1989, 2012 y 2016

Tres fechas en el calendario de triste recuerdo en la provincia malagueña por las inundaciones y las muertes que se produjeron

La última, ayer, se suma a la lista de pesadillas

La de 1989 fue la peor en la capital y sus efectos duraron tres semanas

Vista de cómo iba el río Guadalmedina en 1989.
Vista de cómo iba el río Guadalmedina en 1989.
R. Garrido

05 de diciembre 2016 - 02:18

Málaga/1989, 2012 y, desde ayer, 2016. Tres fechas que se han quedado grabadas en la memoria de los malagueños por las fuertes inundaciones que se produjeron, incluyendo además varios fallecimientos, y que se revivieron en la jornada dominical de ayer a primera hora de la mañana, cuando buena parte de la provincia estaba en alerta roja y los servicios de emergencia estaban prácticamente desbordados. 27 años han pasado ya de una de las mayores tragedias vividas en la historia reciente de Málaga. Triste aniversario que recuerda lo ocurrido el 14 de noviembre de 1989 que dejó a la capital de la Costa del Sol sumida en el más absoluto caos. La ciudad amaneció aquel día recelosa por el mal tiempo que azotaba con fuerza en el litoral y apenas bastaron unas horas para comprobar que la naturaleza la atacaría con toda su furia.

Un cielo plomizo que dejaba caer algunas gotas dispersas hacían presagiar que aquel martes no iba a ser un día normal. Fue poco después del mediodía cuando la catástrofe comenzó a cernirse sobre la capital. Hasta las 13:00 de la tarde de ese día la lluvia no hizo acto de presencia en Málaga. Todo se oscureció de repente y el encendido del alumbrado público en pleno día hacía presagiar lo peor. Empezó a caer con moderación, pero la intensidad que alcanzó en sólo unos minutos desbordó cualquier previsión por culpa de los 150 litros por metro cuadrado que cayeron en apenas una hora y media sobre la capital, desbordando ríos, acequias y vías.

Un matrimonio fallecido, barriadas enteras incomunicadas, trabajadores encaramados a los tejados de sus naves para no ser arrastrados por la corriente, calles convertidas en improvisados ríos, coches arrastrados y amontonados por la fuerza del agua, casas anegadas, carreteras cortadas, polígonos industriales rodeados por un repentino lago y cultivos engullidos por la riada. Ese fue el panorama dejado tras de sí.

La impresionante tromba de agua y granizo que había descargado con una fuerza descomunal hizo que las comunicaciones telefónicas se volvieran una misión imposible, el suministro eléctrico sólo funcionaba en algunas zonas y el abastecimiento de agua comenzó a escasear. El problema fue que al día siguiente las lluvias siguieron y otras tres personas fallecieron. La capital se quedó definitivamente sin luz y sin agua y el primer balance arrojaba pérdidas materiales millonarias y cuantiosos destrozos.

Otra tromba de agua volvió a dejar sumida en el caos a la ciudad tan sólo dos días y un agricultor murió al intentar cruzar con su vehículo el río Campanillas. Cuando la capital comenzaba a recuperar la normalidad se produjo una nueva inundación el 26 de ese mismo mes y ésta vez fue la zona este de la que sufrió los mayores daños. Una mujer murió cuando el agua le sorprendió en su vivienda y un día más tarde fue un vagabundo el que murió arrastrado por el desbordamiento de un arroyo.

Aquel temporal de hace ahora 25 años, se alargó durante varias semanas y hasta el 8 de diciembre, día en el que la capital sufrió la cuarta inundación en sólo tres semanas por culpa del río Guadalhorce, la pesadilla no terminó. Las graves inundaciones ocurridas entonces dejaron atrás ocho víctimas mortales tras muchos días consecutivos de fuertes lluvias que no dieron respiro. Al entonces alcalde de la ciudad Pedro Aparicio, recientemente fallecido, las trágicas inundaciones le pillaron de regreso de Tokio adonde había viajado para promocionar el futuro Parque Tecnológico de Andalucía de la capital. Pero el recuerdo de lo que vivió a su vuelta no podrá olvidarlo nunca. Una ciudad destruida, que tardaría mucho tiempo en volver a la normalidad. Aquella catástrofe ayudó a las administraciones a entender el serio riesgo en el que se encuentra la capital malagueña para hacer frente a unas inundaciones de esa magnitud por la ausencia de infraestructuras. Salvo en el río Guadalhorce, no ha sido mucho lo que se ha avanzado desde entonces y los expertos coinciden en que podría volver a repetirse.

En 2012, cuando ya parecía olvidada la gran riada de 1989, el fantasma volvió a aparecer. Era 17 de noviembre y casi 1.500 llamadas se recibieron entre las 10:00 y las 16:00 en la capital. El cielo se oscureció al amanecer y sólo los incesantes rayos que cayeron sobre la capital permitieron vislumbrar el preludio de una catástrofe. Poco más de tres horas bastaron para que una impresionante tromba de agua, alentada por una tormenta de gran intensidad, sumieran a Málaga en el más absoluto caos por la anegación de barriadas enteras, avenidas intransitables, carreteras cortadas y el riesgo de desbordamiento de prácticamente todos los arroyos que discurren por ella. En total, centenares de incidencias que milagrosamente no se saldaron con daños personales en la tercera inundación que sufría Málaga en menos de dos meses, a pesar de que en apenas dos horas llegaron a caer más de cien litros por metro cuadrado en algunas zonas de la ciudad. Lo peor se produjo entre las 10:00 y las 13:00 y obligó al Centro Meteorológico de Málaga a decretar el nivel máximo de alerta y al Ayuntamiento a activar el plan de emergencia en previsión de que la lluvia iba a ser torrencial. Más de 200 efectivos municipales formaron a partir de ese momento un dispositivo especial de trabajo para tratar de atender las múltiples incidencias que provocó la descomunal tormenta. Policía Local, Bomberos, Servicios Operativos, Parques y Jardines, Servicios Sociales, Emasa, Limasa y distritos municipales se vieron desbordados por las cerca de 1.500 llamadas que recibieron los teléfonos de emergencia municipales hasta las 16:00 de la tarde.

Las zonas más afectadas fueron Los Asperones, donde 20 familias tuvieron que ser desalojadas, la Carretera de Cádiz; la zona este y el entorno del arroyo Aceitero, aunque las inundaciones se repitieron en numerosos puntos de la ciudad en los que una enorme balsa de agua lo cubría todo y se podían ver contenedores de basura flotando. Dos indigentes tuvieron que se rescatados del Guadalmedina al sorprenderles la crecida del cauce. El caos llegó a ser tal en torno al mediodía que el Ayuntamiento hizo un llamamiento a los ciudadanos para que no salieran de sus casas en vehículo a menos que fuera estrictamente necesario para dejar trabajar a los servicios de emergencias que no daban abasto dados los enormes destrozos que provocó el agua.

Aún así, la tromba de agua pilló por sorpresa a muchos conductores que quedaron atrapados en los auténticos ríos en los que se convirtieron varias de las arterias principales del tráfico de la ciudad como la de Andalucía, Héroe de Sostoa, la Plaza de la Merced o Ciudad Jardín, donde se podían ver vehículos subidos a las aceras para evitar ser arrastrados por la riada. Las incidencias en el tráfico fueron numerosas y obligaron al cierre de calles y avenidas, entre ellas Lope de Vega y Lope de Rueda, Ortega y Gasset, La Rosaleda, Paseo del Limonar, subida a Cerrado de Calderón y la avenida de Las Postas en Parque del Sur. Además, el túnel de Cerrado de Calderón, en la ronda de circunvalación de Málaga , quedó temporalmente cortado ayer por desprendimientos en la ladera en sentido Cádiz, y aunque fue reabierto horas después, se produjeron cortes por nuevas caídas de materiales durante todo el día. Uno de los carriles del túnel de San José, también en la ronda de circunvalación, también tuvo que ser cortado por la formación de balsas de agua en la calzada.

Pero la subida del caudal de arroyos y ríos fue el peor enemigo con el que los servicios de emergencia tuvieron que batallar durante unas largas y amargas horas para evitar males mayores. Aún así, hubo algunas anegaciones en el Paseo de Sancha por la gran cantidad de agua con la que bajaban los arroyos de la Caleta y Toquero, y que se desbordaron a la altura de El Limonar.

El arroyo Jabonero también estuvo a punto de desbordarse y provocar una catástrofe en el entorno. En la zona de arroyo Aceitero, entre Mangas Verdes y Monte Dorado, varios desprendimientos de rocas bloquearon el encauzamiento hacia el embovedado de esa vía de agua y hubo algunas viviendas que se quedaron aisladas. También se quedaron prácticamente incomunicadas las barriadas malagueñas de El Tarajal, Huertecilla y Santa Águeda como consecuencia de las lluvias torrenciales que anegaron durante varias horas los caminos y calles que le dan acceso.

Otro de los puntos de la ciudad donde la tormenta causó más estragos fue la Avenida Héroe de Sostoa. Allí, hubo decenas de locales, garajes y viviendas completamente anegados, sobre todo, en los alrededores de la gasolinera Alaska. Incluso el Guadalmedina bajaba repleto de agua por la incesante cantidad de agua que le aportaron los arroyos que desembocan en él aguas abajo de la presa del Limonero, que justo dos días antes había sido desembalsada para evitar riesgos.

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