Wicked | Crítica
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Málaga/La celebración del Día Internacional del Orgullo Gay, que cada 28 de junio recuerdan las movilizaciones que acontecieron en Nueva York en 1969 tras los disturbios del pub Stonewall, resulta hoy especialmente indicada para confirmar que la influencia del pintor estadounidense Delmas Howe (El Paso, Texas, 1935) en el arte norteamericano del último medio siglo ha sido considerablemente más abultada de lo que se había admitido hasta ahora. Desde su formación en la neoyorquina Liga de Estudiantes de Arte, cuando aún se buscaba la vida como músico profesional, Howe desarrolló una creación abiertamente neoclásica, en un estilo realista, que recreaba tanto mitos grecolatinos como episodios de la tradición cristiana. A menudo, Howe hacía una lectura de estas fuentes en clave homoerótica, lo que, por más que le abriese las puertas del underground (ámbito en el que Howe nunca llegó a sentirse cómodo), sirvió para que los alentadores de la polémica encontraran una diana en la que lanzar sus dardos. Especialmente controvertido fue su proyecto Stations: A Gay Passion, en el que el artista recreó un mundo concreto y bien reconocible: el del muelle 52 del Lower West Side a orillas del río Hudson, en Nueva York, que durante los años 80 fue bien conocido como emplazamiento habitual para la práctica del cruising. Al mismo tiempo, su iniciativa aspiraba a ser un homenaje cargado de intenciones reivindicativas a todas aquellas personas que murieron tras el contagio del VIH; muchos de quienes acudían a aquellos encuentros sexuales, oficiantes de lo que empezaba a ser un movimiento de liberación gay, perdieron la vida en brazos del sida mientras buena parte de los garantes de la moral tradicional, dentro y fuera de EEUU, veían en los efectos devastadores de la enfermedad un acto de justicia divina. La cuestión, precisamente, es que Howe tomó como modelo la Pasión de Cristo y realizó para el proyecto catorce lienzos de gran tamaño, a la manera de un vía crucis, con lo que la polémica se hizo aún notablemente más aguda. De cualquier modo, aquella reivindicación tuvo resonancias decisivas no sólo en el ámbito LGTB: también en el propio mundo del arte. De todo ello se ocupa el doctor en Historia del Arte, profesor y escritor afincado en Marbella José Luiz Plaza Chillón (La Iruela, Jaén, 1964) en su revelador libro Arte y sida en Nueva York. La pasión gay de Delmas Howe, que acaba de publicar la editorial Biblioteca Nueva.
Según Plaza Chillón, que ejerce como profesor en un instituto de Educación Secundaria en Marbella, y que ha publicado una abundante bibliografía sobre Federico García Lorca y su relación con las artes plásticas (así como sobre la renovación de las artes escénicas en España a cuenta del estallido de las vanguardias del pasado siglo), "lo más relevante de la propuesta de Delmas Howe es la búsqueda de la legalidad de la voz homosexual y su legitimización. El hecho de que el artista eligiera el modelo de la Pasión de Cristo para defender la causa gay nacía de la necesidad de mostrar mártires visibles que habían sido rechazados por una sociedad y que temían el contagio de una enfermedad que condenaba a una muerte segura". El surgimiento del sida y la extensión epidémica localizada durante varios años en espacios sociales determinados "puso de relieve todas las dinámicas que durante tantos años habían señalado al homosexual, desde la reducción del gay a un estatuto corpóreo, a la enfermedad como signo del déficit de moralidad, o el establecimiento de una causalidad entre el mal localizado y el mal disperso. La manipulación de la escasa información disponible en mano de los poderes supremos y el discurso apocalíptico y condenatorio de la Iglesia cristiana, especialmente la Católica, contribuyeron a establecer en el imaginario colectivo la asociación de que ser homosexual era sinónimo de contener el sida; todo ello aderezado con el ataque despiadado de los mass media hicieron que la enfermedad progresara según criterios de orden sociológico y moral", explica el autor, quien añade: "Las ofensivas energías dirigidas contra los portadores del virus constituyeron uno de los últimos episodios en la historia de la homofobia; los enfermos de sida eran la versión que la cultura occidental tenía de las propagaciones heréticas y promiscuas de ciertas epidemias con gran predicamento en la Edad Moderna. Se ha mantenido constante el horror al apestado como enemigo de la sociedad porque es incurable e infecto. En las dos últimas décadas del siglo XX, el sida y el homosexual fueron considerados sinónimos de estas milenaristas ideas del pasado".
La Pasión de Delmas Howe (en cuya estética se inspiró presuntamente la escritora Annie Proulx para su relato Brokeback Mountain) fue así concebida "como una conmemoración del mundo gay que debe entenderse como un documento útil y excepcional en memoria de los caídos por el contagio del virus". Una memoria vigente.
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