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Juan M. Marqués Perales
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Opinión
DONDE Marisa Bustinduy fracasó estrepitosamente dos veces, Miguel Ángel Heredia ha obtenido una mísera victoria. Porque por mucho que Ignacio Trillo fuera, con gran diferencia, el delegado más veterano de la Junta; por muchos enemigos que se haya labrado, dentro y fuera de su partido, en su labor de mosca cojonera en defensa del medio ambiente, y por muchas ampollas que hayan levantado sus artículos, sus comentarios o sus opiniones en los medios de comunicación, difícil lo tiene el nuevo secretario provincial de los socialistas para que su relevo no sea visto como lo que es: una purga interna, otro bofetón a los críticos, un ajuste de las cuentas guardadas durante mucho tiempo. Difícil será que se cierre la herida interna si en esto se gasta Heredia sus cartas en Sevilla.
Lo mejor y lo peor de Ignacio Trillo han sido esa imprudencia que algunos tildaban de locura, su disidencia militante, su incansable tendencia a levantar la voz para señalar los muchos errores cometidos por el PSOE en la provincia de Málaga. Características todas que ahora no cotizan precisamente al alza en la política. Cuando su partido y la Junta querían que se aprobara a toda costa el proyecto de Los Merinos en Ronda, él mantuvo que primero había que garantizar que no se dañaban los acuíferos. Cuando su partido y la Junta se empeñaban en mirar hacia otro lado en el caso de las construcciones ilegales en La Viñuela, no fuera que acabara en la cárcel algún compañero, él se obcecó en que se cumpliera la legalidad urbanística. Sí, era un bicho raro y molesto. Cuando los alcaldes socialistas de la Costa del Sol, alguno de ellos hoy en prisión, votaron, amparados por el presidente de la Diputación, Salvador Pendón, en contra del Plan de Ordenación del Territorio del propio Gobierno andaluz, el delegado de Medio Ambiente tuvo que irse de vacaciones forzosas, obligado por la consejera Coves, para que no se armara la marimorena.
Durante años ha sido la conciencia crítica de la Junta y del partido, un portavoz incómodo y guerrillero que daba la cara tanto por su Consejería como por la de Obras Públicas, ante el silencio absoluto, escandaloso ante la magnitud de lo ocurrido con el urbanismo, de su compañera Josefa López.
Trillo era el decano de los delegados, un insomne patológico capaz de meterse en todos los charcos. Un incordio para el Ayuntamiento que preside De la Torre. Todo lo contrario al perfil gris que se ha ido imponiendo en los delegados provinciales, cada vez más tecnócrata y menos político, con escasísima presencia en los medios de comunicación y participación en el debate público.
Un obstáculo para el progreso para muchos, un talibán imprescindible para otros, Ignacio Trillo recibe el cese esperado durante muchos martes cuando ya ha pasado la temporada de mayor riesgo de incendios, no sea que su sucesora, la ex diputada Remedios Martel, se queme antes de tiempo.
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