O Fortuna: la huella del talento
música
Más de 300 jóvenes músicos interpretan 'Carmina Burana' en el Cervantes
Málaga/Respecto a la constatación de un talento musical en Málaga álgido, prometedor y capaz de alcanzar cimas bien complejas, lo mejor es atender a los hechos. Sabemos que esta ciudad es capaz de alumbrar a genios como Carlos Álvarez, pero mucho menos conocido es el magma del que estas luminarias afloran: toda una comunidad de músicos ya hechos o por hacer (para ser honestos, un músico nunca termina de hacerse) que abre huecos y caminos en los enclaves más inesperados para que la música ocurra y el público lo disfrute, con muchas horas de estudio y de ensayo detrás, sin miedo a la hora de abordar todo tipo de repertorios y con toda la carne puesta en ese asador que llaman el amor al arte. Si se trata de los hechos, conviene reparar entonces en el concierto que ofrecieron ayer los más de trescientos alumnos que conforman la orquesta y coro de los Conservatorios Profesionales Manuel Carra y Gonzalo Martín Tenllado en el Teatro Cervantes, con Carmina Burana de Carl Orff como argumento en el programa; toda una demostración de que ese talento existe, está a la altura y merece más atención dada la mucha gloria que podría aportar sólo con se le brindaran los cauces adecuados. Que Málaga es toda una ciudad de museos ya no lo duda nadie; que podría serlo también de la música, tampoco.
Diego González y María del Mar Muñoz han compartido en el proyecto una dirección artística tan favorable al lucimiento de los músicos como exigente en formas y matices. Por su popularidad, puede parecer que tocar y cantar Carmina Burana es un ejercicio fácil para cualquier músico, pero nada más lejos de la realidad: precisamente, las hechuras marmóreas de la cantata exigen una interpretación depurada y una ejecución en equilibrio mucho más allá de donde el oído común alcanza, y lo cierto es que la formación estuvo ayer a la altura. Con igual acierto han conducido Manuel Sanchidrián e Iván Villa al coro, con un resultado que revela horas de trabajo y perfeccionamiento muy bien aprovechadas (y con apuntes tan deliciosos como la subida a escena de las voces más jóvenes para la interpretación de pasajes como el Totus floreo). En cuanto a las voces solistas, Juan Antonio Ariza aportó la solvencia esperada, pero no anduvieron a la zaga, ni mucho menos, Carmen Boatella y José Antonio Larrubia, generosos en porte y tono, virtuosos y creativos en su quehacer. La fortuna, sí, nos sonríe: el patrimonio musical futuro está en buenas manos.
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