"La cultura en España es un grano en el culo para el político"

alejandro simón partal. poeta

El artista malagueño gana una beca de investigación literaria por valor de 4.500 euros donde ahonda en la obra de "cuatro poetas serenos"

El poeta Alejandro Simón Partal sostiene su penúltimo poemario, Nódulo Noir, en la cafetería del Hotel Inglaterra.
El poeta Alejandro Simón Partal sostiene su penúltimo poemario, Nódulo Noir, en la cafetería del Hotel Inglaterra. / José Luis Pérez García
Isabel Vargas Málaga

28 de noviembre 2016 - 02:03

"El patrimonio, como todo lo que se pierde con facilidad, sólo existe si toca hueso, puro hueso". Y la poesía de Alejandro Simón Partal (Estepona, 1983) lo consigue como si de una punción lumbar se tratara. Rápida, certera, aunque no muy dolorosa. En su último poemario, Los himnos abdominales (Renacimiento, 2015), se observa un rayo de luz, olor a infancia, amores a medio gas. Sin embargo, lo que ha valorado el jurado que lo ha distinguido con la beca de investigación literaria Miguel Fernández 2016 no han sido sus versos, sino un proyecto que ahondará en la obra de "cuatro poetas serenos": Miguel Fernández (Melilla, 1931-1993), María Victoria Atencia (Málaga, 1931), César Simón (Valencia, 1932-1997) y Álvaro Pombo (Santander, 1939).

-Ha ganado la beca Miguel Fernández con un proyecto llamado La carencia de Eros: felicidad en el medio siglo. ¿No le parece contradictorio el título?

-Sí, encierra una parte de contradicción. El título está sacado de una frase de Sócrates ("El deseo es hijo, a la vez, de la carencia"). Eros representa esa armonía en la contradicción, esa lucha de extremos, de contradicciones que unifica el mundo de la serenidad. Más allá del significado, el título sonaba bien. Muchas veces se eligen porque tienen cierta musicalidad. Eros en teoría es la divinidad y representa el lado bueno de la vida, el alcance del deseo, de lo frustrado. Puede parecer contradictorio, pero tiene sentido.

-Si hablamos de eros, Pombo es el más explícito: "Mi dulce amor nos corriéramos juntos".

-Es mucho más explícito en sus novelas que en sus poemarios. De hecho, es más conocida su faceta como narrador, aunque él se haya considerado siempre más poeta que otra cosa. Es el autor que más se acerca al concepto de eros, de esa armonía sustentada en la contradicción. No es hondamente pagano, ni hondamente cristiano. Mezcla a partes iguales religiosidad y sexualidad. Me parecía que era un personaje muy adecuado y que rompía un poco la ortodoxia de los demás.

-¿Qué tienen en común los protagonistas de su investigación?

-Los cuatro han nacido en la misma época y se han mantenido un poco al margen de las generaciones. Miguel Hernández, por ejemplo, no está metido con calzador, aunque puede parecerlo porque la beca lleva su nombre. Es un autor muy poco conocido, que llegó a traspasar esa frontera que el vivía entre esos dos mundos: la religión, la fe y lo sagrado, lo feliz. Los cuatro apuestan por la serenidad, más que por la felicidad. Y mira que me gusta esa palabra. Esa espiritualidad de Atencia me fascina y Pombo me parecía un personaje muy divertido que no ha sido valorado lo suficiente como poeta.

-Afirmaba que el escritor cántabro era muy explícito. ¿A favor o en contra de inundar los poemas con la palabra coño?

-Estoy muy cansado de esa ligeraza en la que hemos caído, sobre todo con cuestiones relacionadas con el feminismo. Hay una desorientación en las voces. El feminismo es algo que corresponde también a los hombres. No me interesa tanto la frivolidad. Está bien que se reivindique la palabra coño porque siempre ha sido polla, pero la literatura tiene que ser un poco más elevada, no elevada de distante, porque la poesía tiene que llegar a la vida de la gente y ese es el gran problema. La poesía se ha alejado de la gente de la calle. Por eso está arrinconada en la parte más oscura de las librerías.

-¿Es culpable la nueva generación de poetas, obsesionada con exprimir el yo hasta dejarlo seco?

-Pero es normal. No vivimos una época literaria. Algunas personas se han acercado a la literatura bajo unas premeditaciones que no son las ideales. Cuando uno se pone a escribir lo intenta hacer lo mejor posible. Ahora está la moda esta de Marwan. Algunos escritores se enfadan bastante porque no venden 300 ejemplares y gente como él llega a los 1.000. A mí no me gusta. No consumo eso. No voy a comprarle un libro. Entiendo que un periodista, un escritor o un poeta tienen que darlo todo cuando escribe. Otros se quedan en lo que pueden. "La poesía joven no tienen que ser necesariamente nueva", leí hace poco. A mí me interesa la poesía joven, pero considero importante atender a las voces consagradas. Hay muy poca paciencia y mucha precipitación. Aún así, le deseo mucha suerte a todo aquel que se atreva a escribir.

-"En la poesía, el camino es eterno", se lee en su tesis sobre a obra del poeta salmantino Juan Antonio González Iglesias. ¿Qué necesita un poeta para vivir?

-Dinero sobre todo (ríe), por eso hay tantos premios (vuelve a reír). Lo que necesita un poeta es tiempo para escribir. Algunos poetas terminan amargándose porque trabajan en otras cosas.

-El Premio Nacional de Poesía Joven curra en un supermercado. ¿No le parece duro leer eso?

-Es duro, sí. Ese chico a lo mejor lo hace de manera temporal o dejó la carrera en primer curso y simplemente escribe poesía cuando le apetece. Cuando te dan un premio no te están otorgando una cátedra. Hay gente que tiene dos doctorados y está en el paro. Titular eso queda muy bien...

-¿No le parece un reflejo de este sistema desapegado de la letra?

-Sí, sí. La poesía necesita que las administraciones públicas y la gente la cobijen y que de una manera vuelva a tener espacio en la vida de las personas, si es que vuelve, y así dignificar el trabajo del poeta. Pero nosotros también nos hemos equivocado. Yo al menos intento no ir a recitales donde no me paguen. No es porque sea altivo, aunque a veces pueda parecerlo, pero al igual que un cerrajero cobra por abrir la puerta de una casa, nosotros también merecemos el mismo trato. No es capitalismo salvaje, es dignificar el oficio. Muchos lo compaginamos con nuestras clases, escribiendo en prensa y acudiendo a festivales como el Cosmopoética o el Eñe. Veo muy bien que no se viva de la poesía. Hay que vivir con la poesía, pero no de la poesía. Muchos están obsesionados en vivir de ella que con ella y de ahí lo que tenemos.

-¿Pero no cree que las administraciones no le dan el valor que se merece a la poesía, a las artes?

-No interesa. No tenemos ministerio de cultura, para empezar. La cultura en España es una limosna, un grano en el culo que se tienen que limpiar los políticos. Es más, la cultura se la he empezado a considerar una enemiga.

-¿Cuál es el objetivo?

-Hemos estado obsesionados con la rentabilidad y el consumo. La literatura, en este caso, no podía seguir ese ritmo. La gente se ha olvidado de lo fundamental. Precisamente con este proyecto de investigación quiero reivindicar la serenidad en la poesía. Ésta evita uno de los grandes males del mundo: perder el contacto con la realidad, estar alienados por el consumo. La poesía apuesta por un ritmo y un lenguaje distinto al que nos intentan imponer.

-¿Qué opina sobre el Premio Nobel a Bob Dylan?

-Veo bien que se lo hayan dado. Hay mucha gente que ha llegado a ser escritor por una canción de Bob Dylan, Lou Reed o Nick Drake. Lo dramático es que Serge Gainsbourg se muriese sin recibirlo.

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