Ilusión infinita
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El Unicaja busca forzar el quinto partido en Madrid. Tres partidos a cuchillo ante el Real son el aval para conseguirlo. El equipo de Plaza derrocha fe y confianza en sus posibilidades
Los jugadores del Unicaja transmiten fe y convicción. En su mirada, en sus andares, en su juego. Se sienten capaces, porque lo han hecho tres veces ya, de tutear al Real Madrid de los records, al que podía tener hoy contra la cuerdas. Pero el premio por derrotar hoy al gigante blanco es el quinto partido, una final sin margen de error en la capital. "Volver a Madrid es lo mínimo que nos merecemos", sentenciaba ayer Carlos Suárez.
Así es, el Unicaja merece llegar hasta el final, hasta el límite. Ha rebasado en esta eliminatoria sus propias medidas, ha ocultado sus carencias y potenciado sus virtudes ante el equipo más indefendible de Europa. Minusvalorar al Real Madrid sería una temeridad. Con su juego y sus logros se ha ganado un respeto terrible de todos los estamentos y rivales. Eso no hace sino engrandecer lo que están haciendo Joan Plaza y sus pupilos. La conexión que se registró el martes en el Carpena remitió a otra época. Se insiste desde el Unicaja en que hay que mirar al futuro, que el pasado en cierta forma fue una losa que lastró. Pero canalizar adecuadamente lo bueno que se fue no debe ser sino un trampolín motivador. "Tenía la piel de gallina antes del partido", confesaba ayer Jayson Granger, el guerrero charrúa que exhibe los mismos genes indomables de Carlos Cabezas y que está completando una eliminatoria impresionante. Como Fran, como Suárez. Como Plaza ante un Laso que parece algo desquiciado.
La enumeración de virtudes del Unicaja en esta eliminatoria se hace reiterativa. Pero sorprende el aplomo con el que está compitiendo, la fe que le permite no descomponerse incluso cuando llegan malos momentos. El rebote suele ser sinónimo de voluntad y el Unicaja ha ganado en esa faceta con suficiencia. En toda la eliminatoria ha sumado 29 rechaces más, 116 a 85, 38.3 a 28.6 por encuentro. El Madrid ha tenido que recurrir a Felipe Reyes para equilibrar esa batalla. Nota el equipo blanco que Mejri está renqueante, un jugador que podría ser un buen antídoto para la exuberancia de Fran Vázquez, que está pasando por encima, en los dos lados de la cancha, de Mirotic, Slaughter, Bourousis o Felipe, los cuatro pares a los que se ha medido. Y así se podría continuar, con la única pega del marcador, ese 2-1 favorable al Madrid que no hace justicia, sin forofismos, a lo visto sobre la cancha.
Los niveles de acierto del Unicaja sorprenden al equipo blanco, habituado a contemporizar en ese ritmo de vértigo, a escoger los momentos para defender y romper el marcador. Las piernas verdes funcionan mejor que las blancas, da tiempo al repliegue defensivo y a castigar errores rivales. Pero mirarse el ombligo a estos niveles de exigencia suele ser sinónimo de fracaso. El Unicaja compite con la tranquilidad del deber cumplido, sólo con la ilusión. No tiene ese lastre que sí posee el Madrid, esa magia que perdió en Milán ante el Maccabi. Y hay momentos en los que los estados mentales superan a las cualidades técnicas o físicas. Si fuera por coco el Unicaja ya estaría en la final, de ahí el mérito que entraña no vacilar, no dudar y seguir compitiendo hasta el final.
El Carpena presentará esta noche sus mejores galas, incluso aumentadas a las del martes. Debe ser únicamente aire a favor del equipo de Plaza, no hay reproches esperando en la derrota sino loas por la forma en la que está compitiendo. En cierta forma, Málaga ha sido reconquistada por el Unicaja. La ciudad le había dado un tanto en la espalda, igual merecidamente por las cosas que se hacían mal en la pista y fuera de ella. Pero Plaza y sus chicos han conseguido prender la cerilla mojada en el último trienio de luto. El Unicaja se ha ganado el derecho a soñar y merece una final sin retorno en Madrid. Cero presión, infinita ilusión.
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