Y el corazón bien ancho
Crítica de Música
RAÚL RODRÍGUEZ
La Cochera Cabaret. Fecha: 1 de abril. Músicos: Raúl Rodríguez y Mario Mas. Aforo: Unas 50 personas.
El de Raúl Rodríguez el pasado viernes en la Cochera Cabaret fue uno de esos conciertos en los que al principio parece haber cuatro gatos y al final uno cree estar en un Carnegie Hall lleno hasta los topes. Ciertamente, minutos antes de que la cosa empezara el ambiente se resolvía desangelado y tristón, y uno se preguntaba dónde estaba Málaga, qué habían hecho con ella. Afortunadamente, Raúl Rodríguez y Mario Mas dejaron bien claro que aquello no era una cuestión de cantidades, sino de calidades; y así, de paso, los presentes nos reconciliamos con un mundo que creíamos perdido, en el que lo importante no es computable. Habría sido deseable, no obstante, una mayor concurrencia, aunque sólo fuese para restar la impresión de resistencia. Pero ya que de resistir se trataba, los músicos ejercieron de furiosos guitarristas en milagrosa complicidad y los panes y los peces quedaron multiplicados. Con este formato reducido en formas, que no en esencias, Rodríguez y Mas devolvieron Razón de Son al mismo escenario que ya supo de estas músicas el año pasado y regalaron otra noche inolvidable, surcada de travesías oceánicas, de vinos viejos en odres nuevos; de virtuosismo emocional, nunca impostado; de raíces universales, nunca exclusivas ni chauvinistas.
Armados Mas con sus guitarras acústica y flamenca y Rodríguez con su tres flamenco, repasaron Razón de Son al completo con momentos otra vez mágicos, como el fandango indiano de Llévame a la mar, la petenera mexicano-sefardí de La pena y la que no es pena y la asombrosa contemporaneidad de La caña, todo a cuatro manos empeñadas en darse, en no guardarse nada, en derramarse en acordes y melodías con el riesgo de los equilibristas y el amor de los grandes músicos. Hubo también canciones nuevas, acertadas y hermosas, y quedó ampliado el repertorio gracias al genio de Marta Valdés. Pero había que llegar al final para que Raúl Rodríguez hiciera "lo que no tenía que hacer": arrancarse por verdiales. Y Saturno reinó entre nosotros. Que sí, Raúl: salimos con un corazón de un metro y medio y el Betis ganó la Champions.
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