Soluciones tecnológicas contra el cambio climático
La Voz Invitada
l El autor mantiene que el sector agropecuario es parte de la solución como sumidero de CO2. Investigadores de 13 países exponen en la US los últimos avances contra el cambio climático
El cambio climático hacia un calentamiento global de nuestro planeta es un hecho irrefutable, del que nadie puede dudar en el momento actual. Se puede ser escéptico sobre los que sostienen el principio de que el cambio climático es exclusivamente debido a un origen antropocéntrico; pero, el hecho real del cambio del clima por causa del calentamiento del planeta lo estamos padeciendo cada día, y hemos de aprender a convivir con ese hecho, que nos sobrepasa.
Los ‘negacionistas’ del cambio han perdido su batalla ante las estadísticas que muestran que, en el transcurso de los últimos años o décadas, existe una tendencia clara hacia el calentamiento de los mares, de las zonas polares, de las tierras (habitadas o yermas), o de la atmósfera, tanto en la troposfera como en la estratosfera (las más influenciadas por las actividades humanas. No así en la mesosfera, como en la termosfera y en la exosfera (capas más externas y difícilmente alteradas por nuestras actividades cotidianas). Los episodios de ruptura del vórtice polar, con sus correspondientes derrames de aire polar hacia las latitudes medias, el calentamiento de los océanos, la merma de la superficie de los glaciares, el incremento de la altura de las aguas marinas y la disminución de la superficie de tierras emergidas, son resultantes de esa alteración del clima. Los datos nos superan y ridiculizan los argumentos de los negacionistas.
Admitiendo que el cambio climático acompaña nuestras vidas y que hemos de aprender a conllevarlo e, incluso, a mitigarlo, o más aún, a corregirlo, tenemos que convivir con esta nueva realidad. ¿Cómo hacerlo, con qué metodología e instrumentos, qué beneficios obtenemos como colectivo social, cómo participar?
El tema está abierto y el consenso es muy alto entre la ciudadanía en general e, incluso, entre los gobiernos del mundo. Pero, a todas luces, falta clarificación de cara al abordaje de las tareas a realizar y el camino a recorrer, la metodología a seguir, los compromisos que se contraen e, incluso, las sanciones por su incumplimiento.
Esto va en descrédito de los gobiernos del mundo, de las organizaciones internacionales en las que se integran y de la solidaridad entre los diferentes países para ayudar a los más débiles.
Si la Humanidad, a partir de la revolución industrial, ha sido partícipe en la generación del problema, algo debemos hacer para frenar esa dinámica y corregirla, si eso fuera posible.
Si ciertos avances tecnológicos, transformados en industrias contaminantes, han sido los desencadenantes del calentamiento, sería coherente que parte de la solución viniese también del sector de la innovación tecnológica.
Parece ser que el mundo de la ciencia ya ha identificado cuáles son los principales causantes.
En 1988, la ONU y la Organización Meteorológica Mundial reúnen un Comité de Expertos (el famoso Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), con el objetivo de identificar los gases que son responsables del efecto invernadero en la atmósfera terrestre: el diagnóstico concluyó que esos gases eran el dióxido de carbono (CO2) considerado causante del 53% del efecto invernadero; el metano (CH4), que contribuye con el 15 % a ese efecto; el óxido nitroso (N2O); los perfluorocarbonos (PFC); los hidrofluorocarbonos (HFC); y el hexafluoruro de azufre (SF6). Más tarde se añadirá el tri-fluoruro de nitrógeno (FN3) en la Enmienda de Doha, en 2012.
Las medidas a tomar (se decía en aquel momento) habían de ser urgentes. La responsabilidad, identificaba la ONU, debía estar en las normas de control que habían de negociar los gobernantes del mundo, especialmente, los más poderosos, que también son los mayores causantes del problema. Los resultados, habiendo pasado 35 años desde que fuesen identificadas las causas, son decepcionantes, para vergüenza de los dirigentes mundiales.
Toda la actividad humana se ve condicionada por el cambio climático: olas de calor y de frío, inundaciones y sequías, fuertes temporales, falta de recursos hídricos, incertidumbres sobre los recursos alimentarios, incapacidad para alimentar a una Humanidad con población creciente, dificultades en los transportes, daños en las infraestructuras viarias, entre otros de tipo más próximo a la supervivencia social, como destrucción de los hábitats, el empobrecimiento de las familias, hambrunas y muertes (sobre todo en los países menos favorecidos).
Entre todas ellas hay una actividad que nos resulta especialmente crítica: la capacidad del sector agropecuario y de la acuicultura para producir alimentos para la demanda creciente de la Humanidad.
Este sector es al tiempo un contribuyente a la producción y emisión de CO2, que es componente esencial en la causa del efecto invernadero; pero, al mismo tiempo, puede formar parte de la solución, porque es el primer sumidero de CO2 de la atmósfera. Afortunadamente, los bosques (naturales o de cultivo) y la agricultura, junto a la acuicultura (como la producción de algas), realizan el trabajo diario de la fijación del CO2 en la función clorofílica, para producir materia vegetal.
Ese mecanismo puede ser artificialmente potenciado aumentando la superficie foliar de los cultivos. Un ejemplo, mediante la agricultura vertical en ambiente controlado, se incrementa el potencial de producción por m2, mejorando el rendimiento del agua utilizada para el regadío (con ahorros que pueden llegar al 90% del consumo tradicional en un mismo cultivo).
Una agricultura más inteligente y resistente
… Y lo que no hacen los gobiernos, ya han empezado a hacerlo las empresas más innovadoras y punteras en el mundo: Agritecture Consultig es una empresa californiana, con más de 10 años de negocio, que nació con el objetivo de “acelerar y potenciar la transición a una agricultura más inteligente y resistente”, cuya visión es la de “una agricultura económicamente viable, resistente al cambio climático e impulsada por estrategias basadas en datos”, centrándose en la agricultura vertical, calculando que el volumen de negocio mundial para el presente 2023 alcanzará los 6.400 millones de US$.
Ese es solo un modelo de innovación, pero también hay que innovar e investigar, en la mejora genética vegetal de las especies comercializadas en el presente y en la búsqueda de nuevas variedades botánicas susceptibles de ser utilizadas en funciones alimentarias.
Empresas andaluzas, pioneras
Igualmente hay que pensar en la aplicación de los grandes adelantos actuales de la inteligencia artificial, para orientar el cultivo intensivo de producción de alimentos, por medio del uso de microorganismos benéficos, mejoradores del sistema nutritivo determinado de especies tradicionales o de familias de nueva domesticación. Y en eso están también algunas pequeñas pero importantes empresas andaluzas, pioneras en el desarrollo de nuevas tecnologías en beneficio del sector agrario y acuícola. Sigámosles en su trayectoria.
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