El viaje a ninguna parte

LA periodista Marta Jiménez y la poeta y editora Elena Medel, ambas cordobesas, acaban de publicar el libro Córdoba 2016: El viaje a ninguna parte, un exhaustivo reportaje sobre la candidatura de la ciudad a la Capitalidad Cultural de Europa cuya conclusión es tan reveladora como amarga. La obra revisa todo el entusiasmo ciudadano que desde el principio generó el proyecto, la ilusión puesta en la consecución del objetivo y el modo en que toda aquella entrega respondió a una ingenuidad severamente castigada que no sabía nada de grupos de presión ni de los mecanismos extraoficiales que terminaron sacando el conejo de la chistera donostiarra. En Málaga el entusiasmo ciudadano fue mucho menor y el trabajo hecho a pie de calle por las instituciones y fundaciones implicadas no pasó de lo anecdótico; en su lugar, llegó a respirarse cierta arrogancia vendida como confianza que culminó con el jaleo político y la vergüenza ajena a costa de episodios como el bochornoso vídeo promocional. Pero desde entonces casi todo lo que se ha movido en Málaga en torno a la cultura se ha parecido también a un viaje a ninguna parte, con más de 30 millones de euros tirados por la borda a cuenta de Tabacalera, la llegada de un museo caro y ambicioso como el Carmen Thyssen (que ha reducido drásticamente el nivel de la calidad expositiva prometido antes de su apertura), fantasmas del calibre de la no recuperación del Teatro Romano como escenario en activo y el no lugar del Soho, salas de espectáculos que abren y cierran en un santiamén (como La Cripta en Dos Aceras y la Cochera, que acaba de mudarse de la calle Cabello a Los Guindos), programaciones de grandes teatros recortadas hasta parecer propias de municipios de menos de 10.000 habitantes y largas colas en La Noche en Blanco sólo para ver gratis lo que puede verse tranquilamente el resto del año. Lo bueno es que aquí no nos hemos llevado ningún chasco: el desastre viene de lejos. Corazón que no siente...