El hispanista a escena
La Casa Gerald Brenan acoge el viernes el estreno absoluto de 'El señor del castillo y su prisionero', obra teatral del autor británico
Málaga/A menudo detrás de todo escritor afamado se oculta un escritor invisible. Gerald Brenan (Sliema, Malta, 1894 - Alhaurín el Grande, 1987) debió su ingreso en el panteón de los grandes autores de su siglo a su labor como hispanista y a El laberinto español, pero también fue un escritor más allá, que dejó muestras de su genio en géneros más literarios como la novela, la poesía y el teatro. Su labor como dramaturgo ha pasado especialmente inadvertida: de hecho, sólo se tiene constancia de una obra alumbrada desde su pluma para la escena, El señor del castilloy su prisionero, escrita en 1949 y publicada sesenta años después en la editorial malagueña Alfama por empeño del albacea y traductor de Brenan, Carlos Pranger. Pero faltaba, aún a esta alturas, una puesta en escena de la pieza (reto nada sencillo, por cierto, dada su complejidad simbólica). Finalmente, el estreno absoluto tendrá lugar este viernes 12 a las 19:30 en el lugar idóneo: la Casa Gerald Brenan de Churriana, en la calle Torremolinos, donde Brenan vivió gran parte de su odisea española. El señor del castillo y su prisionero subirá a escena con formato de lectura dramatizada a cargo de la compañía malagueña Stroke 114, que dirige Belén Santa-Olalla. La entrada será libre, como siempre en el centro, hasta completar el aforo.
Tal y como explica Pranger en su prólogo para la edición de El señor del castillo y su prisionero de 2009 (en un volumen compartido con la miscelánea autobiográfica Él), la aparición de El laberinto español en 1943convirtió a un Brenan ya maduro en un autor de éxito, tal y como siempre deseó; pero no en el escritor que siempre quiso ser. El británico encontró con sus textos sobre España la admiración más que notable por parte de un público amplio, pero en su fuero interno él deseaba ser un creador reconocido por su adscripción a la literatura más pura, una ambición que alimentó en novelas y también en sus poemas (traducidos y divulgados igualmente en España por Carlos Pranger). En 1949, la crisis de identidad que sufría como autor Brenan, abocado a representar un modelo de escritor que no prefería y bendecido por un público que difícilmente iba a prestar atención a cualquier obra distinta de sus estudios y libros de viajes sobre España, había alcanzado ya una presión de órdago que de alguna forma vino a estallar en El señor del castillo y su prisionero. En esta pieza, que para mayor tragedia se mantuvo durante demasiado tiempo en la sombra, Brenan se reivindicaba como un artista con sus propios códigos, capaz de asumir y reinventar a sus clásicos hasta ofrecer una criatura decididamente nueva. Los clásicos particulares de Brenan, eso sí, estaban ligados preferentemente a la tradición literaria española; y es que la primera referencia que cabe señalar a la luz de El señor del castillo y su prisionero es Las moradas interiores de Teresa de Jesús (a quien Brenan dedicó una biografía que dejó inacabada), con la personificación dramática de ideales y conductas: los protagonistas de la obra son Emanación y Razón, binomio a través del cual emprende Brenan el descenso a su propio castillo interior, la fortaleza construida a base de apariencias en la que el escritor preserva su intimidad mientras lucha por superar su timidez y revelarse plenamente. En su formato de drama poético en tres actos, escrito en verso, Brenan siguió la estela de otros autores británicos contemporáneos como Ronald Duncan, Louis McNiece y hasta T. S. Eliot, tal y como recuerda Pranger. Tampoco faltan ecos de La vida es sueño de Calderón, con el mismo desfile de calabozos y privaciones de libertad / existencia que tanto entusiasmó a Samuel Beckett.
La compañía que asume la responsabilidad de llevar por primera vez a escena El señor del castillo y su prisionero es Stroke 114, la formación dirigida por Belén Santa-Olalla, que dejó un más que buen sabor de boca con el estreno a finales del año pasado de su adaptación de El proceso de Kafka para Factoría Echegaray. Rodrigo de la Calva, Garikoitz Lariz, Antonio Arcos y la propia Santa-Olalla componen el reparto de la lectura, que adquirirá hechuras de verdadero montaje con no pocos hallazgos escénicos puestos en juego por la directora, responsable también de la adaptación. Con el diseño técnico y los espacios sonoros de Jorge Sarrión, la propuesta recrea tres ambientes distintos por los que transcurre la acción. Como quedó claro en la lectura transmedia de El proceso, Stroke 114 es una compañía afín al teatro de inmersión y a las representaciones interactivas, con diversos instrumentos aplicados para convertir a cada espectador en protagonista de la obra, de manera que existen tantos montajes como experiencias personales queden consignadas. Esta querencia resulta especialmente apropiada para acompañar a Brenan en el paseo por su castillo interior, en la misma casa que habitó.
La presencia de William Blake también resuena en El señor del castillo y su prisionero a tenor de una de las mayores obsesiones de Brenan: la pureza. "Mi Espectro, que me rodea noche y día / como una bestia salvaje guarda mi camino", reza el epílogo a mayor gloria de Blake. Brenan, al fin, se hace dramaturgo estrenado. No es poco.
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