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El entorno del Parque Nacional de Doñana, las marismas que lo circundan, se parece más a un gigante proyecto de ingeniería que a un medio natural. Las marismas es un complejo entramado de diques, canales y tuberías que hacen del espacio un lugar inquietante al visitante, más parecido a un robot de tubos que a un humedal salvaje. El cielo se oscurece y huele de repente a humedad. La sola adivinación de agua genera contento en la comarca. No puede oler más a tierra mojada, sintagma incongruente en Doñana. En efecto, pese a las amenazas, hoy tampoco ha llovido.
El director del Espacio Natural de Doñana –Parque Natural y Parque Nacional–, Juan Pedro Castellano, viene a afirmar rodeado de periodistas en una vacía laguna de Santa Olalla que los animales viven "donde pueden". En efecto, una garza real busca un oasis que serán apenas hilillos. Una pareja de moritos desentierra un botín en el lodo reseco de un lucio que fue un vergel hasta hace unos años. Finalmente las aves y los anfibios encuentran su medio en los canales y balsas de riego, en las obras de ingeniería.
El ánsar es una especia de aves que ha podido verse habitualmente en la marisma del Rocío, a pocos metros de la ermita, entre los caballos y las vacas de la marisma. Cada año los ánsares bajan al sur a pasar el invierno lejos del norte frío europeo, pero cada vez vienen menos. El ánsar común es una de las especies emblemáticas de Doñana. Cada año se organizaban excursiones para darles la bienvenida. Los amantes de esta especie no están sin embargo de enhorabuena. La población de ánsares que inverna en Doñana no remonta el vuelo. Los biólogos califican el último dato de "preocupante".
En 2020 se registró el peor dato de las últimas cinco décadas. En 2021 se ha registrado el sexto peor dato de la historia. Entre los biólogos cunde la alarma.
El caso del ánsar común es sólo una muestra de lo que sucede en el parque natural con las aves acuáticas. El informe de 2021 refleja una notable disminución de ejemplares en relación a 2020. De 470.000 individuos censados a los 87.500 de 2021, una quinta parte en sólo una año.
Son los datos que figuraban en el informe de la Infraestructura Científica Técnica Singular de la Reserva Biológica de Doñana, que gestiona la Estación Biológica de Doñana, un documento que recoge datos sobre el estado de conservación de Doñana. Las lluvias caídas este año en el Parque Natural son sensiblemente inferiores a las registradas en la media de los 30 años anteriores y, sin agua, no hay hábitat para las aves.
"No puede ser que mientras se sigue regando el césped en Matalascañas, las lagunas de Doñana se sequen completamente", explica el director de la Estación Biológica de Doñana, Eloy Revilla.
Que no haya agua en Doñana, como es sabido, no depende sólo de la lluvia. Los vecinos de la comarca y los científicos siguen alertando de que Doñana se ha convertido en una gigante tubería.
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