"Llevarlo a La Trinidad era mandarlo al exilio, hubiese sido olvidado"

mariluz reguero. portavoz de la comisión ciudadana la aduana para málaga

Consiguieron un hecho sin precedentes, mover a toda una ciudad para reivindicar un museo en el lugar que hasta entonces era la Subdelegación del Gobierno central

Cristina Fernández Málaga

11 de diciembre 2016 - 09:10

-¿Cómo nació el movimiento La Aduana para Málaga?

-La Junta había comunicado varias veces al Ministerio que tenía que sacar las piezas de allí porque se iban a empezar las obras del Museo Picasso. El Ministerio había hecho caso omiso hasta que precipitadamente se hizo un traslado de obra al ático de la Aduana, el edificio que era del Estado. Rafael Alvarado y José Luis Centella nos convocaron al Ateneo y a la Sociedad Económica de Amigos del País para iniciar una convocatoria ciudadana con el propósito de defender nuestro museo. Hicimos una recogida de firmas de gente de la cultura y representativa de la ciudad y empezamos a reunirnos en El Pimpi. Los lunes a las 20:00. Cada uno empezó a trabajar su ámbito para ir sumando colectivos. Los periodistas, los pintores, las peñas, los vecinos, los sindicatos... Empezamos a ser un grupo numeroso.

-¿En qué radicó el éxito?

-Primero en la constancia de reuniones todos los lunes durante ocho años. Pero el éxito todavía mayor creo que era el anonimato. Nadie intentó usurpar esta asamblea de ciudadanos que, aunque muchos representábamos a instituciones, estábamos allí como malagueños y no con ninguna consigna o línea. Aquello era asambleario, se tomaban decisiones al voto y yo, que fui elegida portavoz, contaba al día siguiente lo que habíamos decidido.

-Al poco tiempo se hizo una manifestación...

-Sí, fue un poco una locura, nuestra falta de experiencia. Sin embargo, fue un gran logro teniendo en cuenta que no existían casi ni correos electrónicos. Eso sí, los medios de comunicación fueron uno más en la comisión ciudadana. Cada uno como malagueño trabajaba en pro de la consecución del hecho. Los periódicos que existían nos daban sitio, las radios nos preguntaban todos los martes qué habíamos decidido la noche anterior, así que nosotros también teníamos el acicate de ir haciendo acciones cada semana, eso nos mantenía muy vivos y muy en el candelero. La manifestación fue masiva.

-¿Esperaban tal cantidad de gente?

-En absoluto. A pesar de no tener el mínimo apoyo logístico, hicimos la manifestación con los coches en la calle Larios, tiramos para adelante con los vecinos y vecinas de Málaga. Fue el 12 de diciembre y reunimos entre 7.000 y 8.000 personas. Luego hubo dos más que fueron aún más masivas.

-¿Había precedentes, se había volcado la ciudad antes con un proyecto cultural?

-No. La petición de la Universidad fue también muy importante, pero tenía al Ayuntamiento y a las fuerzas vivas del Régimen a la cabeza. Esto era un movimiento asambleario y ciudadano en el que íbamos a contracorriente de las dos administraciones que tenían que ver con el museo, la Junta y el Gobierno central, que tenían otros edificios pensados para el museo.

-¿Cuando cerraron San Agustín tuvieron miedo a que desapareciese como habían hecho otros museos de Bellas Artes?

-Claro, porque sin edificio la Academia de Bellas Artes, el Prado, cada uno retiraba sus fondos y al final el Bellas Artes se queda desprovisto de colección. Pero conseguimos dos cosas muy importantes, que la Junta de Andalucía nos mantuviese en la guía de museos andaluces, seguíamos vivos, y que no se llevaran más cuadros. El Prado inmediatamente se llevó cinco obras de primerísimo orden e hicimos una campaña de carteles que decía 'secuestrado'.

-¿Han vuelto los cuadros que se llevó El Prado?

-Han regresado cuatro de ellos. Pero nos enorgullece que el Simonet esté ahora en el Prado, que no tenía representación.

-Dice que para el colectivo fue vital tener de su lado al director del museo...

-Sí, eso nos daba una solvencia, Rafael Puertas fue una figura importantísima. Un director a la vieja usanza, del cuerpo nacional de museos, serio, estricto, que había tenido un intachable expediente administrativo, de pronto se convirtió en un activista. Cada vez que venía un ministro a Málaga íbamos a la puerta de la Aduana a decir que se fueran los 'ocupas'. Y él el primero, con el megáfono.

-¿Cómo surgió la Aduana como el lugar a reivindicar?

-Chicano me dijo una noche: "Hay que pedir la Aduana, la Aduana para Málaga". Pensé que estaba loco, que era un imposible, ya hubo una intentona en época de Pedro Aparicio y nada. La Aduana era la representación del Estado. Pero lo propuse en la reunión y a todos les pareció muy buena idea. Inmediatamente llegué con el logotipo y el eslogan.

-¿Por qué?

-Era muy importante que el Museo de Málaga estuviese en un entorno accesible y cercano. Llevarlo a la Trinidad era mandarlo al exilio. Qué turista iba a ir hasta allí para ver un museo de Bellas Artes. El Museo Provincial tenía que estar cobijado, donde está la historia de la ciudad, que es la Alcazaba, el Teatro Romano y Picasso, si no hubiese sido un museo maldito, olvidado. Además porque considerábamos que la historia de esta ciudad y sus ciudadanos tenía que tener el mejor edificio y no que estaba dedicado a que viviera un subdelegado, tuviera una comisaría de distrito y te renovaran el DNI. Toda la Aduana era eso.

-Y la reivindicación caló en la ciudad...

-Sí, la gente consideró que era una locura y un expolio perder su patrimonio. Hizo suya esa reivindicación. No tenía sentido que aquello estuviera infrautilizado, eran 14.000 metros cuadrados dedicados a nada.

-¿Cuándo supieron que habían ganado la batalla?

-Lo vimos en la prensa. Abrimos el periódico y encontramos unas declaraciones de Magdalena Álvarez diciendo "la Aduana será para Málaga". Fue cuando ganó las elecciones Zapatero. Ya no había vuelta atrás.

-¿Qué es lo que más le gusta de la pinacoteca?

-La transformación de un edificio gris, oscuro, secreto, lleno de historias negras y feas, en un edificio claro, lleno de luz, de felicidad, de alegría, de música en los corredores y con la obra de la historia de Málaga, desde los primeros asentamientos hasta la generación del 80. Ahora los malagueños van a poder disfrutar, aprender y estar orgullosos de su historia, eso es lo que más me enorgullece. Y como profesional me gusta mucho otra cosa, que es un museo con rigor. Es un museo de verdad, que cumple con todas las características que exige la Unesco y eso es muy importante en Málaga. Para que nuestros escolares, nuestros estudiantes y ciudadanos sepan lo que es un museo, disfruten de él y, lo mismo que ocurre con el Picasso, tenga una parte de investigación, de conservación.

stats