Pero hay tres peores... (1-0)
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El Málaga mejora en San Mamés su última imagen fantasmagórica, pero suma su tercera derrota en una semana.
El Athletic no mereció mejor suerte pero ganó desde los once metros.
A estas alturas, al Málaga se le valora en compendio. Da igual si no mereció perder ante el Athletic, si la mano de Laporte fue la misma que la de Camacho. Si el cabezazo de Llorente rozó la escuadra. Seis meses después, el equipo ni gusta ni engancha. El poso es muy descorazonador 26 jornadas después. A punto por partido sale un equipo que va camino de lograr una triste permanencia en una de las puntuaciones más bajas de la historia del descenso. En una semana en la que sacó cero puntos de los nueve posibles, la diferencia con el antepenúltimo continúa siendo la misma. Son los rivales los que se empeñan en dar vida a un equipo sin alma. Menudo consuelo.
El equipo blanquiazul desespera. No hay otro verbo. Siempre aparecen excusas a las que agarrarse. Pero a falta de 12 jornadas es incapaz de enganchar a su gente. De sumar dos victorias seguidas. De ganar a domicilio. Y la mediocre temporada duele más porque este verano se trajeron un entrenador y jugadores con capacidad para dar mucho más. Ya una reacción satisfactoria parece imposible. Es más, el calendario suena cada vez más preocupante. Sólo queda el como sea, rematar la permanencia sin aspirar a jugar bien, si quiera a merecerlo. Sumar unos cuantos puntos y a resoplar. Y a darle el botón en verano para empezar de nuevo con otros aires.
Eso sí, jornada a jornada, el Málaga puede presumir de tener una plantilla muy amplia y de calidad. Ayer pudo celebrar un doblete de Jesé, o un gol oportuno de Mosquera. Como los seis del Barcelona al Sporting hace unos días. O el de Mangala al Leganés. Porque una gran inversión después, la lectura vuelve a ser la de las temporadas mediocres, los demás hacen los deberes por uno. La última permanencia llegó con un testarazo de Alexis al Tenerife en una última jornada ante el Real Madrid. Este año se repite el adversario en la última jornada...
Habrá quien se aferre a las ocasiones de principio del partido. O a los cabezazos de Llorente, Jony y Charles en los que se rozó el gol. Pero la falta de finalización es otra de las hemorragias de este equipo; la competición se ordena por el número de goles marcados, no merecidos. El Athletic no fue el Milán de Sacchi, sólo le bastó porfiar en su ancestral recurso de centro y remate para encontrar el premio. Un tiro de Iñaki Williams lo desvió el brazo derecho de Camacho, que debió estar más pegado al pecho. Raúl García, futbolista cuyas maneras despiertan muy poco amor a los rivales, transformó la pena máxima y cerró la persiana del partido.
En el haber del equipo sí queda que compitió, que se desprendió de la imagen fantasmagórica ante el Eibar y el Betis. Algo es algo. Salió de manera intensa y reaccionó en busca del empate. Más o menos sostuvo las embestidas locales. Haciéndose acreedor a puntuar. Pero discurre el equipo por momentos del torneo en que no se puede permitir el lujo de no reaccionar ante estímulos adversos. Tampoco lo hace el Gato Romero, que semana a semana se confirma como un técnico al que le cuesta leer los encuentros, revertir las dinámicas y, sobre todo, propiciarlas. Ayer tardó en hacer los cambios dando la sensación de que no quería cambiar nada no fuera a ser que le echaran las culpas del gol rojiblanco. Y su promedio sigue pareciéndose peligrosamente al de Manolo Hierro.
Igualmente, se echan de menos líderes sobre el terreno de juego. Asomó el hocico Sandro, y es la mejor noticia para el tramo que viene. Pero esta plantilla está confeccionada para que el carro lo lleven entre varios. Keko y Jony, que personificaban ese pretendido salto de calidad, vagan como almas en pena por el campo. Lo intentan, pero en la mirada se les ve a leguas que tienen un freno en los pies. Hay ramalazos puntuales, gente con temperamento, pero nada lleva un sello de continuidad, todo son combustiones que no conducen al cambio.
Agarrarse a malas decisiones arbitrales es tan triste como firmar la salvación en una liga donde los tres últimos muestran un nivel indigno de la élite y el Málaga es un equipo mediocre más.
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