaldías, genere crisis de partido o la cierre bajo la premisa de que es preferible ponerse una vez colorado que ciento amarillo.
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