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Elecciones Parlamento Andalucía
El mismo día en que miles de parisinos asaltaban la Bastilla, Luis XVI anotó una palabra en su dietario: "Nada". Era el comienzo de la revolución, París estaba ardiendo y el rey de Francia, ausente de la realidad de sus administrados, sólo reparó en el balance de un día de caza. Ni una presa, ni un trofeo. Nada.
Al mismo tiempo que la revolución electoral se estaba consumando en Andalucía, a Ciudadanos (Cs) apenas le cabía una idea en su diario. Ni un diputado, ni una Consejería. La nada. Cs se queda sin representación parlamentaria en Andalucía, síntoma inequívoco de que la descomposición continúa. El partido naranja ha tocado suelo en Andalucía como anteriormente lo había hecho en Madrid, en Murcia y en Castilla y León.
Cs ha logrado el 3,29% de los votos, un total de 118.041 sufragios, al 98% de los votos escrutados, lo que representa una caída de 15 puntos con respecto a las elecciones de 2018. Ni Sevilla ni Cádiz ni Málaga, que eran las provincias en las que había una esperanza. No ha podido ser. El partido que un día aspiró a ser bisagra ha pasado a ser una llave y está justamente en el fondo del mar, matarile, matarile.
El batacazo ha sido de aúpa y el coordinador de Cs en Andalucía, Juan Marín, no ha tenido más remedio que asumir la responsabilidad. "Mañana presentaré la dimisión de todos mis cargos de responsabilidad en el partido, que haré efectiva ante la Comisión Ejecutiva", ha anunciado. Lo contrario, que hubiera informado de su continuidad, habría sido la verdadera noticia de la noche con ese resultado electoral.
Minutos antes de conocerse los primeros resultados, el candidato de Cs a presidir la Junta de Andalucía, Marín, dejaba claro en una relajada conversación con la prensa que "a la política hay que llegar llorado". Y ciertamente no ha habido llantos ni sollozos durante toda la tarde pese a que la temida debacle esperada del partido naranja ha sido una realidad. De lograr 21 diputados en 2018, de gobernar con cinco consejeros y de presidir el Parlamento, Cs ha pasado a la absoluta irrelevancia, a la nada.
El retroceso ha sido notable, pasando de ser la tercera fuerza política en 2018 a la sexta posición, por detrás del PP, PSOE, Vox, Por Andalucía y Adelante Andalucía. La marca Ciudadanos está quemada. Pero eso es un asunto que Marín ha preferido soslayar: "Nada tienen estas elecciones con las anteriores, nada tiene que ver Andalucía con Castilla y León o con Madrid. Hemos presentado un proyecto que hemos defendido pero que los andaluces no han apoyado".
Marín ha anunciado su dimisión porque "hay que asumir las responsabilidades, soy el máximo responsable de lo que ha sucedido en mi partido" y lo ha hecho porque está convencido de que en Cs "habrá hombres y mujeres que lo harán mejor". Lo que no ha asegurado Marín es si esta renuncia se extenderá a las otras responsabilidades públicas. "Por ahora sigo siendo vicepresidente en funciones de la Junta. Cuando haya relevo en el Gobierno ya veré qué hago, pero no me veo en el próximo Gobierno de la Junta".
A la hora de valorar el batacazo de Cs, Marín ha continuado insistiendo en la capacidad del PP de rentabilizar la gestión del Gobierno, algo de lo que no ha sido capaz Cs. "Lo que hemos hecho es trabajar y consideramos que el resultado es injusto. Hemos hecho lo que dijimos que vendríamos a hacer. En cierta manera estamos felices porque afortunadamente ya no hay un corruptos en el Parlamento y eso, como otras muchas cosas, es gracias a la gestión de Ciudadanos. Creo que le va a ir peor a Andalucía sin Ciudadanos en el Parlamento".
La calma y la distensión habían sido sin embargo los tonos de los pasillos del hotel NH Collection, que ha sido el sitio elegido por Cs para seguir la jornada electoral. Marta Bosquet, presidenta del Parlamento durante la legislatura y número dos en la lista de Sevilla, departía tranquilamente con una militante. Marín saludaba sonriente a diestra y siniestra. Edmundo Bal, portavoz del partido en el Congreso de los Diputados, era el único a quien se le podría adivinar la gravedad. El resto del partido, sin embargo, ha llegado entero llorado. Todavía no había un resultado. La debacle era aún desconocida. Las lágrimas han sido postreras aunque no eran de rabia sino de pena. Era la lástima del adiós y era por Marín.
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