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Vigésimo aniversario de las inundaciones de 1989 El Guadalhorce, una zona más protegida
La experiencia dramática de noviembre y diciembre de 1989 ayudó en gran medida a las administraciones a entender el serio riesgo en el que se encuentra la capital malagueña para hacer frente a unas inundaciones de esa magnitud por la ausencia de infraestructuras. Pero no ha sido mucho lo que se ha avanzado desde entonces y los expertos coinciden en que podría volver a repetirse.
El mayor peligro de fuertes riadas se concentra hoy en día en la zona este de la capital donde hay numerosos arroyos, caracterizados por fuertes pendientes y una distancia de apenas varios kilómetros entre la cabecera y la desembocadura. Durante estos más de veinte años no se ha hecho "absolutamente nada y lejos de eso se ha construido indebidamente en sus cabeceras y sin criterios de protección frente a las infraestructuras". Así de contundente se mostró José Damián Ruiz Sinoga, profesor de Geografía Física de la Universidad de Málaga y autor del Plan de Defensa Hidrológico-forestal de la Ciudad de Málaga frente a las Inundaciones que se encargó tras los episodios de 1989 y que pretendía reforestar más de 15.000 hectáreas de la cuenca alta del río Guadalmedina.
Lo cierto es, en su opinión, que la situación en las cabeceras de estos arroyos tan torrenciales de la ciudad no es mejor que hace dos décadas porque "sólo se ha actuado en aquellos sitios donde se podía hacer de forma más inmediata por su urgencia".
Es el caso de la importante obra hidráulica que se llevó a cabo en la desembocadura del río Guadalhorce tras las inundaciones. La entonces y ya extinta Confederación Hidrográfica del Sur decidió acometer el encauzamiento en su parte baja con la construcción de dos brazos de evacuación, capaces de asumir un caudal de hasta 4.000 metros cúbicos por segundo. El director del organismo de cuenca en ese momento, Juan Manuel Calvo, explicó que la obra tardó dos años y medio en terminarse tras un complicado periodo de ensayos en los que se comprobó hasta el último detalle que el nuevo modelo de evacuación podría hacer frente a una situación como la que se dio en 1989.
Lo más difícil fue ajustar el punto exacto desde el que partían los dos nuevos brazos. "Hubo que hacer muchas pruebas porque sólo con abrirlo o cerrado medio grado ese ángulo podía producir un aumento de la velocidad de caudal hacia un lado o hacia otro", recordó.
Gracias a esta obra, Ruiz Sinoga considera que no se podría volver a repetir una situación tan dramática como la que se vivió en el entorno de la desembocadura del Guadalhorce, donde el río llegó a tener una anchura de más de un kilómetro y a desbordarse en cuatro ocasiones en apenas un mes y medio. El problema en aquella ocasión, explicó el experto, fue que confluyeron a la altura de la zona de los polígonos y el aeropuerto los dos caudales de los ríos Guadalhorce y Campanillas y que entre ambos llegaron a superar los 1.800 metros cúbicos por segundo. Pero sí a eso se le suma que en ese momento había un fuerte temporal de levante que actuó como bloqueo de salida del agua hacia del mar, "se entiende que las consecuencias fueran dramáticas", señaló.
Pero para el entonces jefe del Icona de Andalucía oriental, José Ángel Carrera, lo que se ha hecho en el entorno de la ciudad en este tiempo no ha cambiado nada y "me temo que se podría volver a repetir aquel episodio". En su opinión, los mayores riesgos se concentran en las barriadas de la zona oeste de la capital donde "no hay ni una sola calle que pueda servir de cauce hacia el mar en un momento determinado debido a un trazado francamente malo".
A raíz de aquellas inundaciones, lo que sí hizo el Gobierno central fue decidir acometer las obras de una presa que regule la cuenca alta del río Campanillas. Pero casi 18 años tardó la administración en cumplir su promesa y no fue hasta hace apenas dos años cuando la presa de Casasola, con capacidad para almacenar 25 hectómetros cúbicos, entró en funcionamiento. También se han corregido algunos arroyos en sus tramos urbanos de la capital como el del Cuarto, que fue embovedado años después de las graves inundaciones que provocó por su desbordamiento reiterado en 1989. En los arroyos de Miraflores de los Ángeles y de las Cañas también se actuó a raíz de las graves riadas que causaron cuantiosos destrozos.
Pero aún sigue habiendo una asignatura pendiente y es la reforestación de la cuenca alta del río Guadalmedina y que evitaría la erosión que está provocando que se aterre la presa del Limonero que tiene la misión de proteger a la ciudad frente a las temidas inundaciones.
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