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Sevilla/Realmente nunca se habían ido pero la falta de recursos hídricos, han hecho que las desaladoras vuelvan a estar sobre la mesa para paliar la falta de agua en zonas particularmente secas. Fueron una solución milagrosa y después abandonadas por sus altos costes de fabricación, consumo de energía y mantenimiento.
Cuando se cumple el quinto año de lo que ya se denomina “sequía estructural” y con apenas 2.411 hectómetros cúbicos de agua embalsada, lo que supone el 20,15% de la capacidad total (11.966) y 371 hectómetros cúbicos menos que hace un año, el conocido como plan Sequía Plus, antesala del cuarto decreto que se aprobará en los primeros días del inminente próximo año, plantea la recuperación de las desaladoras, en esta ocasión mediante unas instalaciones portátiles, más económicas que las utilizadas hasta ahora.
Son Almería y Málaga, dos de las provincias que sufren lo que se conoce como estrés hídrico, las que acaparan la práctica totalidad de desaladoras en una comunidad que, ante la sequía, busca alternativas de abastecimiento de agua tanto para uso doméstico como agrícola e industrial.
Según los datos de la Fundación Aquae, de las más de 750 plantas desaladoras existentes en España, Almería es la zona de la comunidad andaluza que mejor ha sabido adaptarse y que cuenta actualmente con más infraestructuras de este tipo en funcionamiento. Es el caso de las desaladoras del Levante y el Poniente Almeriense, en Carboneras y Campo de Dalías (El Ejido), ambas operadas directamente por la empresa pública Acuamed y con capacidad para producir en torno a 40 y 30 hectómetros cúbicos anuales, respectivamente.
En la provincia almeriense también existe otra instalación, gestionada por Acuamed en el Bajo Almanzora, fuera de servicio y pendiente de reparación tras una riada que arrasó con sus instalaciones en el año 2012. Una vez puesta de nuevo en marcha, podría aportar 20 hectómetros cúbicos más de agua. A estas se suma otra en Almería capital de gestión municipal y con torno a 15 hectómetros de capacidad. Entre estas instalaciones públicas y otras de carácter privado de menor envergadura, la provincia de Almería dispone actualmente de unos 85 hectómetros cúbicos de agua desalada, de acuerdo a los cálculos de la Mesa del Agua.
Un volumen hídrico aproximado que, según la Federación de Regantes de Almería (Feral), debería aumentar en un 150 % para el horizonte de 2030, de forma que puedan asumirse las necesidades tanto de la agricultura como de abastecimiento urbano de la costa. Por ello, desde la Mesa del Agua de Almería, su portavoz, José Antonio Fernández, ha pedido que las plantas actuales puedan funcionar al 100% de capacidad, que se amplíen las ya existentes y que se construyan otras nuevas.
En el caso de la provincia de Málaga, la principal desaladora se encuentra en Marbella, operada por Acosol y capaz de producir más 15 hectómetros cúbicos de agua al año, aunque la Fundación Aquae también incluye en su clasificación de plantas más importantes a la desalobradora (de agua salobre, no de mar) de El Atabal, operada por Emasa en la capital y capaz de producir unos 70 hectómetros anuales. En la misma provincia una de las infraestructuras más esperadas es la desaladora de la Axarquía, para dar respuesta a la necesidad de sus municipios y sus sectores productivos, vinculados al importante cultivo de subtropicales.
Según la sociedad estatal Acuamed, las capacidad instalada de desalación de agua de mar en las plantas de Carboneras, Campo de Dalías y Marbella suma actualmente 87 hectómetros cúbicos al año, mientras que la de agua salobre, en Atabal, es de 58 hectómetros. En este momento, entre las actuaciones encomendadas a Acuamed están la mejora de la eficiencia de Marbella y Carboneras y la ampliación de producción de Campo de Dalías en más de 10 hectómetros, además de la ampliación de un bastidor más en Bajo Almanzora, una vez que se repare la planta.
En este contexto, el secretario general de Feragua, Pedro Parias, puso el acento en que las necesidades hídricas de Andalucía no se limitan al abastecimiento urbano, la agricultura o la industria, sino que el desarrollo futuro del hidrógeno verde también debería llevar aparejado un consumo de agua vinculado a la desalación.
Con motivo de la cumbre de sobre el Clima de Dubai, el presidente de la Junta, Juanma Moreno, apelaba al Gobierno de España para cerrar un “calendario y un acuerdo de financiación” para realizar “lo antes posible” un mapa de desaladoras en Andalucía que permita ponerlas en marcha para subsanar el déficit hídrico de la región. Moreno reclamó un plan director de desalación en Andalucía para saber “dónde tienen que estar las nuevas desaladoras”, toda vez que la localización de “algunas de ellas” ya ha sido expuesta por la Junta para que las ejecute el Gobierno, que es el “competente en esta materia”.
A juicio del jefe del Ejecutivo andaluz, es preciso crear estas desaladoras “desde Huelva hasta Almería” para recuperar más hectómetros cúbicos que se puedan destinar a la agricultura, la ganadería, el turismo y el consumo humano y estableció como fecha el 2027 para que estas instalaciones puedan estar en funcionamiento.
Su plazo de construcción, así como un coste que puede rondar los 100 millones de euros (como la prevista en Málaga), han hecho que sean las instalaciones portátiles las que estén ahora encima de la mesa como alternativa. Funcionan mediante el principio de ósmosis inversa, es decir, hacer pasar el agua salada a través de una membrana a alta presión (hasta 65 bares). Su producción permite llegar a entre 4 y 5 hectómetros cúbicos al año, lo suficiente para abastecer a una ciudad de unos 40.000 habitantes. La primera de ellas podría estar operativa en la localidad de Vélez-Málaga y se conectaría, al menos esos son los planes iniciales, a la depuradora de El Trapiche. También hay otro proyecto para una instalación similar en la localidad de Marbella, en situación extrema por sequía.
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