La piedra es el tesoro
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Arqueólogos malagueños debaten sobre la proyección del patrimonio histórico material más allá de su aprovechamiento turístico, con sus luces y sus sombras
Málaga/La inauguración del Museo de Málaga hace seis meses sirvió en bandeja una revelación descomunal: la colección del antiguo Museo Arqueológico Provincial, guardada en cajas durante veinte años, terminó siendo una auténtica desconocida para toda una generación de malagueños; pero, más aún, los tesoros exhibidos en la Aduana demostraron que la actividad arqueológica desarrollada en la provincia durante esos mismos veinte años ha sido descomunal, fecunda y rica en hallazgos, con una posición predominante en todo el Mediterráneo (y la misma provincia entraña uno de los pocos territorios en los que se han asentado todas las civilizaciones que el mismo mar ha alumbrado a lo largo de tres milenios) que da cuenta, además, de la calidad y ambición de no pocos arqueólogos formados en la Universidad de Málaga durante este tiempo. Málaga encierra, en fin, una verdadero hito de la arqueología en Occidente, muy a pesar del desinterés institucional y de que los medios disponibles no son los debidos; la diferencia es que ahora Málaga mantiene esta categoría (indiferente, eso sí, para la mayoría) por méritos propios y no a expensas de institutos alemanes (que, por otra parte, abrieron en su día un camino imprescindible). Cabe preguntarse ahora qué se puede hacer con este legado patrimonial: exponerlo en un museo para atraer a turistas entraña siempre una opción atractiva, pero cabe la sospecha de que el fruto puede ser mucho mayor, especialmente en lo que a conocimiento, transformación urbana y reafirmación de identidades se refiere. La Fundación Aduana Museo de Málaga, que preside el pintor Eugenio Chicano, se hizo la misma pregunta y por eso celebró el pasado jueves en la Sociedad Económica de Amigos del País una mesa redonda bajo el lema La puesta en valor del patrimonio arqueológico en Málaga, más allá del turismo en la que participaron cinco arqueólogos de decisiva influencia en la provincia durante los últimos veinte años: Pedro Cantalejo (coordinador del patrimonio natural e histórico de la comarca del Guadalteba), Francisco Melero (arqueólogo profesional libre al frente de Aratispi Patrimonio), Carmen Íñiguez (arqueóloga profesional libre al frente de Cisarqueología) y Manuel Corrales ( de la Delegación provincial de Cultura y responsable del yacimiento del Teatro Romano) abordaron la cuestión con sus sombras y sus luces, moderados por Eduardo García Alfonso, de la Delegación de Cultura y referente en la investigación de los yacimientos fenicios.
De entrada, cabe constatar cierta evidencia que puede sonar a perogrullada pero que no por ello es menos importante: la existencia de un patrimonio arqueológico determinado constituye un posible motor de cambio cultural, urbano y económico, pero hace falta, ante todo, una voluntad política suficientemente sensible. Pedro Cantalejo puso sobre la mesa el ejemplo de Ardales, un municipio "que en los años 80 recibía un turismo de interior, interesado en ver las ruinas de Bobastro o el paraje de El Chorro. Pero era algo esporádico, un paquete informe, sin definición. A partir de entonces, se decidió convertir algo que ya era turístico en algo cultural, es decir, justo en la dirección contraria de lo que suele suceder. Y esto fue posible porque en el Ayuntamiento y en la Junta de Andalucía hubo responsables que vieron la oportunidad y decidieron apoyar el proyecto con inversiones para personal, conservación e intervenciones. Gracias a aquel impulso se pudo construir el Centro de Interpretación de la Prehistoria y habilitar la Cueva de Ardales para hacerla visitable. Hoy, el centro recibe a cerca de 40.000 visitantes al año, y para visitar la cueva, a la que sólo pueden acceder quince personas al día, hay listas de espera de hasta un par de meses. También llevamos a cabo la musealización de la iglesia de Bobastro y de la Peña de Ardales, y la afluencia en ambos casos es notable". Cantalejo admite que el Caminito del Rey ha tenido que ver mucho con este crecimiento en los últimos dos años, por cuanto no pocos interesados en recorrerlo aprovechan para conocer la riqueza arqueológica de Ardales; pero apunta: "Lo que hacemos es intentar convertir la visita al Caminito del Rey en una experiencia cultural. Que el turista adquiera información relevante y datos históricos sobre la zona y que vea como algo atractivo el patrimonio arqueológico que tiene allí al lado. Igualmente, queremos hacer de la visita turística algo más, enriquecerla, dotarla de un contenido cultural pleno".
No menos relevante en la provincia es el proyecto del Parque Arqueológico que actualmente se construye en Cártama y que espera ver la luz el año que viene. Su responsable, Francisco Melero, incidió en la idea de que "además de arqueólogos capaces, una puesta en valor del patrimonio necesita decisiones políticas acertadas". Y el mismo Parque Arqueológico de Cártama constituye un ejemplo en este sentido: "En 2005 se hizo una primera intervención arqueológica en la antigua sede del Ayuntamiento, en el centro del municipio, con la intención de construir allí la Casa de la Cultura. Pero resultó que los restos encontrados seguían una línea ininterrumpida desde el siglo VIII a.C. hasta el presente. Entonces, el Ayuntamiento decidió aparcar el proyecto de la Casa de la Cultura, adquirió algunos edificios colindantes y optó por poner en marcha el futuro Parque Arqueológico". Melero explica que Cártama fue en su origen "un poblado tartésico que después se convirtió sucesivamente en ciudad íbera, romana, tardoantigua y fortaleza andalusí", lo que permitirá a la iniciativa presentar restos patrimoniales de todas las épocas. Eso sí, además del esfuerzo de las administraciones, la implicación vecinal se hace a veces imprescindible: el arqueólogo recuerda que algunos mosaicos de la Cártama romana terminaron destrozados y vertidos en escombreras a cuenta del furor por la construcción que desató en el municipio el boom inmobiliario del presente siglo, "pero hubo vecinos que se organizaron, recogieron los fragmentos y garantizaron su protección y posterior restauración". El monumental Nacimiento de Venus que hoy puede admirarse en el Museo de Málaga y que se situó originalmente en la carretera de Coín corrió justo esta suerte.
Respecto a la capital malagueña, Carmen Íñiguez incide en la naturaleza "única y extraordinariamente diversa" de su patrimonio arqueológico, que abarca desde la colonia fenicia hasta el desarrollo industrial del siglo XIX. La puesta en valor de este patrimonio ha crecido notablemente en las últimas décadas hasta culminar con la colección arqueológica del Museo de Málaga, pero Íñiguez advierte algunas anomalías en lo que a esta puesta en valor se refiere. Así, resulta incongruente esta apuesta institucional "con la decisión de mantener cerrada al público la Torre del Homenaje de la Alcazaba, verdadero emblema andalusí del recinto y su elemento más significativo. Se podría abrir perfectamente, aunque fuese para grupos reducidos. Pero al no hacerlo, se está privando a los visitantes de la experiencia más importante que puede aportar la Alcazaba". En cuanto a Gibralfaro, "lo que no se puede hacer es abrir un centro de interpretación, como se ha hecho, que cuenta la historia de la fortaleza desde el siglo XVI, ignorando su origen. De esta forma, el visitante se irá sin saber que justo debajo del mismo centro de interpretación se conserva enterrada una mezquita, por ejemplo". La arqueóloga concede especial protagonismo en el patrimonio histórico de la ciudad al "otro Museo de Málaga, el que se encuentra en la calle o integrado en diversos inmuebles". La pieza esencial de este museo es la muralla medieval, "integrada con buen criterio en lugares como la librería Proteo y en Alcazabilla, pero con mucha menos fortuna en otros como Carretería: ahí sí que, definitivamente, se tomaron decisiones erróneas". Íñiguez indica, eso sí, algunas asignaturas pendientes que Málaga mantiene aún respecto a su patrimonio arqueológico: "El Cerro del Villar, los restos de la colonia fenicia en las calles San Agustín y Cister, los niveles romanos bajo el Museo Carmen Thyssen y las mezquitas funerarias de la calle Agua. Todo esto debería ser puesto en valor cuanto antes".
Para Manuel Corrales, el objetivo fundamental de toda actuación arqueológica "debe ser trasladar los resultados científicos a la sociedad. Si no, únicamente mostraremos la punta del iceberg". Esta es la máxima con la que dirige las intervenciones en el Teatro Romano, enclave que demuestra bien, a su juicio, el modo en que el aprovechamiento del patrimonio arqueológico es capaz de influir en el futuro inmediato de una ciudad: "El Teatro Romano ha sido la verdadera locomotora de la transformación del centro urbano de Málaga. En los años 80, el centro era un lugar lleno de ruina y delincuencia; pero la recuperación del Teatro Romano significó el primer paso hacia el escaparate cultural que es hoy el centro de Málaga. La intervención trascendió el mismo entorno de Alcazabilla, y así se recogió en los diferentes planes estratégicos. Sin embargo, desde su descubrimiento en 1951 y hasta los 80, Málaga había vivido de espaldas al Teatro Romano, manteniéndolo lleno de basura, sin sospechar las posibilidades de cambio que ofrecía para todo el centro". Y el arqueólogo apunta: "Es verdad que hoy tenemos problemas de masificación y pérdida de identidad cultural. Pero benditos sean estos problemas comparados con los que teníamos antes". La locomotora sigue su curso.
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