Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Carlota

Acaba de cumplir ochenta años, la mitad de los cuales los ocupó como maestra en la Siberia extremeña

Se llama Carlota y el 7 de marzo cumplió 80 años, la mitad de los cuales los pasó de maestra de escuela. El destino donde más tiempo estuvo fue en Siruela, en la Siberia extremeña. Un topónimo unido al título de uno de los hijos de la duquesa de Alba, que lo hizo extensivo a una editorial de culto que organizó la participación de Borges y Calvino en el seminario de Literatura Fantástica que se celebró en Sevilla en 1984.

Carlota contó en un auditorio lleno de gente que se sentía muy sola. Una soledad provocada por el desamparo afectivo de haber perdido al hombre de su vida, al que conoció cuando ella tenía veinte años y con el que estuvo casada durante 52. Una relación que le regaló dos hijas a las que adora y cuatro nietas que llenan de alegría su vida. Una de ellas hace un master en París, motivo por el que la abuela hará próximamente un viaje a la capital de la Luz para mitigar estos meses de oscuridad.

El propio Italo Calvino, experto en demediar vizcondes, habló de un nuevo ser, el que formaban él y su mujer, para describir gráficamente el grado de afinidad emocional, centauro amoroso, que habían conseguido. Carlota ha sufrido una especie de mutilación, le han arrancado las extremidades del corazón. Pero no se amilana y sabe que lo peor es el conformismo y la flagelación. Su agenda no la tiene ni un ministro: los lunes, taller de psicología; los martes, sesión de catequesis; el miércoles acudió a una mesa redonda sobre la soledad en la que contó sus vivencias; los jueves, reunión en la Casa de Extremadura, morriña de sus alumnos de la Siberia extremeña. Los viernes, comida con alguna de las hijas.

Moderé a un cuarteto de solitarios. Las otras soledades eran menos románticas y se llaman esquizofrenia paranoide, diagnóstico oncológico y catorce años durmiendo en la calle, con remedios tan heterogéneos como el programa de Juan y Medio, la lectura del Quijote o el paraguas social de Cáritas.

Carlota reconoció en público que es lectora de quien suscribe estas líneas. No hay mayor premio para un periodista. Le regalé, me pidió que se la dedicara, la columna que Fernando Savater publicó en El País en el segundo aniversario de la muerte de su esposa, su cómplice en tantas aventuras literarias, la fuente de su infancia recuperada. Más o menos el tiempo que Carlota lleva viviendo sólo con media vida, sola sin su vida entera. Aunque en su duelo no deja sitio para los quebrantos.

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