Fallece Manolo Santana, el mito que hizo de Marbella su casa
Tenis
El legendario tenista, impulsor del deporte en España, murió en la ciudad costasoleña a los 83 años
El extenista Manuel Santana falleció sábado en Marbella a los 83 años de edad, informó el Mutua Madrid Open, torneo del que era presidente de honor. Santana, uno de los deportistas más grandes en la historia del deporte español, con cuatro títulos de Grand Slam en su palmarés, murió en la ciudad costasoleña, donde tenía establecida su residencia habitual desde décadas atrás.
Nacido en medio de la Guerra Civil (1938) en Madrid, de familia humilde, se fabricó su primera raqueta con el respaldo de una silla. Se empezó a ganar la vida en un club de tenis, como recogepelotas y arreglando pistas, escalando socialmente a través de su talento. Su carrera es la del padre, del pionero de la raqueta española. Ganó Wimbledon, ganó Roland Garros, ganó el US Open, una manera de ir a la Luna en aquella España franquista de los años 60. Su padre fue un represaliado por la dictadura, de hecho. Puso el tenis en órbita en el país llevando a dos finales de Copa Davis a España viajando hasta la inabordable Australia en aquella década, sobrepasando los bordes de un deporte considerado elitista.
La vida Santana estuvo extremadamente ligada a Marbella y Málaga. Fue nombrado en 2018 Hijo Adoptivo de la ciudad costasoleña junto a Vicente del Bosque y Sergio Scariolo, otros iconos del deporte ligados a la ciudad. Aquel día reafirmaba su pasión por Marbella. "Como se vive aquí no voy a encontrar otro sitio. Vamos, que ya no me voy a ir de aquí, no sé cómo decirlo", bromeaba un tipo encantador, capaz de relatar anécdotas de todo tipo durante horas. Su estado de salud mermó en los últimos tiempos, pero a pesar de ello se le podía ver el año pasado, en los primeros compases en los que la pandemia permitía algo de asueto, pelotear en el Racquets Club de Marbella, de su propiedad manteniendo el estilo con su drive.
Relataba en una entrevista años atrás en ABC cómo llegó a Marbella para un torneo de exhibición con grandes figuras mundiales en 1979 cuando estaba casi retirado y aquel campeonato marcó una amistad con Björn Borg que le uniría a la ciudad para siempre. Jugó en la plaza de toros de Marbella un partido contra el sueco, entonces dominador del tenis mundial. Fue la condición de Santana para participar. "Con el público animándome constantemente me creía que le podía ganar, hasta que le hice una dejada de las que botaba la pelota en su campo y volvía hacía el mío. Corrió desde el fondo y se pegó un leñazo contra la red. La gente se rió, el sueco me miró con sus ojos profundos y no le volví a ganar un juego. Pasamos de un tres iguales a un 6-3, 6-0. El público gritaba ¡Manolo!, ¡Manolo!, pero se acabó Manolo", relataba.
De aquello se forjó una buena amistad con el sueco, que le ofreció hacerse cargo del club de tenis de Puente Romano, que el mítico vikingo dirigía. Durante década y media se hizo cargo del afamado hotel. Desde allí pasó a fundar su propio club, compaginando con otras ocupaciones que le hacían vivir entre Madrid y Marbella, con grandes temporadas en la Costa del Sol. "Cuando llego a la Estación María Zambrano deben pensar: ¡ya está aquí otra vez Santana", bromeaba.
"Me siento andaluz", dijo más de una vez Santana, que da nombre a la pista central de Puente Romano, escenario de eliminatorias de Copa Davis y un torneo ATP 250 que se va consolidando. Fue impulsor del Masters 1000 de Madrid, que dirigió hasta que cedió el testigo a Feliciano López. Era habitual verle por las gradas de los grandes torneos. Siempre expresaba su envidia por no poder jugar a lo que más amaba con el paso de los años y tenía una excelente relación con los más grandes tenistas actuales. Casado en cuatro ocasiones, con cinco hijos, también formó parte de la jet set marbellí y ayudó a expandir de la Costa del Sol por el mundo. "Siempre ha colaborado en todo lo que se le ha pedido", solían decir desde las instituciones marbellíes sobre el primer mito del tenis masculino español, que falleció en la tierra en la que eligió vivir durante las últimas décadas de su vida a los 83 años. Descanse en paz.
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