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EL ZOCO
RECUERDO que siendo crío, allá por el comienzo de la década de los cincuenta, la gente de nuestra ciudad se sentía orgullosa de tener un rascacielos. Se había alzado, en competencia con la única torre de nuestra Catedral (la otra debió ser informada negativamente por Aena), el edificio de La Equitativa que fue bautizada, con el gracejo malagueño, como la gallina papanata, ya que estaba coronada por un mástil con tres ovoides que aún pueden contemplarse en la decrépita torre. Por aquellas fechas de la férrea dictadura, la modernidad y el progreso se entendían mirando a América. Los rascacielos neoyorquinos del periodo modernista habían abierto la carrera de las ciudades norteamericanas por tener la torre más alta del mundo. Esa competencia entre ciudades se exportó, en las últimas décadas del siglo XX, a otros países del mundo; sin embargo, la capacidad económica de las empresas españolas no permitió que España entrara en la competición, hasta hace unos años. Ahora todas las capitales quieren tener sus torres.
No podía ser menos Málaga y, con el nuevo Plan General, actualmente en fase de aprobación, el Ayuntamiento introduce una serie de torres de altura mediana, salvo una de 186 metros. Es finalmente, por las vicisitudes económicas de la crisis, Caixa Galicia quién se ha quedado con el suelo y, por tanto, su desarrollo, en lugar de la empresa Comarex, que había firmado el correspondiente convenio. Pero, afortunadamente para la caja gallega, todo tiene un pero. Llega el informe de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (Aena) y dice que nanay, que hay que rebajar alturas, con lo que, el convenio firmado que triplicaba la edificabilidad de la zona, se queda en el aire (como no podía ser de otra forma).
Cuando el Ayuntamiento dio a la luz pública el convenio de Repsol, yo escribí en ésta misma columna un artículo, que denominé Las torrepsoles, en el que expresaba mi opinión en contra, no de las alturas sino de la zona, por entender que está encajada en un entorno con una excesiva densidad de población. Sin embargo, y sigo pensando que las alturas en la edificación no son malas en sí mismas, tampoco es necesario, para presentar la cara de una ciudad moderna y atractiva, hacer torres a toda costa. Lo que sí es necesario es hacer buena arquitectura. Pero, dicho esto, lo que no entiendo muy bien es eso de la limitación de las alturas por temas aéreos. Me explico: en Madrid la Torre Caja Madrid con sus 250 metros de altura está a menos de 15 kilómetros del aeropuerto de Barajas. En Barcelona la Torre de Collserola de telecomunicaciones, diseñada por Foster con sus 285 metros se encuentra a unos 10 kilómetros del Prat y, en Sevilla, la torre en construcción de Caja Sol con 178 metros también dista otros 10 kilómetros del aeropuerto. ¿Por qué la torre de Repsol con 186 metros, y a prácticamente la misma distancia del aeropuerto, sí que perjudica el tráfico aéreo y las otras no? Y, si las normas están tan claras, ¿por qué los técnicos no lo advirtieron antes de incluirlo en el PGOU? Será que en este país las normas van que vuelan.
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