Con los plomos bajados

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El Málaga desconecta y regala el triunfo a un Deportivo timorato

La defensa naufragó en ambos tantos

Celso Borges le gana la partida a Recio en un balón aéreo.
Celso Borges le gana la partida a Recio en un balón aéreo. / Fotos: Cabalar / Efe Y Lfp
Fran Navajas

16 de abril 2017 - 02:12

Málaga/Venía el Málaga de deslumbrar en el momento más oportuno. De celebrar con fuegos artificiales, de recrearse de la explosión de luz que supusieron los últimos seis puntos. Básicamente, de salvar la temporada, pero con la esperanza abierta. Y en esa peligrosa línea que separa las miras hacia el futuro de la osada desidia, se estrelló en Riazor porque parecía estar ya de vacaciones. Le ganó un Deportivo asustadizo y temeroso, que parecía no saber lo que se estaba jugando. Pero le ganó. Y lo hizo colocándose debajo del árbol y esperando caer la fruta, en forma de dos goles, ambos tras una temerosa apatía de varias piezas de la defensa.

Y eso que Míchel le dio continuidad a lo que tan bien le funcionó ante el Barcelona, con asteriscos. Los que se colocaron sobre Mikel, que asomó el hocico por primera vez desde que llegara el técnico madrileño. También con Chory, al que ya más huecos no se le pueden buscar. Tenía que ser el escudero de Sandro y lo fue de la defensa deportivista por su poca presencia. El resto, lo esperado, con el canario como fino estilete delante y Llorente y Luis cumplimentando la terna de centrales.

Deben estar aún flipando en Asia con la primera parte que brindaron Deportivo y Málaga. Entiéndase la ironía, cuesta encontrar en los primeros 45 minutos alguna acción reseñable para incluir en los resúmenes. En esa modorra sabatina apareció Undiano Mallenco, reanimador de la cita con su inexplicable criterio. Se desmarcó con tres cartulinas evitables y dejó que Arribas se disfrazara de Señor Miyagi. Dio más cera que nadie el central, que marcaba los tobillos mientras el resto de protagonistas pugnaban por llevar el primer uy a la grada. Ni a eso llegó el Deportivo, silbado en varias fases de la primera mitad. El Málaga, aun con el premio de la portería a cero, enseñó la patita con dos chuts de Juankar y Rosales.

Así se esfumó, por suerte pensarían algunos, la primera mitad. Dos segundos antes, por cierto, ya que Undiano decidió que para qué dar a Sandro la última opción de contragolpe si se puede pitar antes de cumplirse lo reglamentado. Los vestuarios no cambiaron nada en el cuadro de Míchel. Sin embargo, Mel sí pareció tocar en la tecla de los suyos, que mordieron desde el primer instante. Así le robaron el balón a Fornals en el 47 y aprovecharon el ínfimo repliegue del Málaga. Balón a la izquierda, Rosales que mira a Luisinho y éste que la coloca donde hace daño, al epicentro del área. Al bullicio que fue menos porque de los amarillos sólo estaba cerca Luis Hernández. Así, Joselu remachó lo que Kakuta también quería. El ariete, casi sin saltar, la mandó a la jaula y destronó la portería de Kameni a domicilio 245 minutos después.

Y en ese punto, el equipo ratificó que todavía necesita más horas de diván. O quizá más de una salida sonada, eso lo sabrá mejor Míchel, que ya avisó que más de uno estaba jugándose su contrato en Málaga. Pero ni por esas, el equipo se desplomó como tantas veces este año, desmotivado por creerse incapaz de dar la vuelta al marcador. Entraron Jony y Keko a la par, aunque sus caminos siguen sin encontrarse como querrían. Se marchó Luis Hernández y el equipo recuperó la línea de cuatro atrás y en el medio. Andone, que parecía presto para saltar al campo antes del gol de Joselu, pudo hacer el segundo sin apenas haber sudado, pero Kameni le quitó su gol sacando firmemente el pie derecho.

Todo lo nuevo en el Deportivo descolló, aunque el líder en eso fue Pedro Mosquera. Llamado a filas por Mel para tapar fugas, el centrocampista cambió el registro sentenciando la contienda. Lo hizo, como Joselu, con la oposición que se suele tener en las pachangas. Dentro del área pequeña, con el pie, con otros dos colegas a la espera del error. Imposible para Kameni, que sólo pudo recordar a su defensa lo clamoroso de su error.

Quedaban más de 20 minutos por delante, pero la avería ya no iba a tener solución. Tampoco es que hiciera méritos el Málaga, al que sólo un derechazo implacable de Camacho lo pudo relanzar. Lástima que su despiadado disparo se diera de frente con el larguero de Lux. El rechace, a pies de Rosales, terminó por quedar en nada por la tardía reacción del lateral venezolano.

Derrota, la tercera para Míchel y la primera que no hace temblar desde hace muchos meses, aunque sí empezará a hacer tiritar a aquellos que no tienen el espeto asegurado para el próximo curso. La música pareció apagarse ante el Barcelona y, en Riazor, los plomos no se subieron.

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