Chiringuito a la fuga

La maleta del bandido

Gente comiendo en un chiringuito en Huelva / H.I
Andrés Sánchez Magro

22 de agosto 2024 - 06:59

Hay veranos de muchos tipos. En la mayoría de los casos la gente busca sol y playa, y para eso sin duda Andalucía es una maravilla. Y entre estos vacacionistas empedernidos siempre hay algún díscolo como el que les habla, que a pesar de visitar casi todas las playas andaluzas, pocas veces pone el pie en la arena o se remoja en sus aguas. La culpa de esto la tiene el hecho de que en casi todos los caminos playeros uno encuentra la ineludible interrupción en la bajada a la playa de un atractivo chiringuito en el que hacer un parada que siempre se convierte en eterna.

Pero ya son pocos los chiringuitos tradicionales de bullicio y sardina. Ahora se están convirtiendo cada vez más en pasarelas cada vez mejor diseñadas, donde dejarse ver es una de las actividades veraniegas más habituales. Los manteles de tela están cada vez más presentes, y cada local trata de ofrecer un plan que pocas veces se queda ya en tomar un aperitivo antes de subir a casa o en una simple comida. No sé si se pierde la esencia chiringuitera o se gana en calidad de oferta, pero el cambio de tendencia del local playero es una evidencia. 

Actuaciones musicales, ronqueos, monólogos, magos, fuegos artificiales y hasta cines de verano he llegado a encontrarme en estos locales. Es toda una experiencia recorrer las playas andaluzas e ir probando no solo las viandas que nos ofrecen, sino también cada una de las experiencias que uno va encontrando. Echo de menos las barras, ya en casi ninguno van quedando como tales, únicamente son para el servicio. Esto es un mal endémico que se está propagando por todo el territorio nacional. Y no olvidemos que el origen de todo el mundo baristico es la barra. Las playeras siempre fueron punto de encuentro de bajada o subida a la playa donde cerveza o tinto de verano, casi siempre acompañado de una sardina, ha nsido una página mítica en la memoria veraniega de este país. Todo va cambiando y quizá haya que ir graduando las gafas con las que miramos esta nueva realidad, pero me da miedo que perdamos la parte social del chiringuito, donde los encuentros personales casuales han forjado amistades eternas, amores de verano y momentos únicos. Algo bueno siempre hay, mejoramos la higiene y, mucho mejor, casi todos tienen carta de vinos!

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