El colocón en su justa medida

Una libertad luminosa | Crítica

T. C. Boyle narra en su tono más ácido la loca historia americana del LSD

Thomas Coraghessan Boyle, T. C. Boyle (Peekskill, Nueva York, 1948).
Thomas Coraghessan Boyle, T. C. Boyle (Peekskill, Nueva York, 1948).

La ficha

‘Una libertad luminosa’. T. C. Boyle. Impedimenta, 2021. Traducción de Jon Bilbao. 424 páginas. 23,95 euros.

Cuando T. C. Boyle (Peekskill, Nueva York, 1948) publicó Música acuática en 1981, la reseña de The New York Times hacía una afirmación tajante y oportuna en el año del estreno de En busca del arca perdida: "Esta novela es a la literatura lo que Indiana Jones es al cine". Algunos años después, fue un crítico del Financial Times el que señaló:"Boyle es una especie de Frank Zappa de las letras americanas". Resulta reveladora esta inclinación a la hora de buscar referentes extraliterarios con los que comparar a T. C. Boyle, lo que responde a la evidencia de que su escritura se no se parece a ninguna otra. Pero esta singularidad no tiene que ver con las consabidas vanguardias experimentales que cundieron en las letras americanas hace medio siglo, sino a la inteligencia con la que el autor sobrevivió a las mismas. Si algo caracteriza a Boyle es su capacidad de hacer literariamente hablando lo más difícil sin ponerse ni una sola vez de espaldas al lector, y es aquí donde nuestro hombre es un verso suelto resistente a cualquier filiación categórica. Conviene admitir, eso sí, que aquellos críticos tenían razón: cuando escribe, Boyle es Indiana Jones, Frank Zappa y todo aquello que el lector considere susceptible de tenerlo pegado al asiento durante horas. Sirva Outside looking in, su novela publicada en 2019 y ahora puesta en circulación por Impedimenta con la rigurosa y fértil traducción de Jon Bilbao como Una libertad luminosa, como ejemplo proverbial de esta capacidad.

Portada del libro.
Portada del libro.

Boyle cuenta aquí la historia de la introducción del LSD en Estados Unidos y su primera influencia en la cultura americana. Eso sí, esta historia comienza en Europa, en un laboratorio de Basilea donde, en 1943, el doctor Albert Hoffmann descubrió que su compuesto le permitía atisbar "el mundo abstracto, el mundo espiritual, el Ding an sich de Kant en cada objeto". Tan flipante noúmeno se desplaza veinte años después a Harvard, donde Timothy Leary, el hombre que más tarde se metería en la cama con John Lennon y Yoko Ono y fundaría una religión, crea la primera comunidad de psiconautas dispuestos a llegar al fondo de aquello, pasando por México y MillBrook. The Beatles desplazan al jazz y asistimos a la comedia de la degradación humana. Un colocón como Dios manda. Pero sin pasarse, eh.

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