Y al undécimo día resucitó (1-0)
málaga cf-villarreal · la crónica
El Málaga rompe su nefasta racha con una victoria merecida maniatando al Villarreal. José logra su primer triunfo como entrenador blanquiazul
málaga/Es hasta irónico que el Málaga gane un partido el Domingo de Resurrección. Lástima que llegue tan tarde, después de tantas bolas extra regaladas por los rivales directos, con tan poco tiempo para hacer del triunfo una base sólida desde la que despegar. Pero es que resulta que llega en la jornada 30, después de pasar los tres primeros meses de 2018 contando apenas tres míseros empates, después de 11 encuentros con José González en el banquillo. Sí, el triunfo llega tarde, pero qué bien sabe. Es más una recompensa para los jugadores y para los aficionados por tantas vicisitudes, por tantas decepciones (unas merecidas, otras no tanto). Esta bocanada de aire no frena la asfixia, no, pero llega al cerebro para edulcorar malos pensamientos.
Llevan semanas sosteniendo entrenador y jugadores que solamente necesitaban un triunfo para soltar las piernas, para quitarse toneladas de presión, para llenar de pétalos tanto desencanto. Aquí la tienen, ahora está en sus pies demostrar que no era un tópico rancio sino una realidad constatable.
Qué agradecida es Málaga y qué le gusta el cachondeo. Estando el equipo moribundo, desangrándose por Primera como hacía lustros que no sucedía, despidió al equipo con olés en la primera parte. El poder sanador del gol roza lo milagroso. Por unos instantes La Rosaleda se olvidó de todo y se dedicó a disfrutar del fútbol, algo que no había sucedido desde el último tercio de 2017.
Tocaba el balón el equipo de José González de un lado al otro del campo, mimándolo, tratándolo con un respeto que no suele. Paciente, sereno, liberado y con la complicidad de su afición, que se frotaba los ojos mientras el Málaga finalizaba jugada con centro de Rosales y cabezazo de En-Nesyri.
Es lo que trajo consigo el penalti del cojo, una versión del clásico gol que sólo podía bautizar este Málaga tan dado a las rarezas. Llevaba unos minutos mascándose el cambio de Diego Rolan, que aguantaba en el campo con una mano en la ingle y un ojo en el banquillo. Bueno, ya despojado del chándal, calentaba de urgencia en la banda. Y justo cuando todo iba a suceder, una acción torpe de Lacen desembocó en un penalti a Rolan, que se metió en el área trastabillándose pero con la suficiente habilidad para forzar a Asenjo a derribarle.
Lo ejecutó Chory, para evitar malentendidos como el de San Mamés. El uruguayo lo celebró yéndose como un poseso hacia el banquillo para buscar a Juan Carlos Pérez Frías con casi todo el equipo y cuerpo técnico fundidos en un abrazo infinito. El doctor había tenido que enterrar a su hermano Nacho, también ex futbolista y médico del club, un día antes. Gesto honorable.
Si honorable fue el gesto, el partido estuvo lleno de dignidad. Una de las pocas actuaciones del curso en las que todos los que pisaron césped se pueden ir satisfechos. Con mayor o menor acierto, todos se dejaron la piel. Pocos mejor que Rolan para vestir de carne y hueso estas palabras. El uruguayo no terminaba de cogerle el pulso al partido(ni a la competición). Cada acción positiva la combinaba con conducciones absurdas y ruletas infructuosas que casi siempre terminaban en pérdidas. Hasta anduvo cerca de ser sustituido por lesión. Pero tras forzar el penalti tragó saliva, aguantó hasta llegar al descanso y acabó el partido en la banda y echándose en ocasiones el equipo a las espaldas. Le faltó el gol, que rozó dos veces -una en cada parte- a la manera en que maravilló contra el Athletic una vuelta atrás.
El 1-0 trajo consigo un mapa nuevo que se fue haciendo más visible con el paso de los minutos. A veces es complicado saber trazar la línea que separa el mérito propio y el demérito rival. De lo que no cabe duda es de que el Málaga incomodó al Villarreal, a quien el campo se le hizo más chico a medida que el segundero avanzaba. Y mientras más ansias por empatar mostraban los de Calleja, más se ampliaba el campo de visión blanquiazul, con Iturra y Chory agigantándose y En-Nesyri galopando. Si el marroquí tuviese un porcentaje de acierto mayor y estudiase el juego, se pondría a otro nivel. De momento, con el que muestra en Málaga, a José le resulta útil.
Quizás sea tarde para tirar de calculadora, pero es inevitable que el impulso de la victoria invite a volar a parte del malaguismo y de los propios miembros del vestuario. No se trata tanto de salvarse como de patalear ante La Inevitable y asir con las manos la guadaña. Se trata de honrar un escudo que se ha pisoteado en no pocas ocasiones. Se trata de poner la dignidad por delante de cualquier otro interés. Siempre se trató de eso.
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