Y Darder no respondió
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Gran ambiente en el estreno liguero en La Rosaleda, sin incidentes destacados El público ovacionó al mallorquín al ser relevado ante la indiferencia del jugador Beto, centro de críticas
Noche para recordar en La Rosaleda. El control y la superioridad del Málaga invitó a la afición a entregarse como si no hubiera mañana, como si horas más tarde no acudieran al Real. Al encuentro sólo le faltó el gol para hacer explotar de júbilo a más de uno. El empate inyectó tensión e incertidumbre a cada aficionado, moviéndose nervioso en su asiento. Más de uno no pudo evitar ver el fútbol de pie, para desgracia del vecino de arriba.
Con el paso de los minutos, la afición fue a más, no sólo los grupos de animación, el estadio coreaba y pitaba cada acción. La más llamativa fue la que se propició en el minuto 85. El cartelón del cuarto arbitro reflejaba el último cambio. Darder salía para dejar paso a Juanpi Añor y el público, siempre olvidadizo, respondió con aplausos a un Sergi que estuvo más fuera que dentro durante cierto momento del verano. Para sorpresa de más de uno, el gesto de el de Artá era un poema. Inexpresivo, Darder salió del campo sin responder los vitores que se oían en su favor. Sin duda, inesperado por ambas partes.
Más allá del feo gesto del mallorquín, La Rosaleda fue una fiesta. Una fiesta que se prolongó desde las calles de casco antiguo hasta el templo futbolístico de la ciudad. Desde bien temprano, los aficionados se agolparon en las plazas más emblemáticas del centro de Málaga. Uncibay, Constitución y Mitjana se pintaron de blanquiazul. El calentamiento del público, que horas más tardes alentaría a su equipo, subía el tono con el paso de las horas y la copas. Al ritmo de "sevillano el que no bote", el público botaba, reía y creía que su equipo vencería. "Hoy (por ayer) quedamos 3-1 con un hattrick de Cop", decía un malaguista que se notaba que perdió la voz hace ya tiempo.
Desde los grupos de animación se fijó el clásico corteo feriante que arrancó desde el Pepa y Pepe II y recorrió toda la Avenida de La Rosaleda. El "Málaga, Málaga" repicó repetidas veces durante el paseo. La masa blanquiazul contó con más de 500 incondicionales que abonaban las callejuelas del centro para comerse el derbi. Y así fue, el estadio engulló una y otra vez a la afición sevillista que llenó la esquina visitante y coreó más de una vez el himno nervionense. Como lo haría Weligton, los asistentes blanquiazules salieron al corte con celeridad y elegancia silenciándolo. El equipo respondió sobre el terreno de juego, al igual que su afición. Más de 24.000 espectadores poblaron el estadio. Cantaron, corearon, pitaron y dedicaron alguna 'caricia' a un colegiado que no estuvo acertado durante la noche.
El ambiente previo al choque presagiaba la buena entrada que se visualizó en el estadio. Miles de aficionados se agolpaban en los aledaños de La Rosaleda dándole los últimos buches al alcohol que portaban. A poco de la hora del arranque, se dió el casi lleno. El club tenía preparado un mosaico con los colores de la bandera malagueña que los asistentes interpretarón a la perfección. Además, Malaka Hinchas desplegó una pancarta que titulaba "Nunca fallaremos. Nunca nos rendiremos", mostrando su pasión por los colores también con otra de un malaguista portando un megáfono.
La afición acabó contenta. Faltó el gol, muy merecido en este caso, pero la satisfacción de los malaguistas era patente tras un encuentro donde el Málaga dominó e increpó mucho a Beto. La suerte no cayó del lado blanquiazul pero las sonrisas de los pequeños forofos fue imborrable durante toda la noche del viernes de Feria.
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