El puchero

Teresa Santos

O la vega o el anillo ferroviario

16 de marzo 2011 - 01:00

ESTÁBAMOS casi empezando en aquello de caminar por senderos democráticos cuando Antequera despertó. Fue a principio de los años noventa. Era alcalde de la ciudad el actual consejero de Cultura de la Junta de Andalucía, Paulino Plata. En aquel momento, la ciudad estaba unida, luchaba por diversificar y dinamizar su economía desde dentro, por ponerla en valor. Lo que allí se creó fue un referente a lo largo de mucho tiempo.

Ahora, la cosa es distinta. Les llega desde fuera, impulsado por el Ministerio de Fomento, un proyecto que se anuncia como la panacea contra el desempleo local, un desempleo al que puede haber contribuido que aquella autonomía empresarial y emprendedora de finales de los ochenta se dejara comer el terreno poco a poco por el modelo del ladrillo.

Lo que viene ahora, lo que se propone, ya no es ladrillo, sino una muralla a tres metros sobre el nivel de la vega de Antequera para construir ese famoso anillo ferroviario para el que, al parecer, el Ministerio de Fomento no ha encontrado mejor ubicación que una tierra fértil llena de olivos, viñas y cultivos de rotación de altísima calidad. Con la cantidad de tierras llanas e improductivas que tiene este país nuestro.

Los impulsores del anillo ferroviario en la vega de Antequera se están encontrando de frente con una plataforma ciudadana a la que no se convence con cantos de sirena. En ella no solo están representados los agricultores, también lo están asociaciones de desarrollo sostenible, como Antequera habitable, asociaciones de vecinos o grupos ecologistas.

Muchos vecinos de Antequera están perplejos por lo que allí está ocurriendo. Les dan información pública sobre el trazado de ese anillo por la cara sur de la sierra de la Camorra y ahora anuncian un recorrido distinto por la vega lindando la cara norte de la sierra.

Antequera está dividida entre quienes consideran que una inversión millonaria y los siete mil puestos de trabajo ofrecidos son argumento suficiente para olvidarse de cientos de hectáreas de cultivo, y aquellos otros que no pueden justificar que dos pueblos como Mollina y Humilladero se queden encerrados dentro de ese anillo, que no pueden comprender por qué no se estudian otras tres alternativas distintas de ubicación como marca la ley, en lugar de ofrecer a cambio de la aceptación del proyecto, la recuperación de espacios naturales como la laguna de Herrera, que en sí mismos merecen ser atendidos y no moneda de cambio.

Me gustaba la Antequera autónoma de principios de los noventa en la que el discurso de las instituciones públicas no difería del de los empresarios, trabajadores o agricultores de la zona.

Ahora el nuevo discurso coloca la economía local en otras manos.

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