"La corrupción es peor que la gripe A y como en una epidemia, hay que aislarla"

El cirujano defiende la calidad asistencial del Carlos Haya y dice que los enfermos no deben peregrinar a otras ciudades en busca de soluciones porque "la Virgen de Lourdes, si está, está en nuestro hospital"

Julio Santoyo es un profesional comprometido con la sanidad pública.
Julio Santoyo es un profesional comprometido con la sanidad pública.

23 de agosto 2009 - 01:00

Cuando le tocó hacer la mili ya era médico. Así que además de llevar el fusil como los demás, tenía que cargar con el botiquín. Y cuando tras la instrucción sus compañeros descansaban, él tenía que atenderlos. Era el pringao de la compañía. Hoy Julio Santoyo es un reputado cirujano y el jefe del Servicio de Cirugía General, Digestiva y de Trasplantes del Carlos Haya.

-¿Qué le parece que el SAS jubile a los médicos a los 65 años?

-Es una medida controvertida. En algunos países se ha dado marcha atrás. Hoy en día, tal y como la gente llega a los 65 años, jubilar a un profesional que puede estar en pleno apogeo de su actividad me parece precipitado. Debería ser opcional. Si está en condiciones físicas y psíquicas adecuadas, tendría que existir la posibilidad de que la gente pudiera seguir trabajando.

-¿Qué hará usted?

-Si estoy en una situación anímica e intelectual adecuada no me importaría seguir trabajando, pero todavía no me lo he planteado. Pero no me asusta ni jubilarme a los 65 años ni lo contrario.

-¿Qué le parece que un menor de 16 años pueda decidir sobre un cambio de sexo o un aborto?

-Es un debate importante, fronterizo entre la ética y la política. Yo creo que no todos los adolescentes con 15 ó 17 años tienen el mismo grado de madurez. Este tipo de decisiones como un cambio de sexo o un aborto tienen que estar sujetas a un análisis psicológico de la persona, una valoración familiar. Habría que analizarlo caso por caso, puesto que todos a los 16 años no son iguales. Me parece un poco precipitado, pero hay gente con 16 ó 17 años con una madurez increíble y otros que con 20 años le faltan siete hervores.

-¿Hacen falta más camas hospitalarias en Málaga?

-Diría que sí, porque tiene un número de camas por mil habitantes que está por debajo de la media nacional y europea. Además, Málaga tiene una población mayor de la que pensamos que tiene. Hacen falta camas, pero también hace falta gestionar bien las que hay. Y esto depende de los profesionales que tienen que administrarlas y de la propia población. La población tiene que darse cuenta de que las camas de hospital son un bien escaso. Los profesionales cuando decidimos darle el alta a los pacientes para agilizar las camas no echamos a nadie, pero las camas deben ocuparse por los enfermos de la máxima gravedad. Para los que no, hay una red de atención ambulatoria muy bien estructurada. No necesitamos tener a los resfriados ingresados. Estaría de acuerdo con que hacen falta camas, pero los profesionales, la administración y la población deben ser sensibles ante esta situación. Tenemos que colaborar todos, es un servicio público. Es de todos.

-¿Y este sistema es sostenible?

-Al ritmo que vamos, es difícilmente pagable. Hay que inventar fórmulas imaginativas porque todo no se basa en ir aportando. Habrá que ir subiendo el porcentaje del PIB en inversiones sanitarias. Pero siempre será insuficiente porque cada vez tenemos una población mayor, más anciana, más enfermedades, una mayor exigencia de la población y de los profesionales que quieren darle la mejor asistencia a los pacientes. Y esto es difícilmente pagable. Nuestro modelo es envidiable a nivel mundial porque solucionamos desde un grano hasta un trasplante y a cualquier ciudadano. Habrá que buscar fórmulas en el futuro. Se ha hablado del copago, pero tiene un coste que no sé si los políticos están dispuestos a asumirlo. Probablemente haya que buscar alguna fórmula en la que la población sea consciente de lo que vale la sanidad. Uno de los grandes problemas es que el ciudadano medio no es consciente de lo que vale un día de hospital, una asistencia en urgencias. Esto pasa por educar a la población. Yo no estaría en desacuerdo con el copago o con alguna fórmula para que la población haga un uso adecuado de sus recursos sanitarios. La población tiene usar los recursos sanitarios, no abusar de ellos.

-¿Veremos el megahospital antes de que usted se jubile?

-Sí, antes, antes, antes. En cuanto la situación de conflicto político que hay se resuelva. Todos lo anhelamos; la administración, la población y los profesionales. Málaga se merece ser una ciudad biotecnológica. Este hospital se ha quedado pequeño. Sí, sí lo veré.

-¿Donar órganos para trasplantes es un deber social?

-No, un deber, no. Es un acto de generosidad y de altruismo enormes y debe reposar sobre las creencias particulares de cada uno. Es una opción personal, no debe ser nunca una obligación. Si la donación fuera una obligación probablemente habría menos donantes de los que tenemos ahora mismo. La donación funciona porque es un acto de generosidad, solidaridad y altruismo y la población lo entiende así. En ese sentido, tenemos una población intelectualmente y emocionalmente muy desarrollada.

-¿Y son un bien social?

-Sí, sin duda. Es un bien que lo aporta la sociedad. El modelo que tenemos es absolutamente transparente y equitativo. Y en Andalucía, si me apuras, mucho más que en otras comunidades. En trasplante de hígado en particular, se trasplanta al enfermo más grave, independientemente de la ciudad en donde viva. No depende de listas locales, hay una lista de espera autonómica común. Como trasplantamos a los enfermos más graves, y permanecen en lista los que tienen menos gravedad, la mortalidad en lista hemos conseguido disminuirla. Lo peor que le puede pasar a un enfermo es morirse en lista de espera, pero es un coste que hay porque dependemos de un bien escaso como son los donantes. Ahora esa mortalidad en Andalucía es inferior a la media nacional por la forma de gestión por lista única y según la gravedad.

-Hubo un trasplante hepático a un chaval joven que tomó éxtasis. ¿Desperdiciamos la salud?

-Las personas sanas valoramos poco la salud. Como en otras cosas de la vida, cuanto más se echa de menos es cuando no se tiene y la salud es sin duda el mejor bien que tenemos. Esto es una cuestión de la propia mentalidad humana, no apreciamos lo que tenemos. Aunque cada vez hay más conciencia de la importancia de tomar medidas preventivas en salud; como una alimentación adecuada, el deporte, dejar de fumar, beber de forma moderada...

-La obesidad va en aumento. ¿Los médicos sentís que estáis predicando en el desierto?

-Pues a veces sí. Hay campañas biosanitarias, pero no son sólo de médicos, también son de políticos y otros actores sociales. Creo que la obesidad como el tabaquismo son problemas de nuestro tiempo, del desarrollo. Habrá que atajarlos y se hacen esfuerzos para atajarlos, pero es un problema de educación. Tenemos que educar a la gente en muchos sentidos.

-¿Se debe prohibir fumar en todos los espacios públicos?

-Sí, hay que ser inflexibles. Es un problema de salud que cuesta mucho dinero y causa muchas muertes. Al final repercute en lo que nos gastamos en sanidad. En Estados Unidos hay parques abiertos en los que no se puede fumar. Abogo por una cierta intransigencia y la población que fuma debe ser respetuosa con la que no fuma. Para mí es fácil, no fumo [dice entre risas].

-¿Qué le queda por hacer profesionalmente?

-Mucho. Me queda casi la mitad de mi vida profesional. Si pensara que ya he alcanzado todo sería arrogancia e inconsciencia. El futuro empieza hoy. Hace nueve meses que soy el responsable del Servicio de Cirugía del Carlos Haya y mi reto es poner la cirugía de este hospital como referente a nivel nacional, situarlo entre los cinco o diez mejores de España.

-¿En alguna técnica concreta?

-Se trata de desarrollar lo que tenemos. Tenemos mucho. Tenemos que gestionar bien lo que hacemos ahora mismo; no solamente en el ámbito de la medicina asistencial. Tenemos por delante el reto de las listas de espera. A los pacientes hay que darles accesibilidad a los procedimientos quirúrgicos. Tenemos procedimientos de alta complejidad como la cirugía oncológica o los trasplantes y debemos seguir mejorando los resultados. Hay que potenciar la investigación. Los retos son enormes.

-¿Y algo en particular?

-Hay retos en cirugía robótica; hace unos meses hemos empezado con la cirugía robótica en cirugía colorrectal; en cirugía laparoscópica vamos a innovar con otras técnicas; un reto muy importante es mejorar la asistencia en la cirugía oncológica. Y otro reto es comunicar a la población que tenemos un gran hospital, que el nivel de calidad que damos en cirugía, y en general, a enfermos graves es suficientemente bueno como para que la gente no tenga que peregrinar a Madrid o a Barcelona, Navarra buscando a la Virgen de Lourdes. La Virgen de Lourdes si está, está en nuestro hospital. Damos calidad como para que la población esté bien asistida. Es lamentable que en ocasiones los enfermos vayan buscando una alternativa que o bien no van a encontrar, o que les va a costar muchísimo dinero y que podría ser resuelta en nuestro centro. Quiero tranquilizar a la población porque los procesos oncológicos graves pueden ser atendidos perfectamente en este hospital. A veces desconfiamos de los recursos que tenemos, pero nuestra asistencia es de primer nivel. Además, el propio sistema garantiza una segunda opinión en ciertas patologías.

-¿Se imagina la medicina dentro de 25 ó 30 años?

-Me lo imagino mucho más intercomunicado todo. Lo que sí espero es que siga siendo una medicina muy humana. El desarrollo de la biología molecular y de la genética va a suponer un cambio espectacular. En 30 años puede que seamos capaces de anticiparnos a las enfermedades. Ya hay estudios del genoma que indican que en cierta población puede llegar a producirse determinada enfermedad. También seremos más capaces de tratar a la carta ciertos padecimientos. Y va a haber un desarrollo importantísimo en ingeniería genética y medicina molecular; y en la aplicación de la informática a la medicina.

-¿Cómo vive que la ciudad esté patas arribas por las obras?

-Cuando está patas arribas estamos incómodos. Después nos alegramos. Es el peaje que hay que pagar para tener mejores comunicaciones. Yo no tengo ninguna protesta. Mi única apreciación es que las obras se intenten minimizar en sus efectos y que se respeten los plazos de ejecución.

-¿Cree que Málaga necesita más infraestructuras?

-Se han hecho muchas cosas en los últimos 15 años. El problema es que Málaga tiene más habitantes de los que figuran en el padrón. Se están haciendo obras importantes, el problema es que no se queden pequeñas cuando las inauguren. A nivel cultural también se están haciendo esfuerzos. Vamos creciendo de forma adecuada.

-¿Qué le añadiría a Málaga?

-Zonas verdes y espacios comunes que son indicadores de bienestar y desarrollo social.

-¿Qué le quitaría?

-Ladrillo y coches.

-¿Se actuó con diligencia y contundencia ante la corrupción?

-Diligencia, en absoluto. ¿Contundencia? Se han dado pasos importantes. Es un problema generalizado. Esto sí que es una epidemia, la epidemia de corrupción es peor que la gripe A. Hay que poner las medidas preventivas suficientes para que no suceda, pero cuando sucede, como en una epidemia, hay que aislar los casos de una forma absoluta. Y aislarlos donde tienen que estar aislados, en los juzgados y en las cárceles. Y actuar con todo el peso de la ley.

-¿Algo que quiera añadir?

-Los médicos y enfermeros hemos perdido prestigio social y tenemos que recuperarlo. Esa pérdida hace que la gente tenga desconfianza y sea motivo de quejas injustificadas. Y hay que recuperarlo con una buena asistencia, pero también depende de educación de la población.

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