El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
La tribuna
AL PP, el repugnante affaire urbanístico, esta vez en Estepona, le ha cogido en el inicio de su enésimo viaje al centro tras el congreso marianista celebrado en Valencia. A la crispación de la pasada legislatura le acompañó su desprecio y olvido de la historia, como le sigue ocurriendo a Javier Arenas.
Arenas salió como fallero mayor del cónclave del PP y, en esa coyuntura, el tema de Estepona le podía abrir nuevas puertas para su meta de 2012. Eso sí, negando el pasado y practicando la doble moral. Lo que no hizo, disolver el Ayuntamiento de Marbella, cuando era ministro, lo desea ahora, en condiciones bien distintas, en Estepona. Después, cuando estalló Malaya y Marbella se quedó con el gobierno en la cárcel, tampoco fue partidario de una gestora.
Es más, surgida otra operación contra el urbanismo delictivo, esta vez afectando al PP -sumario Alhaurín el Grande-, la achacó a una persecución política, se solidarizó con los presuntos malhechores y denunció la falta de profesionalidad de la titularidad del juzgado de Coín. Bochornoso, impropio de un partido incardinado en el estado de derecho.
Pero si lo anterior es fuerte, no ha sido menos el propio comportamiento de Arenas con el gilismo y sus sucesores. En Marbella y en Estepona.
Marbella. Todo empezó a mediados de 1995. Días antes habían acontecidos las elecciones municipales. Aquella noche tuvo lugar el encuentro de Javier Arenas con Jesús Gil en el lujoso edificio marbellí, el Náyade, del entonces presidente del Atlético. Tenían en agenda cerrar un pacto para seguir desplazando del poder municipal al PSOE y repartirse esa tarta. Para Jesús Gil, esas elecciones le habían ratificado su mayoría absoluta en Marbella. Además, su poder se extendía a Estepona y Casares. La primera, para su hijo, por voluntad de las urnas; la segunda, a través de su ya prevista compra de ediles electos de otros grupos políticos. A su vez, el PP iba a acceder, a costa del PSOE, a las alcaldías de Vélez-Málaga, Nerja, Rincón de la Victoria, Málaga, Torremolinos y Fuengirola. Benalmádena asimismo caería en manos de un ex militante del PP, Enrique Bolín.
En esa cruzada anti-PSOE, Arenas estaba interesado en el poder político provincial; Gil, en sus negocios de la Costa donde tenía su única representación. Fue fácil el acuerdo. El GIL le entregaría al PP la alcaldía de Benahavís a través del único concejal que tenía, Felipe Plasencia, imputado en su etapa como alcalde de la localidad abulense de Arenas de San Pedro, donde Gil tenía su finca Valedoliva, y que posteriormente al citado pacto hubo de cesar al ser judicialmente inhabilitado. También para el PP la presidencia de la Diputación Provincial, bastando que se abstuvieran los giles para no levantar demasiados aspavientos. A cambio, el PP elevaría a Jesús Gil a la presidencia de la Mancomunidad con su voto que incluía los de Esperanza Oña y Fernández Montes. En los postres de dicha cena, Arenas designó a Joaquín Ramírez, actual presidente del PP de Málaga, para cumplimentar lo acordado. Y Jesús Gil eligió a Ignacio Crespo, entonces secretario general del GIL. Las ulteriores reuniones de estos dos representantes se sucedieron en el restaurante Valparaíso de Mijas. Arenas, diez meses después, ya con Aznar en la Moncloa, ocuparía el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
Caso de Estepona. Tras las municipales de 1999, el PP dio un giro en su política de alianzas, obligado por las tensiones diplomáticas que había originado la presentación del GIL en Ceuta y Melilla. Acordó con el PSOE impedir el acceso a las instituciones del grupo GIL. En el caso de Estepona, Gil Marín había perdido la mayoría absoluta. Aquí se elige la lista del PSOE que cuenta con siete ediles y preside la alcaldía en coalición con PP, PA e IU.
Eso funciona hasta 2001. Ya en descomposición el GIL, y con un PP deseoso de absorber al gilismo, Arenas urde una operación a través de Joaquín Ramírez, y Sánchez Bracho que presidía la Mancomunidad fruto de ese pacto anti-GIL. Por el otro lado, Ignacio Crespo con los restos del gilismo dividido en tres bloques. Ambas partes montan la moción de censura y derriban al PSOE de la alcaldía de Estepona. Rosa Díaz, entonces del PP, sale elegida como alcaldesa gracias al apoyo de los cuatro ediles del PP y de siete de los nueve gilistas. El escándalo fue tal que Ramírez rehuyó asistir a ese Pleno. Delegó en Mariví Romero. Sobre la base de ese acuerdo del PP con Crespo, se creó la concejalía de Planeamiento y Gestión, que llevó el urbanismo esteponero a través del gilista Sánchez Pinacho, persona de confianza de Jesús Gil Marín en su agencia inmobiliaria Gilmar. Tres años después -24.09.04- ocurrió algo parecido, con sus peculiaridades, en Ronda; esta vez coaligado el PP con el GIL y el PA en su moción de censura contra el PSOE gobernante.
En fin, Sr. Arenas el amnésico, son tiempos para dejar que la Justicia y la Udyco sigan trabajando hasta llegar al fondo del asunto. También para que cada político, del color que sea, que ha participado, como usted, en los desaciertos de Estepona, reflexione y saque como conclusión que en democracia no debieron existir nunca atajos gilistas para llegar cuanto antes al poder.
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