La tribuna
Javier González-Cotta
El Grinch y el Niño Dios
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Es un principio básico de la psicología, y también de la sensatez. Si aplicamos una y otra vez una estrategia para solucionar un problema, y el problema se repite de nuevo con las mismas características, la estrategia es fallida, y hay que reenfocarla, repensarla y sustituirla. Una catástrofe por inundación, en definitiva, no es más que un ejemplo de mala adaptación del ser humano al medio en el que habita.
Hace tiempo que hemos delegado la responsabilidad individual de esta adaptación, para depositarla en manos de las instituciones responsables, lo que ha aparejado de una dejación de nuestra capacidad crítica sobre su modo de gestionar el riesgo. Y aquí está el problema. El riesgo, por su componente dramática, se presta a ser utilizado con demagogia por parte de las instituciones implicadas, y es un tema idóneo para la construcción de discursos cambiantes, en el sentido en el que lo utiliza Foucolt. Hay tres vías para enfrentarse al riesgo: aminorar la peligrosidad del agua, limitar la exposición a la misma de la población y sus bienes, y actuar sobre los puntos más vulnerables del territorio, reforzando su resistencia. No todas proporcionan los mismos resultados, ni incorporan los mismos costes, aunque cada una tiene un discurso que las legitima. De nosotros depende elegir la idónea.
A partir de las inundaciones de 1989, se activó por parte de las instituciones públicas el discurso justificativo de la gran y costosa obra de encauzamiento del bajo Guadalhorce. Había que eliminar la peligrosidad del río. No se plantearon con profundidad preguntas tales como ¿es proporcional el esfuerzo a los resultados? ¿Será la solución duradera?. En definitiva, ¿se trataba de proteger a una parte de la población, o más bien de consolidar la potencialidad de unos terrenos para la futura expansión urbana? El planeamiento consolidó esta zona de la ciudad con un entramado urbano denso y plagado de hitos funcionales, focos de atracción de la población. Centros deportivos, comerciales, de ocio, hospitales, infraestructuras de transportes y polígonos industriales aumentan el riesgo de catástrofe por incremento de la exposición de la población, una población confiada en el discurso de seguridad institucional.
Y bien, se realizó el encauzamiento, y la zona se siguió inundando. Con los modelos predictivos que se aplican en la actualidad, no se puede afirmar que la predicción de un área inundable sea exacta, ni invariable en un periodo de tiempo. Hace ya mucho tiempo que las llamadas obras de "control" de la peligrosidad de inundaciones, pasaron a denominarse, de forma menos pretenciosa, medidas de "mitigación". Es muy aventurado e irresponsable afirmar que la peligrosidad de una zona inundable está controlada. El conocido como "síndrome de falsa seguridad" fue estudiado, hace ya muchos años, por Burton, Kates y White (1962), como responsable de la mayores pérdidas de la historia en EEUU. De estas experiencias fracasadas debe aprenderse que la mitigación de la peligrosidad en un territorio nunca debe dirigirse a la descalificación de una zona como peligrosa. Fíjense si ha llovido desde entonces. Y nosotros sin enterarnos. O sin querernos enterar. Y ahora bien, ¿qué hacer cuando es difícil o imposible actuar sobre el peligro, y ya existe población y bienes expuestos legalmente? El discurso institucional discurre ahora por la vía de la exaltación de las medidas de asistencia en emergencias. Es éste un paradigma que goza de gran aceptación social, por su carácter espectacular, heroico y conmovedor, tan cercano al lenguaje de ficción televisivo. Sin embargo estas medidas paliativas, más allá de su elevadísimo coste, al no actuar sobre la raíz, perpetúan el problema.
En este punto, ¿cuál sigue siendo la asignatura pendiente en materia de inundación, la estrategia de lucha que menos se ha aplicado? La más directa, la más barata, y la que se ha empleado ancestralmente en las zonas inundables. Adaptarse al medio inundable. Actuar sobre la vulnerabilidad de la población y sus bienes para reforzar su resistencia. Analicemos los puntos conflictivos más frágiles, y diseñemos medidas de adaptación ad hoc. Los Planes de Actuación de Ámbito Local frente al Riesgo de Inundación, si es que se toman en serio, constituyen el marco idóneo para desarrollar este tipo de estrategias. Pasemos del estudio del riesgo a la construcción de la seguridad. Qué simple, y que eficaz, un sencillo palafito.
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